ECOS LATINOAMERICANOS: El juego electoral del régimen venezolano (Parte 1)

Nicolás Maduro y Hugo Chávez. (Foto: especial)

Desde 2016, especialmente tras el desconocimiento de facto de la Asamblea Nacional electa a finales de 2015, y la posterior conformación de una nueva Asamblea Nacional Constituyente hecha a modo por el régimen de Nicolás Maduro, el señalado gobernante de Venezuela, había iniciado una erosión institucional bastante explícita, y si ya de por sí algunos analistas lo consideraban como alguien tendiente al autoritarismo, las acciones políticas de Maduro durante el año 2016, únicamente corroboraron estas consideraciones. Maduro incluso persiguió políticamente, a la fiscal nacional, Luisa Ortega, quien, a pesar de ser abierta simpatizante de Hugo Chávez, consideró que “se había roto el orden institucional” tras el desconocimiento de los nuevos legisladores electos a finales de 2015, así como también se aisló políticamente a las vertientes del chavismo que no estaban de acuerdo con esas polémicas acciones políticas.

Internacionalmente la respuesta no se hizo esperar, diversos países de la comunidad internacional expresaron preocupación y rechazo a las acciones de Maduro, y se inició una gradual presión internacional para buscar alguna solución a la crisis política venezolana, que también en ese momento ya estaba sufriendo simultáneamente crisis económica. Todo esto ocasionó que decenas de miles de venezolanos iniciaran un éxodo migratorio buscando mejores condiciones de vida en otros países.

En 2019, la presión política contra el gobierno de Maduro llegó a su punto más alto, cuando Juan Guaidó fue “electo presidente” por parte de los miembros de la Asamblea Nacional, bajo un supuesto respaldo legal. En aquel momento, muchos países, incluyendo varios de América y Europa, decidieron desconocer a Maduro y reconocer a Guaidó como presidente oficial de Venezuela. Después de esto muchos académicos y analistas consideraban que el régimen de Maduro acabaría en unos cuantos meses. Sin embargo, esto no terminó por ocurrir, aun cuando hubo un alzamiento militar, y diversas protestas contra el régimen, así como sanciones económicas contra los funcionarios públicos aliados de Maduro.

Finalmente, el empuje político de Guaidó empezó a perderse conforme transcurrió el resto del 2019. Aun cuando en su momento las diversas facciones de la oposición decidieron reconocer al señalado político como presidente, las divisiones respecto a las acciones políticas volvieron a cobrarle factura al antichavismo, y el rol de Guiadó acabo por ser absolutamente simbólico al final de aquel año, ya con muy poca influencia en el plano nacional venezolano.

Para 2020, la situación no fue mejor para la oposición, algunos países que habían optado por reconocer a Guaidó, decidieron recurrir a una neutralidad política de facto, no volviendo a reconocer a Maduro, pero ya tampoco intentando establecer convenios o tratados con Guaidó. El desencanto de diversos sectores opositores venezolanos con Guaidó también fisuró cualquier intento de establecer un proyecto nacional alternativo al chavismo en ese mismo año. Llegando algunos líderes de la oposición, como Henrique Capriles, a señalar incluso que no había un único liderazgo oficial dentro del bloque opositor.

Y, por supuesto, estos desencuentros al interior de la oposición fueron aprovechados por Maduro para mantenerse en el poder. Quién además para ese momento, ya había iniciado una serie de “reformas económicas” para sobrellevar la crisis que inició prácticamente desde 2013, y que finalmente terminarían generando una dolarización de la economía, la reprivatización de diversos sectores comerciales que en ese momento pertenecían al estado venezolano, así como también delegarle a privados la distribución de bienes a través de grandes tiendas, también conocidas como “bodegones”. Si bien, dichas políticas económicas han servido para permitir el acceso a bienes de consumo, así como para ir reduciendo lentamente la hiperinflación, también han incrementado las desigualdades sociales, pero, sobre todo, ideológicamente han “traicionado” los supuestos “principios socialistas” del chavismo.

Muchos chavistas críticos de Maduro lo han señalado en diversos momentos, pero Maduro no parece alterado por ello. Tanto en términos sociopolíticos como socioeconómicos, el polémico gobernante no ha dudado en recurrir al pragmatismo para mantenerse en el ejercicio de poder, y de una u otra forma lo ha conseguido hasta el momento.

Justamente, parte de este pragmatismo fue la realización de las elecciones del 22 noviembre del año pasado. Si bien, ya antes el régimen venezolano de Maduro ha realizados diversos ejercicios electorales, buena parte de estos han sido severamente cuestionados indicando que no se habían realizado en condiciones mínimas para garantizar elecciones limpias, sin embargo, estas últimas elecciones tuvieron una realización relativamente distinta.

Para sorpresa de muchos, a diferencia de otras elecciones Maduro no solo permitió la entrada de observadores electorales internacionales, sino que incluso reconoció oficialmente las victorias de los diferentes grupos de la oposición tanto en las esferas municipales como estatales.