Dios y libertad

Para honrar a nuestra constitución, y honrarnos a nosotros mismos, respetemos en principio la esencia de nuestra Carta Magna. (Foto: especial)

La Constitución Política de la República Mexicana de 1857 finalizaba con la frase “Dios y libertad” e iniciaba precisando que la misma se dictaba en un Congreso Extraordinario Constituyente en nombre de Dios y supuestamente con la autoridad del pueblo mexicano, un texto deliberadamente parecido al modelo norteamericano.

Para ser eficaz, una constitución debe ser una evolución, una formulación de los sentimientos actuales del pueblo para quien se redacta; eso fue precisamente lo sucedido en los Estados Unidos de América, donde su texto constitucional se ratifica en 1788 con el voto del pueblo, mientras que en México no se expresaba la conciencia nacional, el trabajo en la materia no era otra cosa que la obra de un grupo no representativo de revolucionarios exaltados que tomaban su inspiración de la revolución francesa y la imponían al pueblo, contrariando su voluntad.

Se necesitaron tres años de guerra sangrienta para imponerla por la fuerza a un pueblo postrado y abatido; si, estoy de acuerdo en que nunca será posible homogeneizar las ideas, que siempre habrá puntos de vista contrarios ya que la naturaleza humana así lo determina y que al final serán imposiciones para los grupos menos fuertes; no se equivoca quien piensa que las leyes se hacen de acuerdo con el grupo de poder que gobierna en ese momento, que todo es conforme a los intereses de pocos y que incluso la historia la escriben los vencedores a su conveniencia.

Para 1917 con la reforma al texto constitucional de 1857, la República Mexicana pasaba a ser los Estados Unidos Mexicanos, eliminando del texto cualquier alusión a Dios; en 1917 y durante los años inmediatos las “ideas” avanzadas de la Constitución seguían perteneciendo a una minoría, la revolución no era popular ya que para entonces la mayoría del pueblo mexicano estaba en contra, incluso una decisión democrática para entonces les hubiese sido adversa. La Constitución finalmente se legitima por el reconocimiento de las potencias extranjeras y por el reconocimiento tácito del pueblo mexicano; lo que podemos celebrar este 5 de febrero, es que tanto en 1857 las disposiciones constitucionales dictadas en nombre de Dios nos fueron impuestas, al igual que sus reformas en 1917.