ECOS LATINOAMERICANOS: Las potencias que se disputan el mundo y nuestra región

Joe Biden y Vladimir Putin. (Foto: especial)

Sin duda alguna es muy lamentable lo que en estos días ha ocurrido en Ucrania, la invasión de tropas rusas y el actual cerco en su capital, Kiev, ha llevado a una catástrofe no solo política sino social en dicho país de Europa Oriental. Ucrania ha sido una doble victima del juego geopolítico que se esta librando en este momento.

Es victima directa de las acciones militares de Rusia, uno de los países con mayor armamento del planeta, y que además dispone de una enorme cantidad de recursos económico muy valorados internacionalmente, tales como el petróleo, gas natural y oro, entre otros. Cabe señalar que este gigante euroasiático, siempre ha visto a Ucrania como una extensión más de su territorio, lo cual es determinante para que el  presidente ruso, Vladimir Putin, quiera mover el dedo del renglón en esa parte del mapa europeo.

Ucrania tiene escasas posibilidades de hacer frente a Rusia, ya que no cuenta más con las armas nucleares, y ni su economía ni su ejército soportarán más tiempo el avance ruso, mientras Putin es un político frio y calculador, dispuesto a realizar el daño que considere necesario con tal de salvaguardar sus intereses.

Pero además del daño que está ocasionando la actuación de Rusia, Ucrania es también victima política de la diplomacia estadounidense. Esto ultimo ha quedado expresado en las declaraciones emitidas por el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, quién indicó que Ucrania había sido abandonada a su suerte, esto haciendo referencia al supuesto apoyo que le sería brindado por la OTAN, teniendo como principal representante a EUA, pero que a la hora de la guerra se ha limitado a únicamente brindarle escaso armamento y transportes.

El presidente ucraniano pecó de inocente al creer las promesas de apoyo de Biden, quién a su vez subestimó las actitudes de Putin respecto al tema ucraniano. Aunque nada está escrito, vistas las circunstancias actuales es muy probable que Putin termine imponiendo un tratado favorable para sus intereses en Ucrania, a pesar de que estará afectado económicamente, por otro lado, Biden podrá argumentar que Putin es una amenaza geopolítica para el llamado “mundo libre” y así tratar de reforzar alianzas, aunque quedará como responsable indirecto de la derrota política-militar ucraniana. Aunque al final de cuentas, quién pagará la mayoría de los platos rotos será la propia Ucrania. Las disputas entre las grandes potencias actuales finalmente acabaron por cobrarle factura.

Pero Ucrania no es único caso, otros países han tenido que sufrir el juego de vencidas entre los bloques EUA-Unión Europea y Rusia-China, tales como Siria, Libia, Georgia, e Iraq, entre otros. Parece ser que la guerra fría nunca se acabó y solamente hubo una pequeña pausa. Las grandes potencias aún continúan usando regímenes de diversos lugares para expandir su influencia tanto política y económica, e incluso hasta militar.

Por supuesto, el caso de los conflictos armados es el más extremo, pero basta observar en el terreno más político cómo los gobiernos de las grandes potencias, especialmente de EUA, China y Rusia, intentan cooptar para su tablero geopolítico diversos liderazgos de distintas regiones del planeta, incluyendo Latinoamérica.

En América Latina, históricamente, EUA es la potencia que más ha tratado de influir, llegando incluso apoyar en su momento el derrocamiento de regímenes que no le eran favorables a sus intereses. En el presente siglo, aunque Estados Unidos ha mostrado un poco más de tolerancia, aun pretende mantener su influencia apoyándose en las agrupaciones latinoamericanas consideradas como derecha o centroderecha, como por ejemplo el actual gobierno de Colombia y también el de Brasil.

Por su parte China y Rusia se han aproximado con regímenes considerados de izquierda, centroizquierda o incluso centro. Aunque el régimen de Putin está catalogado completamente como un régimen de político de derecha, no duda en apoyar regímenes actuales como el de Cuba, Nicaragua y Venezuela, mismos que son catalogados como de extrema izquierda; también ha mantenido acercamientos, aunque de menor grado con Argentina (centroizquierda) y Bolivia (izquierda), sobre todo con las exportaciones de la vacuna Sputnik-V.

Finalmente, China ha tenido una aproximación más pragmática, intentado generar primero, vínculos comerciales y ya después otros de corte más político. Aunque esto ha permitido al gobierno chino acercarse con diversos regímenes de la región, son más los de izquierda o centro quienes tienen mayor interés por la aproximación con China, de nueva cuenta aquí entrarían los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, pero también  países que se ubican en el centro político, tales como El Salvador.

Independientemente del tipo de gobierno que exista en este momento en cada país, la realidad es que a ninguna de estas potencias le importa el desarrollo regional, únicamente ven a los países latinoamericanos como fichas en el tablero geopolítico, interesando poco si hay o no desarrollo social, si hay o no democracia, o si hay o no crecimiento económico. Y cuando llega a importarles, es únicamente como simple medio para llegar a incrementar su influencia en la región.

¿Cuál sería entonces la actitud que deberían tomar los países latinoamericanos sobre las grandes potencias? ¿Habría que elegir entre “el menos malo”? ¿Habría que generar equilibrio de influencias entra las diferentes potencias que se disputan la influencia? ¿O tratar de reducir al mínimo las relaciones con estos países en particular? Ninguna de estas propuestas parece resolver completamente la disputa por influir Latinoamérica. Y es que no es hacia el exterior donde hay que concentrar los esfuerzos políticos sino al interior.

La historia, no solo de la región sino del mundo, demuestra que las grandes potencias siempre vienen y van, nunca son las mismas, como ahora se disputan la región estos tres gigantes, antes lo hicieron los ingleses y franceses, y aún más atrás los españoles y portugueses. Es el camino del desarrollo hacia el interior, hacia el fortalecimiento nacional de los países latinoamericanos donde deberá estar enfocado el esfuerzo geopolítico de nuestros gobiernos. Mientras más fuertes, en términos económicos, sociales, institucionales, y militares se tornen las naciones latinoamericanas, más complicado será influir en ellas y por lo mismo no será tan fácil convertirlas en simples peones de un juego de influencia geopolítica.

Si se aspira a frenar los abusos de países influyentes sobre países subdesarrollados, especialmente en la región latinoamericana, habrá que enfocarse en el crecimiento interior, así como en fomentar la cooperación e integración entre naciones latinoamericanas.