ECOS LATINOAMERICANOS: El polémico Bukele

Bukele tomó la presidencia del El Salvador 1 de junio de 2019. | Fotografía: Archivo

En menos de dos meses Nayib Bukele cumplirá ya tres años al frente del gobierno nacional de El Salvador, uno de los países territorialmente más pequeños de Centroamérica, pero también uno de los más violentos de la región. Según datos del sitio de información económica “EXPANSIÓN” así como del Banco Mundial, El Salvador, entre 2000 y 2019 tuvo un promedio anual de 58 homicidios por cada 100,000 habitantes, frente al promedio global que en el mismo periodo de tiempo osciló entre 5 y 7 homicidios por cada 100,000 habitantes, es decir, prácticamente diez veces más que el promedio global.

Bukele tomó protesta como presidente en una nación harta de la incapacidad de los gobiernos para lidiar con los grupos violentos, particularmente las Maras, especialmente la M18 y la M13. Históricamente estas pandillas organizadas han aterrorizado buena parte de Centroamérica, sobre todo al triangulo norte, compuesto por El Salvador, Guatemala y Honduras. Estas pandillas llevan activas prácticamente desde el final de las guerras civiles centroamericanas. La de El Salvador concluyó en 1992, dejando una especie de empate político entre los principales combatientes.

De este empate táctico fue donde surgió el bipartidismo, que hasta la llegada de Bukele había dominado el escenario político nacional salvadoreño. Representando a la derecha se encontraba ARENA, mientras que la izquierda era representada por el FMLN. Sin embargo, a pesar de que ambas entidades políticas gobernaron El Salvador, ninguna logró solucionar las problemáticas más notorias: la seguridad y el desarrollo socioeconómico. Estas dos situaciones han generado una oleada de migrantes que todos los años intentan llegar a EUA con la idea de buscar una mejor vida o al menos brindarles más recursos económicos a sus familias.

Es con estas dos problemáticas que justamente Bukele lanza su campaña a la presidencia. Siendo un político joven y pragmático que ha militado y sido postulado por diversos partidos de distintas ideologías decidió desarrollar su narrativa de comunicación en colocarse como la opción que derrocaría a la “politiquería tradicional” y “encaminaría a su nación a un genuino desarrollo”. Dicha narrativa en combinación con su carisma y postura anti-establishment permitieron a Bukele obtener una cómoda victoria en las elecciones de 2019, al tiempo en que este polémico político empezó a incrementar su influencia al interior de El Salvador.

Prácticamente desde el inicio de gestión, Bukele se caracterizó por ejercer una comunicación muy activa en redes sociales, particularmente en Twitter, personalizando sus mensajes, en los cuales muchas veces se mofaba de sus críticos e incluso hasta de organismos internacionales tales como el FMI y la CIDH. A su vez ha sido uno de los principales impulsores de las criptomonedas como divisa de cambio en territorio salvadoreño, ello con el afán de “desdolarizar” la economía nacional. En política exterior, Bukele ha asumido un nacionalismo práctico, desentendiéndose muchas veces de la influencia estadounidense pero tampoco aproximándose al  área de influencia de otras potencias globales, al tiempo en que ha sido critico de varios gobiernos latinoamericanos, ubicados tanto en la izquierda como en la derecha.

Pero no es solo en materia internacional donde Bukele ha desatado polémica, al interior de El Salvador ha realizado acciones que muchos analistas consideran como características de un gobierno autócrata tales como el uso del ejercito para amedrentar al congreso nacional cuando Bukele todavía no había conseguido su victoria legislativa definitiva, o cuando también fomentó la deposición de miembros del poder judicial que le eran adversos a su gobierno usando de supuesta razón leyes que limitaban el ejercicio del poder judicial a personas con cierto nivel de edad avanzada, lo cual fue una clara violación a principios de derechos humanos para dicho sector poblacional.

Sin embargo, todo lo anterior no parece tener consternada a la gran mayoría del pueblo salvadoreño, en realidad pareciera ser más bien lo contrario. Nayib Bukele es en la actualidad el mandatario americano con mayor popularidad, incluso a nivel global lo ubican en los principales lugares de popularidad por país. Este respaldo popular posiblemente encuentra su origen en la conducta políticamente incorrecta de Bukele así como las tácticas provocativas contra sus adversarios tanto sociales como políticos.

Esto complica considerablemente la posibilidad de articular un bloque opositor solido que busque frenar las acciones autocráticas del mandatario salvadoreño. El asedio mediático realizado por el mandatario a las fuerzas políticas tradicionales y su política socioeconómica de mezclar la inversión financiera con el combate drástico a las maras, le han permitido adquirir un enorme capital político con el que actualmente logra sostenerse así mismo y a su proyecto nacional.

Bukele precisamente justifica sus acciones actuales bajo la idea de llevar a cabo una transformación del estado salvadoreño y convertir a dicha nación latinoamericana en el “Singapur de Centroamérica”. Justamente el propio Bukele a manifestado su admiración por el modelo de desarrollo de la dictadura singapurense. Este modelo es la mezcla de un gobierno dictatorial de partido hegemónico pero que logró el establecimiento de un estado de derecho al mismo tiempo, lo cual le permitió erradicar la corrupción publica y permitir que en esa ciudad-estado localizada en el sudeste asiático se invirtieran considerables proyectos de desarrollo privado, aunque con un cierto grado de vigilancia y respaldo gubernamental.

Aunque hay dudas de si el modelo de Singapur puede ser exportado a otras regiones, en primer lugar, por ser modelo de una ciudad-estado y no de estado-nación como lo es la gran mayoría de los países del mundo, así como también por el polémico modelo político dictatorial, el gobierno de Bukele continua con tal referencia para transformar por completo a El Salvador. Quizá por ello no duda en lo más mínimo en emplear tácticas coercitivas comparables a las de cualquier autocracia.

Si bien nada está predicho, en lo corto Bukele difícilmente cambiará su estilo de mando. La estrategia de polarización y enfrentamiento tanto interna como externa le ha dado buenos resultados, por lo que es muy probable que siga aplicando tales tácticas. A su vez, parece ser que su política económica tiene algunos resultados positivos, pero habrá que ver si es capaz de consolidarla en el mediano y largo plazo. Por lo pronto todo permanecerá en expectativa.

El Salvador ha sido históricamente una de las naciones latinoamericanas más golpeadas por inestabilidad política, guerras civiles e intromisiones extranjeras. Sin mencionar que el desarrollo económico ha sido muy escaso, con muy poca industria nacional y casi todo ha sido basado en un modelo primario exportador. Y lamentablemente aun tras el fin de la guerra civil, dicho país no logro el desarrollo y la paz que buscaba. Bukele probablemente es una reacción de la propia sociedad salvadoreña al no encontrar todavía el orden y la prosperidad anhelados. Pero queda la duda si Bukele y su modelo autocrático realmente serán los que conduzcan a El Salvador a esos dos objetivos históricos.