Medicina institucional, una triste realidad

Aspectos de un nosocomio de la dependencia federal | Fotografía: Instituto Mexicano del Seguro Social.

Leo una noticia en extremo indignante: “En el contexto del desabasto de medicamentos generado por el actual gobierno, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) dejó caducar 134 millones de unidades de medicamentos, con un valor de más de 18 mil millones de pesos, 10 mil millones de ellos en vacunas, según un reportaje de Latinus”. Lo anterior solo se puede explicar como consecuencia (previsible) de una criminal incompetencia derivada de un sistema que ha privilegiado la sumisión por sobre la capacidad. Esto, en otros países, daría lugar a una cadena de despidos y juicios por irresponsabilidad criminal de los funcionarios encargados. Pero estamos en el México de la 4T, un país donde las “autoridades” carecen de autonomía, su papel es complacer y obedecer al titular del Ejecutivo, por lo tanto podemos asegurar que no habrá castigo a los principales responsables, si acaso caerá algún funcionarios menor, algo así como en el caso de los pernos en la línea 12 del metro; aquí dirán que a alguien se le olvidó acomodar la cajas.

Lo anterior me pone a pensar. ¿Cómo funciona la llamada Medicina Institucional en México, llámese IMSS; ISSSTE o SSA? Buena pregunta, pero primero ¿Qué debemos entender por medicina institucional? Hay varias definiciones, una de las más sencillas es esa que nos dice que la medicina institucional aquel servicio que es prestado por el Estado con el fin de atender las necesidades de salud de la población a través de tres ramas de actividad: la salubridad, la asistencia y la seguridad social.

Hasta ahí la teoría, ahora bien, se afirma, mitad en serio y mitad en broma, no tan solo en México, sino en otros países, que la Medicina institucional es a la Medicina lo que la música militar es a la Música. Veamos, desde un punto de vista estrictamente semántico una marcha militar, por ejemplo, Barras y Estrellas o la Marcha Zacatecas califican como “música”. Pues sí, es cierto, pero poco tienen que ver con, por ejemplo, la sinfonía número 25 de Mózart o 5ª de Beethoven, obras calificadas como monumentos de la música occidental. Ciertamente, en la música, como en prácticamente en todo en este mundo, existen clases, entendiendo “clase” como la “división hecha con arreglo a determinadas condiciones o calidades”.

En una de las pocas biografías existentes sobre Lazar Kaganovich, constructor de la KGB y brazo derecho de Stalin, se habla sobre la medicina soviética y con una capacidad de síntesis admirable la describe con las siguientes palabras: “Era bien sabido que las policlínicas de Moscú eran consideradas como lóbregos dispensarios, donde el enfermo era recibido con algo llamado indolencia desdeñosa”.

“Indolencia desdeñosa”, ninguna expresión más acertada para describir el tipo de atención que con una frecuencia mayor a la deseable proporciona buena parte del personal de las diversas estructuras de la medicina socializada en México, llámese IMSS, ISSSTE o Salubridad.

Pocas cosas muestran tan evidentemente la incompetencia estatal como la medicina socializada. Médicos especialistas de dispareja preparación y escasa motivación que solo buscan sacar el trabajo lo mejor que pueden con los escasos recursos que les proporcionan sin meterse en complicaciones, médicos “familiares” que se sienten todo, menos médicos de una familia determinada. Asistentes y secretarias que no ocultan su enemistad con el género humano; personal de diversas categorías que comparten la filosofía laboral del “hacen como que me pagan, yo hago como que trabajo”.

Pero eso no es todo; esas estructuras están dominadas por una paquidérmica burocracia que, como toda burocracia que se respete, pone todo su empeño en obstaculizar cualquier intento de mejorar. Para cualquier movimiento solicitan papeles, constancias, copias, más copias, sellos, certificaciones etc. etc. Hacer interminables colas, perder el tiempo. La eficiencia y la modernidad no han llegado a estas instituciones.

Pero falta lo peor, después de infinidad de trámites se llega ante un médico que tiene una agenda saturada, imposible de cumplir decentemente aunque así lo deseara, por lo tanto, más tarda Ud. en comentar de que se trata su problema cuando ya le están despidiendo con una receta. O si le va bien con una orden para estudios de laboratorio, o una interconsulta a una especialidad. Y aquí viene lo peor, si antes en la farmacia con frecuencia no tenían el medicamento ahora en la 4T de plano es lo habitual y si usted pregunta le dirán que ni idea tienen cuándo llegará; las citas a laboratorio tardan varios días o semanas y las interconsultas a una especialidad tienen un diferimiento de meses. Si el paciente fallece esperando su cita es su problema; bueno, más bien deja de ser su problema.

Esa es, a grandes rasgos, la realidad de la medicina institucional en México, ahora herida de muerte por obra y gracia de la 4T.