Confianza perdida

Partidos políticos en México.

Los valores no son otra cosa que las actitudes o comportamientos positivos que tenemos las personas hacia la vida, son la forma de ser o de actuar en nuestro diario vivir o disposiciones mentales que surgen de las experiencias. Nos permiten relacionarnos positivamente consigo mismo, con la familia, con la comunidad escolar, con la pareja, con los compañeros de trabajo, con nuestros semejantes y con la naturaleza, lo que nos permite formarnos como seres humanos. Dichos valores los construimos a diario en los primeros años de nuestras vidas y los vamos fortaleciendo durante el tiempo que pasamos en los centros educativos, adquiriendo el aprendizaje formal. Nos motivan a actuar de una u otra forma porque forman parte de nuestras creencias, determinan nuestras conductas y sirven para expresar nuestros sentimientos e intereses. En el conjunto de todos ellos se encuentra la confianza, que, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, debemos entender como la esperanza firme que se tiene de una persona o cosa. Ánimo aliento y vigor para obrar. Presunción y una opinión de sí mismo. Familiaridad en el trato.

De acuerdo con esta concepción, la confianza se convierte en uno de los pilares básicos de las relaciones sociales, empezando por la confianza en sí mismo o autoconfianza, la cual se empieza a construir en el seno familiar entre los tres y diez años de edad y se va fortaleciendo con el paso del tiempo, con el ejemplo de responsabilidad, honestidad y la demostración de amor y de aceptación de los padres, mediante una comunicación permanente para compartir ideas, pensamientos, sueños e ilusiones, respetando siempre el espacio familiar y personal, así como la forma individual de pensar. Con la comunicación se genera confianza y ayuda a la formación de las personas como seres humanos. La confianza nos permite tener una actitud mental de confiar que somos capaces de asumir una responsabilidad o de realizar cualquier actividad por difícil que esta sea, también de aceptarnos como somos, reconocer nuestras fortalezas y debilidades, estar seguros de lo que queremos hacer de nuestra vida, sin miedo al fracaso, porque confiamos en nuestras capacidades y conocimientos adquiridos.

Pero, si hacemos un paréntesis para reflexionar sobre lo que somos como seres humanos, nos damos cuenta de que toda esa confianza individual y colectiva adquirida en las diferentes etapas de la vida, poco a poquito se va diluyendo. Por tanta información negativa que leemos, oímos y vemos, inclusive de alguna manera llegamos a formar partes directa o indirectamente de dicha información.

En lo familiar, aumento de los casos de desintegración: por alcoholismo, drogadicción, abandono o irresponsabilidad de cumplir el compromiso social; falta de empleo o salario insuficiente para satisfacer las necesidades familiares de alimentación, vivienda, vestido, salud y educación. También por descomposición familiar o por falta de tiempo de los padres para atender a los hijos al tener que trabajar para completar el gasto familiar o simplemente abandono temporal o permanente por ir en busca del sueño americano.

En la educación, el panorama no pinta nada bien, por principio de cuentas nos enteramos que algunas personas ineptas, sin preparación académicas fueron nombradas para estar al frente de planteles, subsistemas educativos, subsecretarias y hasta como titulares de secretarias estatales de educación y de la Secretaria de Educación Pública, sin tener idea de cómo se debe administrar el servicio educativo, para mejorar la calidad de la enseñanza y abatir la deserción escolar y el rezago educativo. Lo graves es que no existen visos para que esta Administración Pública Federal, haga los cambios sustanciales que se requieren en materia educativa. Por otra parte, la mayoría de los docentes que trabajan al frente de las aulas, reciben salarios insuficientes para vivir con dignidad, mientras que los comisionados sindicales cobran plazas de docentes sin impartir ninguna clase. La mayoría de las instalaciones escolares siguen presentando algún deterioro; además,  contar con un título universitario ya no garantiza ningún mejoramiento de la calidad de vida, debido a  que la mayoría de planes y programas de estudio no están vinculados con el sector educativo y por lo tanto será difícil encontrar un empleo bien remunerado; la educación que imparte el Estado es de mala calidad y no existen  apoyos económicos para seguir con los estudios superiores en algunas de las área del conocimiento humano, condenando a millones de profesionistas egresados de las  Instituciones Educativas Superiores Publicas, a seguir viviendo en la  pobreza por el resto de su vida y por si eso fuera poco, la educación que imparte el Estado no es gratuita los padres de familia siguen pagando “cuota voluntaria” cada semestre escolar, violando los conceptos constitucionales.

En lo económico y social, nada bueno por confiar, se ha registrado la tasa de inflación más alta en los últimos 20 años; el desarrollo económico se ha estancado trayendo como consecuencia el incremento de la economía formal y el desempleo abierto; caída de la producción agropecuaria; disminución de la producción de petróleo; incremento del número de pobres y de miserables; incremento de la desigualdad y de la discriminación social; continua la corrupción en todas las administraciones públicas, es decir, se sigue robando al pueblo (padrones de bienestar incompletos, comisiones por licitación, compra, contrato o arrendamiento, mordida por trámites administrativos, viáticos, pasajes y combustibles);  aplicación imparcial de la justicia, la cárceles están llenas de inocentes y pobres, mientras  los que han robado  al pueblo caminan libremente por las calles; asaltos, homicidios y feminicidios por todas partes del territorio nacional, ante la indiferencia de las autoridades, sin que se implemente ninguna estrategia de seguridad pública y social, hasta da la impresión que algunas regiones del país hay ausencia del Estado Mexicano, por los índices de violencia que se registran desde hace varios años. 

En lo político, la confianza se aleja todos los días de los grupos que se apropiaron de los partidos políticos, y que desde hace años, están al frente de las instituciones sociales, cambiando de color sin pudor alguno, según convenga a sus intereses, repartiéndose el poder como si fuera botín de barco pirata, lo que le ha permitido ir formando una nueva clase social, financiada principalmente por la clase trabajadora, a cambio de promesas incumplidas que lanzan a los cuatro vientos cada tres años en los procesos electorales. Prueba de esa perdida de la confianza, fueron los pobres resultados en la consulta para la revocación de mandato y de la baja votación que habrá en las próximas elecciones para elegir a seis gobernadores. Unos grupos se han clasificado como “traidores a la patria” y los otros, salvo honrosas excepciones, los podemos llamar “traidores a sus simpatizantes”, porque a ellos nada les han cumplido y si en cambio han regalado, cargos de elección popular a quienes les interesaba un comino la cuarta transformación, prueba de ello, su manifiesta traición (tengan para que aprendan). Dejando fuera de la jugada a valiosos y leales seguidores, que únicamente utilizaron para llegaran al poder.

Sumadas a las nuevas noticias negativas que se acumulen la próxima semana, hacen que cualquier ser humano pierda la confianza en quienes dicen amar a México, pero que desde hace años lo están saqueando.

Sigo confiando en mi patria y desconfiando de falsos redentores de las causas populares, con la firme esperanza, de que, en 2024, aparezca el joven, que dirigirá los destinos de la nación, acabe con la corrupción y la impunidad, y tenga la voluntad de llevar a cabo la verdadera transformación de la vida nacional.