Los árboles escriben nuestra historia…

Desde muy pequeña me han subyugado los árboles, en especial las jacarandas. (Foto: especial)

La vida es como bordar un huipil, o tejer un rebozo. Se hila y se deshila. Los colores son los amigos, las parejas, los padres, los hijos. Los motivos que conforman el bordado es nuestra vida.

Desde muy pequeña me han subyugado los árboles, en especial las jacarandas.  Quizás sea porque fue los primeros que vi, a los pocos días de nacida, ya que había dos enormes jacarandas afuera de la casa donde nací, en la calle Lázaro Cárdenas, aquí en Morelia. Nací en febrero, mes en que las jacarandas están ya en flor. Me contaba mi madre, que me sacaba en mi carrito a que durmiera bajo esas jacarandas. 

Hace tiempo, platicando sobre los árboles y las jacarandas en específico, en un desayuno con mis compañeras de la secundaria Héroes de la libertad en la Ciudad de México, Lupita Sato Matsumoto nos platicó como su bisabuelo Tatsugoro Matsumoto, quien amaba la tierra, sus frutos y flores, era un jardinero de procedencia japonesa, a quien el gobierno japonés contactó para que viniera a América a hacer un trabajo de jardinería.

Escuché atenta la historia, que desde su inició me encantó. Y le pedí a Lupita me permitiera compartirla con ustedes, pues estoy convencida que los árboles escriben nuestra historia. 

Agradezco a Lupita Sato Matzumoto, quien me narro la historia maravillosa de cómo llegaron las jacarandas a estas latitudes.

El señor Tatsugoro Matsumoto, realizó su viaje en barco llegando primero a San Francisco, pasó por México y se fue a Perú. Tras terminar su trabajo, regresó a México, ya que le había encantado nuestro país.

Trabajó en varias haciendas y casas en la Ciudad de México. Porfirio Díaz le contrató para que arreglara los jardines del Castillo de Chapultepec y el Palacio de Cristal, hoy Museo del Chopo.

Estuvo trabajando con varios presidentes, e incluso albergó a Madero cuando lo derrocaron. Fue con el presidente Pascual Ortiz Rubio, que su bisabuelo, se vio inmerso en la planeación de avenidas como Reforma, y se dio a la tarea de plantar Jacarandas. El trajo muchos brotes desde Perú, plantó y reprodujo más y más semillas. Plantó y plantó más y más árboles.

Tanto su bisabuelo Tatsugoro Matsumoto como su abuelo Sanshiro Matsumoto, ambos fueron siempre un enlace entre la comunidad japonesa y la mexicana. Enseñaron todos sus conocimientos de jardinería, orgullosos de su labor como jardineros y cultivadores, felices de poder contribuir a sembrar árboles, flores, a crear belleza conjuntamente y para la madre tierra.

El Sr. Sanshiro Matsumoto, empezó el cultivo de las orquídeas, en Villa Guerrero Estado de México. El cual sigue siendo uno de los principales puntos de distribución de orquídeas y muchas plantas más a todo México.

 Tatsugoro y Sanshiro Matsumoto, son ejemplo de lo que debería hacer la humanidad: sembrar, reproducir buenas semillas, plantar hermosos y frondosos árboles que nos brindan vida y belleza, mientras observan en silencio, el devenir de individuos, pueblos y naciones.

 Generalmente no nos ponemos a pensar, en lo que le ha costado a un árbol crecer. Es como un niño. Solo que más endebles, ya que muchas veces nadie los riega. Sí logran  sobrevivir aún con  falta de agua, tienen que enfrentarse a más peligros;  están expuestos a que a un humano los vea y los golpee, les pegue chicles, les eche químicos para secarlos, decida que solo hacen basura y  que hay que incrementar y los corte de tajo, cometiendo así un crimen, no solo hacia el árbol, sino hacia el planeta entero.

 Por cierto, La Palma de Reforma, fue plantada en 1910, por Tatsugoro y su hijo Sanshiro. Cientos de personas acudieron el pasado domingo a La Palma, a despedirle, a tomarse fotos con ella, porque a muchos La Palma, les recordaba la historia de su vida.

Y así es respetados lectores; los árboles, sobre todo si nosotros o nuestros padres y/o abuelos los sembraron son parte de nosotros.

Miles de especies como macuili, ceiba, siricote, cedro, chicozapotes, han sido talados para abrir paso al tren Maya. Muchas personas se preguntan; ¿dónde está toda esa madera, de gran valor en el mercado?

En una nota del pasado 8 del presente mes, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) reconoció que desconoce el número de árboles que se han removido desde que inició la construcción del Tren Maya y a qué lugares fueron a parar.

la Dirección General de Fonatur Tren Maya, S.A. de C.V., indicó que, tras haber realizado una “búsqueda exhaustiva” en los archivos y registros, no fue localizada información documental para responder.

Además, en la respuesta de información con folio 3300142220- 00030, Fonatur aseguró también desconocer qué tipo de herramienta y empresa han llevado a cabo estos trabajos, así como asegurar que tampoco posee evidencia fotográfica de estos trabajos.

No nos oponemos al “desarrollo”, pero si al despojo, al ecocidio de valiosísimos e irrepetibles ecosistemas.

No es desarrollo el acabar con reservas de la biosfera, amenazadas ya de por sí por plantaciones industriales de palma aceitera y soja, granjas porcícolas, incendios forestales intencionales, tala y tráfico ilegal, de especies animales y diversas especies vegetales.

El sureste mexicano es considerado parte del hotspot de biodiversidad mesoamericana. Hotspot es un término acuñado por Norman Myers, en 1988, y se refiere a las regiones insustituibles en el mundo debido a su alta concentración de especies endémicas que enfrentan altos grados de amenaza.

Esto es lo que se acabará. Todos sabemos que a los lados del tren surgirán fraccionamientos, campos de golf, restaurantes, etc. En los cuales los antes propietarios de estas tierras acabaran trabajando de albañiles, sirvientas, veladores, meseros, etc. Y para colmo no tendrán ya tierra para sembrar para su autoconsumo.

 Tanto el área de Balamkú y Calakmul, son el hogar de más de 558 especies de vertebrados entre las cuales destacan especies emblemáticas y sensibles a los disturbios como el jaguar, el tigrillo, el mono aullador, el hocofaisán, la salamandra yucateca y el tapir centroamericano.

 El Tren Maya provocará la pérdida de más de 8 millones 736 mil árboles, palmas y arbustos en 120 kilómetros de selva.

La península de Yucatán es la región con el mayor número de jaguares en México y se estima que en la selva maya habitan por lo menos 750 adultos. No obstante, por el tamaño de la población y su aislamiento, se considera que los jaguares de esta región están camino a la extinción.

Las crías de ocelotes o tigrillos son víctimas de atropellamiento en zonas urbanizadas como Cancún. Esta amenaza crece con la construcción de la infraestructura y los polos de desarrollo alrededor del Tren Maya.

 Otro ejemplo es la cueva conocida como el Volcán de los Murciélagos da refugio a más de 3 millones de estos animales, los cuales se dividen en siete especies insectívoras que brindan servicios ecosistémicos invaluables. Pero el paso del Tren Maya podría ser catastrófico para esta cueva.

Si antes, estando la selva tupida, había caza ilegal e irracional, imagínese usted respetado lector, lo que va a suceder.

La selva Maya, forma parte de los bosques ancestrales que sostienen la vida en nuestro planeta, y están siendo destruidos. Majestuosos bosques de todo el mundo están siendo aniquilados en aras de intereses económicos y políticos, totalmente ajenos a los propietarios originarios, que son en su mayoría indígenas.

Los (nos), están aniquilando sin darse cuenta, ¿o si se dan cuenta?  Talar un solo árbol es quitar oxígeno a los seres humanos, es quitar agua. Sin estos dos elementos no hay vida alguna. Un árbol de 30 metros de altura, con diámetro en el tronco de medio metro en la base, produce unos 2.721 kilogramos de oxígeno suficientes para que dos personas respiren por un año.

Los árboles tienen poderes extraordinarios. Proporcionan sombra, enfrían el clima local, capturan dióxido de carbono del aire, y son capaces de repararse y replicarse, si no los molestamos. Para funcionar solo requieren luz del sol y agua de lluvia, a cambio nos dan vida. No en balde las culturas ancestrales y aun hoy las comunidades indígenas los consideran sagrados.

 Proteger y restaurar la cubierta arbórea podría revertir el calentamiento global, con todo lo que esto conlleva.

 ¿Exterminar un bosque, una selva, para sembrar soya, criar puercos, aceite de palma, madera, para hacer papel que las más de las veces se tira y contamina?  Realmente es un crimen lo que se está haciendo, ya que ahorita lo que tenemos que hacer es revertir el calentamiento global. Y con estas acciones en las que se da prioridad a intereses económicos, están coadyuvando a la muerte del planeta y todas las especies que en el habitamos.

Para la civilización maya los cenotes eran lugar de nacimiento de la vida, ventanas al   inframundo y contenedores de aguas sagradas.

Los cenotes son una inmensa riqueza acuífera. Igualmente, no valorada, que están siendo gravemente afectados, por acciones humanas indebidas; se vacían los deshechos de las granjas porcícolas, incluso, deshechos humanos, que van desde encementarlos para que bajen los turistas, protectores solares, pañales, basura y algunas veces se han conectado desagües. El agua dulce libre de impurezas es una riqueza enorme. Debido al tren maya, muchos cenotes están en peligro de extinción, y con ello toda la vida que generan, además de valiosísima información científica acerca de la evolución humana y planetaria.

La mayoría de las comunidades indígenas rechazan cualquier cambio de uso del suelo o licencia para este proyecto. El Tren Maya “no tiene nada de Maya, ni beneficia a la población maya. No queremos ser un Cancún o Rivera Maya, donde las cadenas hoteleras, de transporte, de restaurantes son los únicos beneficiarios.”

He ido varias veces a Quintana Roo, en Cancún, Playa del Carmen y Tulum, a lo largo de la costa, hay playas paradisiacas, a las cuales los mexicanos, no podemos acceder. Quizás podamos “colarnos” y caminar por ahí, pero sentarnos en la playa, meternos al mar no. Solo extranjeros, no obstante que la Constitución, marca las playas como nuestras.

La selva del sureste nos habla de la sabiduría de los Mayas, la cual estribaba en el conocimiento y respeto a la vida en todas sus representaciones, Sobre todo amaban y respetaban el cosmos, seguramente por eso sabían de la valía de los árboles, que nos permiten llegar al cielo.

El árbol era la comunicación entre los tres niveles del cosmos: el subterráneo por sus raíces, la superficie de la tierra por tu tronco y las alturas o el cielo por su follaje.

 La selva, sus miles de habitantes no humanos, árboles, insectos, reptiles, jaguares, tigrillos, monos, aves maravillosas, mariposas, peces, plantas, rocas,  hablan en silencio, cuentan su historia, nuestra historia.