DEBATAMOS MICHOACÁN: El odio en cuatro niveles

Muchas ocasiones hemos escuchado sobre los discursos de odio, y la manera de denostar o perjudicar la imagen, la privacidad de las personas. (Foto: especial)

Muchas ocasiones hemos escuchado sobre los discursos de odio, y la manera de denostar o perjudicar la imagen, la privacidad de las personas; dónde queda el límite entre la libertad de expresión y el discurso de odio, la narrativa de odio, la expresión de odio en contra del otro, el crimen de odio del diferente, al que se le quiere denostar. Pero, y ahí, en las expresiones de odio cuando se destina a intimidar, oprimir o a incitar a la violencia contra una persona o grupo en base a sexo, género, clase, raza, religión, nacionalidad, orientación sexual, aspecto físico, discapacidad, en ocasiones pienso si más bien, este podría ser el lado obscuro de la libertad de expresión que absolutamente todos tenemos como libertad.

Y serán justamente, aquellos mecanismos de opresión que la población en una posición de asimetría de poder, utiliza para someter, controlar e incluso disciplinar los cuerpos de aquellos que son diferentes, de aquellos que, por su color de piel, su condición sexual, económica, de salud, discapacidad, la edad, la clase, el sexo, el género, la raza, es comprendido en una dinámica social como inferior.

La opresión se mantiene viva todos los días, en ocasiones invisibilizando, en otras tantas con estigmas o prejuicios, sometiendo por la vía de la violencia, la exclusión, la discriminación, y otras tantas, asesinando, y desde luego que hoy, utilizando la necropolítica, definiendo que cuerpos deben de vivir, que cuerpos deben de morir.

Considero que para conocer que tanto generamos discursos de odio, deberíamos tener un odiontometro (incluye el odio y la violencia) o bien adiometro (aunque este término ya es utilizado para medir los discursos de odio en las redes sociales, principalmente en twitter); así como existe un violentometro, la existencia de diferentes posiciones del odio, permiten comprender la manera en cómo se transita de la expresión, del discurso, de la narrativa de odio, y desde luego del crimen de odio, para hablar de un caso en especial, de una colectividad o bien de una narrativa que somete a una población.

Por otro lado, el odio, lleva a la muerte, episodios que hemos visto de policías blancos contra personas de piel negra en los Estados Unidos, los asesinatos perpetrados por el patriarcado contra personas homosexuales o trans, los asesinatos de personas adultas mayores por una mujer apodada  “la mata viejitas”, en fin, vivimos en una sociedad compleja, donde esta normalizado y naturalizado el odio y reitero como discurso o narrativa o bien expresión, al parecer es el lado obscuro de la libertad de expresión que todas las personas tenemos.

El odio, no solo se expresa en su condición física, de denominar y dominar, subordinando los cuerpos, o el cuerpo; también lo puede hacer a través expresiones, narrativas y discursos de odio, que de manera muy puntual precisa el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, aquel otrora CONAPRED, dirigido por Gilberto Rincón Gallardo (qepd), o bien, por Perla Bustamante, Ricardo Bucio, por Alejandra Haaz, así como por Mónica Maccise, quien presentará su renuncia y fuera aceptada.

Frente al odio, una manera de detonarlo, es la expresión, es la oralidad, son aquellas frases, palabras denostativas, un uso del lenguaje coloquial que pone a las personas y somete sus cuerpos a la agresión verbal, o bien a la exclusión de un grupo o de la colectividad. Dichas expresiones pueden ser aisladas, incluso no sistemáticas y a menudo son descalificaciones contra la apariencia, el cuerpo de la persona, la condición social, económica, de poder, la posición política hoy tan de estos tiempos, frente alguna situación que genera conflicto

A diferencia de la expresión de odio, el discurso de odio incita a ideologías misóginas, machistas, clasistas, racistas, homófobas, xenófobas, que justifican la exclusión y la jerarquización social de un grupo o sociedad derivado de sus condiciones sociales y económicas de poder. Para el Consejo de Europa es discurso de odio “todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras formas de odio basados en la intolerancia, incluyendo: la intolerancia (el no reconocimiento de las diferencias) expresada por un nacionalismo agresivo y etnocentrismo, discriminación y hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y personas de origen migrantes, y aquí agregaría la condición de pobreza o precariedad, su condición sexual, de género, de etnicidad.

Las narrativas de odio, es diferente a la expresión y discurso de odio; la narrativa es el relato con una lógica y coherencia interna que interpreta la conexión de eventos y personajes; es decir, le dan sentido a la historia, conectando los sucesos singulares con los más generales, hasta legitimar una construcción de la historia colectiva, para excluir y sancionar.

La narrativa de odio construye su reflexión a partir de distintos momentos, tiempos, contextos, y legitima sus motivos, las explicaciones que dan sentido a su comportamiento, y permite la creación de los móviles para la exclusión y desde luego con ello, hace del odio la herramienta perfecta para violentar los derechos humanos de las personas.

Los narrativas de odio, los discursos de odio, las expresiones de odio, existen, porque existe un modelo social, que fue fundado en el sometimiento del ser, del saber y del poder desde hace 500 años, donde el hombre occidental patriarcal, blanco, heterosexual activo, con estudios, con estabilidad económica, no étnico,  sin discapacidad, constituye el modelo asimétrico del poder, de jerarquización social, los blancos viviendo en privilegios nos dice Frants Fanon, y las demás razas en precariedad, en esa línea del ser humano, arriba, el norte global con el ser humano, abajo el sur global con el pseudo ser humano.

Pero los discursos de odio son la antesala de las muertes por odio, de los llamados crímenes de odio por homofobia, los crímenes por odio por género; aunque hay un debate sobre el tema del odio y los crímenes de género, que lo aborda muy bien Rita Segato en su texto Las estructuras elementales de la violencia.

En el caso de México, la Comisión de crímenes de odio por homofobia ha venido documentando dichos crímenes desde 1995 a la fecha; en la tesis doctoral que construyo sobre crímenes de odio en Michoacán 1980 2015, se encuentran más de cien casos de crímenes cometidos contra la población LBGTTTIQ, documentados desde los medios de comunicación.

Es decir, hablar de un odiontometro o odiometro, es importante porque mide el nivel de odio de una persona o de una colectividad y que puede ir desde una expresión, hasta la muerte de la persona. Esta nueva forma de explicar el odio, nos enseña que la violencia física, verbal, y homicida esta entreverada, esta hilada en el pie de la trama desde un patriarcado que requiere de mantener vigente el género y su mandato y potencias, en contra de quienes denomina y domina, en contra de quienes subordina y genera dominación de sus cuerpos.

Hablar de odiontometro o odiometro, nos aporta elementos sobre nuestro comportamiento, desde el conocimiento consciente, nuestro desarrollo de conciencia bélica y su estigmatizante proceder contra el otro que es diferente, pero también nos aporta que tanto en nuestro manejo de inteligencia emocional estamos avanzando en el respeto del otro, sin prejuicios, sin exclusión, sin violencia, discriminación.

Así, el odiometro, nos plantea un primer nivel en la expresión de odio, un segundo nivel de cuidado frente al discurso de odio, un tercer nivel de narrativa de odio, y un cuarto nivel que está ahí, siempre avisando, la muerte por odio, por ser diferente, por ser desigual, por ser viejo, homosexual, por ser trans, trabajadora sexual, por ser indígena, afrodescendiente, porque eres del equipo contrario, porque tú no tienes derechos, porque para ti no hay opciones más que ser excluido, violentado, discriminado, oprimido, la muerte asecha.