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¿Crisis financiera por cambio climático?

El concepto de Cisne Verde ha sido tomado del pensador Nassim Nicholas Taleb, quien en 2007 publicara un libro titulado “Cisne Negro”. (Foto: especial)

Las reflexiones sobre los terribles efectos que ha venido ocasionando la intervención humana en la naturaleza están llegando a espacios que hasta hace poco se consideraban ajenos a las gruesas predicciones ambientales.

Apocalípticos, paranoicos o desproporcionados, habían sido hasta ahora los adjetivos que con mayor frecuencia se lanzaban contra los ambientalistas que han advertido de consecuencias ingratas en un futuro no lejano para la existencia humana en la tierra.

Si acaso se tomaban con mayor seriedad las predicciones que indicaban efectos inmediatos, por ejemplo, la falta de agua para consumo humano por la deforestación, la pérdida de biodiversidad por el cambio de uso de suelo, la pérdida de polinizadores o las enfermedades cancerígenas en las personas por el uso indebido de agroquímicos tóxicos en huertas y siembras.

La sensibilización social en torno a los incendios forestales porque es evidente su daño a los componentes de la atmósfera que respiramos, al paisaje cerril y a la fauna salvaje, sería otra manera evidente para relacionar el daño ambiental con nuestra calidad de vida. Pero de allí a que se les diera la misma importancia a predicciones mayúsculas, como la de poner en duda la viabilidad civilizatoria de la humanidad, había un abismo.

La perspectiva, sin embargo, está cambiando de manera radical. El sector económico considerado como el más refractario a las predicciones “apocalípticas” del ambientalismo ha dado un giro de 180 °. Y hay una razón: el capital financiero se quiere salvar, lo lleva en su ADN, resulta que está viendo en la crisis climática un riesgo. No cualquier riesgo, uno catastrófico y busca ponerse a salvo. Y lo podría hacer hará sacando sus capitales de inversiones que se le retornen como bumerang.

El Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), que coordina a todos los bancos centrales del mundo, ha convocado a una reunión para el fin de este mes. A esa reunión le han dado el singular nombre de Cisne Verde (Green Swan 2022) y en la cual se hablará de los riesgos ambientales como factor de alto riesgo para la estabilidad financiera global.

La realización de negocios en el mundo había dejado de lado, en gran medida, el cálculo ambiental como un factor de alto riesgo financiero. Negocios como la minería, la extracción de petróleo y carbón, los monocultivos extensivos, el crecimiento de infraestructura turística y la expansión anárquica de los asentamientos urbanos, ahora, de acuerdo con este nuevo horizonte, podrían constituirse en un Cisne Verde que derrumbe las finanzas mundiales.

El concepto de Cisne Verde ha sido tomado del pensador Nassim Nicholas Taleb, quien en 2007 publicara un libro titulado “Cisne Negro”. Hasta fines de 1600 el mundo occidental consideraba que los cisnes negros no existían hasta que la biodiversidad de Australia lo desmintió. Un Cisne Negro es un evento que echa por tierra todas las creencias y certidumbres de una época. Esta perspectiva encuentra asidero en la teoría del caos y en los sistemas complejos no predecibles, como el clima, la economía, la política y la “dirección” de la historia. Se inscribe en lo no predecible y sorpresivo.

La Primera Guerra mundial ha sido un Cisne Negro, como también otros eventos tales como el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001, la crisis financiera del 2008, el surgimiento de la pandemia por Covid-19 y podría ser un Cisne Negro lo que pueda venir con la intervención de Rusia en Ucrania. En pocas palabras un Cisne Negro pone patas pa’ arriba la vida ordinaria de los valores económicos y sociales que conocemos porque no tenemos manera de conocer el todo y su complejidad.

El Cisne Verde es un evento que derivado del cambio climático podría generar un efecto desencadenante de decisiones económicas que pueden tirar a las finanzas mundiales.

El incremento de la temperatura en los océanos puede, como ya está ocurriendo, elevar el nivel del agua en las zonas costeras, puede también modificar de manera radical, como ya lo hemos visto, los patrones climáticos. Y todo lo anterior tendrá repercusiones en la infraestructura turística, en la vida productiva diaria, en la generación de alimentos y obligadamente en la modificación radical de las normas ambientales para frenar el daño y mitigar la fatalidad del Cisne Verde.

Es relevante que el sector financiero global incluya en su agenda el alto riesgo por cuestiones climáticas. Es decir, la “paranoia” de los ambientalistas parece que era más bien racionalidad pura y dura con una dosis formidable de intuición. Tan dura que ahora los grandes bancos se refugian en esa racionalidad y en el terreno de lo caótico para anticiparse a una crisis.

Sin embargo, habrá que decir que las advertencias están llegando un poco tarde, es más para algunos gobiernos del mundo la cuestión ambiental les sigue importando un soberano cacahuate.

Cuando el probable Cisne Verde nos alcance en México, actividades como la minería, la extracción de petróleo, carbón y cultivos como el aguacatero, quedarán desfondados financieramente por la depreciación de sus valores accionarios y la imposición de regulaciones extremas para frenar, mitigar o tratar de revertir el cambio climático que reclamará la comunidad internacional como reacción a la catástrofe.

Existe una elevada probabilidad, dado que el capital financiero tratará de protegerse a toda costa, que derivado de la reunión Cisne Verde 2022 de finales de mayo en la que convergerán todos los bancos centrales del mundo, se concluya la recomendación urgente para que los gobiernos radicalicen sus regulaciones ambientales para evitar la letal sorpresa de un Cisne Verde, lo de menos será el llamado a cumplir a raja tabla los acuerdos de París.

El riesgo de Cisne Verde —espero equivocarme— no es advertido por nuestros gobiernos pues están dedicados en cuerpo y alma a justificar y a lavarle la cara a los capitales que con esmero y codicia siguen dedicados a destruir y contaminar lo poco que nos queda. Para ellos el Cisne Verde seguirá siendo una visión apocalíptica de pseudo ambientalistas.

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