LA TENSIÓN ESENCIAL: Ojo libre

Ese caso es justo el de Ojo libre, el cual es uno de los proyectos cinematográficos culturales alternativos más longevos que tiene la ciudad de Morelia. (Foto: Juan Carlos Arreygue)

En el valle de Guayangareo se fabricaron muros para proteger a la comunidad y ladrillo tras ladrillo se trazó mágicamente un laberinto de calles, iglesias, casonas y alcantarillado, pero mientras se edificaba la ciudad nadie se percató de que la belleza que hay en las murallas se puede transcribir como otra forma de aislarnos, no del mundo sino de nosotros mismos.

Definirnos en una ciudad bien definida, solo crearía sujetos semejantes entre ellos, por lo que el rebelarnos a la forma es una opción para evitar sentirnos ajenos; adaptarnos a lo extraño para buscar lo propio, no evita que nuestros sentires contenidos estallen para volverse pensamiento que se materializa en la cultura alternativa de la cantera rosa.

Basta recorrer las calles del centro para notar que entre los locales perviven lugares de resistencia cultural como cafés, cocinas de autor, foros y bares que bajo la luz tenue tienen huéspedes que ofrecen poesía, música, cine, performance, vendimias, intercambios solidarios o simplemente un abrazo para apaciguar las penas, así como muchas otras actividades de reflexión que acompañadas de una cerveza o un café te reconfortan toda la semana.

¿Cómo surgen estos fantásticos lugares e iniciativas? El inicio de cualquier proyecto es siempre una serie de trampas, y más aun dentro de Morelia que históricamente se ha consolidado como una ciudad cultural. No obstante habría que cuestionarnos si nuestra ciudad ofrece actividades culturales todo el año, la respuesta sería sí pero habríamos de hacer la distinción de que la gran mayoría de su oferta cultural está siendo gestionada por el ámbito alternativo.

 Ese caso es justo el de Ojo libre, el cual es uno de los proyectos cinematográficos culturales alternativos más longevos que tiene la ciudad de Morelia. Lo que empezó con tres personas organizando un cineclub, se volvió lentamente una red de colaboradores que se dedican a la gestión cultural cinematográfica.

En específico, sus líneas de acción tienen que ver con la formación de públicos, el cine mexicano, la gestión de derechos y la colaboración con diferentes iniciativas dedicadas a la exhibición, así como la investigación cinematográfica y la reproducción del cine.

Y es que acudir a una función de Ojo libre siempre es una experiencia grata, en la cual por un precio paupérrimo te sientas en una butaca improvisada junto con tus amigos en un lugar que dista mucho a una sala de cine (porque no es el espacio destinado para una), y después de la función como si se tratara de un revival de la experiencia del ver, llega el hablar, en donde se revive la película para resignificar colectivamente la experiencia vivida en la pantalla.

Además del ver, el hablar y el sentir, la escritura ha estado ligada a la iniciativa de Ojo libre, en pro de crear un pensamiento cinematográfico utilizando el recurso de la palabra escrita y, aunque no se declara una intención poética, si hay un claro intento de pensar la cinematografía en todos los ángulos posibles, lo cual genera un acercamiento a la sensibilidad latente en los actuantes del espacio cinematográfico compartido. Se plasma la vida real en el cine y en las páginas escritas.

“La palabra a veces tiene más importancia que el propio cine, el cine es el pretexto, el punto de partida, es el medio, pero no el objetivo principal. El campo de juego pero no la batalla”, ha dicho Virginia Rico, la directora de este proyecto.

Virginia Rico, es parte de un linaje creciente en esta ciudad de gestores culturales alternativos que se adaptan a lo inadaptable, haciendo malabares y maravillas con la escasez de recursos que el sistema cultural institucional ofrece. Virginia encuentra belleza en la rigurosidad y el trabajo arduo que en los nueve años de vida que Ojo libre lleva realizando sus actividades, no obstante aún después de todo este tiempo existen muchas cosas que hay que cambiar si queremos que existan más iniciativas como esta.

“En la ciudad de los mil mundos habita el ojo libre de todos dedicado a transformar su entorno a través de la mirada”.

Las palabras de Virginia Rico nos mueven a lugares fantásticos que pueden parecer utópicos para el ojo que no reconoce su labor, puesto que en realidad sus palabras pueden ser tomadas como una denuncia que aboga por la dignificación del trabajo cultural.

Es más que acudir a ver una película, la diferencia de este proyecto cultural con los proyectos establecidos por el estado es su capacidad de promover el encuentro social todo el año en distintas sedes en donde el individuo común es el vehículo que mueve los afectos para crear vínculos entre las personas.

Reapropiarse de la ciudad de Morelia implica acercarse a su gente para construir puentes entre las palabras e imágenes, es decir que implica asegurarse de que exista la posibilidad de encuentro entre imaginarios cotidianos, esto para quien quiera que se dé un momento de sentarse a ver una película y charlar un poco. Todo esto no es una tarea menor ni mucho menos es sencillo, existe en este actuar una reflexión planeada mucho antes de que la proyección empiece.

Lo anterior puede hacer que la exhibición independiente sea una conceptualización engañosa que pretende deslingarse de lo comercial sin esclarecer que lo independiente no debería de depender enteramente de la economía de las personas de las que surgen los proyectos, sino que deberían de depender de un sinfín de relaciones que corresponden a todos los que tienen a la mano el presupuesto sobre la ciudad.

Somos un público cultural mal acostumbrado a no pensar en los grandes esfuerzos detrás de los proyectos alternos de nuestra ciudad, la realidad es bastante distinta a una utopía y es que vivimos en la precariedad cultural, lo cual no corresponde a nuestra exigencia de estrategias más sensibles de integración y participación que proyectos como Ojo libre han llenado.

Mientras no exista la dignificación en el trabajo cultural alternativo, seguiremos sujetos a tener probadas de cultura una vez al año y no para todos y todas; existe, evidentemente, fuera del ojo público de la ciudad, un esfuerzo enorme por conciliar la cultura y el ocio, por y para todos los que habitamos juntos sin ser conscientes de esto.

Virginia y Ojo libre son solo un pedacito de todos los proyectos culturales que existen en Morelia, los cuales sospecho que pronto empezaran a tejer redes más estrechas de comunicación entre ellos.

Después de una larga trayectoria, ¿qué le depara a un proyecto alternativo tan longevo? Virginia Rico tampoco lo sabe pero desde esta nota cruzamos los dedos para que tengamos un buen ojo muchos años más.