URBANÓPOLIS: El cisne verde

A principios del siglo XVII, cuando los primeros exploradores de origen europeo llegaron a Australia, se sorprendieron de encontrar una especie de cisnes de color negro, pues hasta ese momento se creía que todos los cisnes eran de color blanco. Este descubrimiento inesperado cambió por completo la percepción que existía en aquel entonces. Desde ese entonces “cisne negro” es una metáfora que se utiliza para describir sucesos inesperados y de gran impacto.

El filósofo libanes libanés Nassim Nicholas Taleb, en 2008, desarrolló la teoría del cisne negro o teoría de los sucesos del cisne negro, para describir que existen sucesos sorpresivos (para el observador) de gran impacto socioeconómico y que, una vez que acontecen, se racionaliza por retrospección (haciendo que parezca predecible o explicable, dando impresión de que se esperaba que ocurriera). En su teoría Taleb sustenta que todos los análisis económicos que se basan en evaluar el pasado (o lo conocido) para predecir el futuro, se verán refutados en algún momento por un “cisne negro”.

Para ser considerado como “cisne negro”, el evento tiene que reunir tres características principales: 1) Que sea altamente improbable, en otras palabras, que no exista ninguna evidencia de que vaya a suceder; 2) Que propicie un elevado impacto, que afecte de manera importante a la sociedad en general, y 3) Que una vez que acontece, tiende a explicarse mediante razonamientos lógicos, de forma que pudiera parecer que pasaría irremediablemente.

Los últimos “cisnes negros” han sido, obviamente: la pandemia, la inesperada invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York.

Hoy en día, la metáfora del “cisne negro” adquiere vigencia en virtud de que Agustín Carstens, el exgobernador del Banco de México, y ahora coordinador de todos los bancos centrales del mundo, está convocando para finales del mes de mayo del presente año a una reunión bajo el término “Green Swan 2022”.

El término usado Carstens lo toma prestado del libro que en 2020 publicó el Banco de Pagos Internacionales (BPI) intitulado El cisne verde – Bancos centrales y sostenibilidad financiera, cuyos autores son Frédéric Samama, Patrick Bolton, Morgan Despres, Luiz Pereira da Silva, y Romain Svartzma, y quienes argumentan que acuñaron este término para definir los inciertos retos que enfrentan los bancos centrales ante el impacto que el cambio climático tendrá en la economía mundial.

El libro revisa formas de abordar estos nuevos riesgos dentro de la lógica de la estabilidad financiera de los bancos centrales, e integrar el análisis de riesgos relacionados con el clima en la monitorización de laestabilidad financiera, ante la incertidumbre asociada a un fenómeno físico, social y económico que cambia constantemente e involucra dinámicas complejas y reacciones en cadena, suponen un mayor desafío económico financiero. En pocas palabras, la metáfora de un “cisne verde” refiere a una probable crisis financiera provocada por el cambio climático.

El documento del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés) presenta los desafíos que el cambio climático e impone a los bancos centrales, se considera que el cambio climático es una fuente de inestabilidad financiera que impacta directamente a los precios, por lo que propone la creación de entidades mundiales como una red para ecologizar el sistema financiero, considera como indispensable vincular las prácticas de los bancos centrales a las acciones que gestionen los riesgos del cambio climático, principalmente aquellas llamadas inversiones “verdes” y de bajos niveles de carbón.

El BIS afirma que es necesario impulsar una nueva forma de pensar al interior de la comunidad financiera, con metodologías de análisis que contemple escenarios para evaluar situaciones de incertidumbre bajo perspectivas más amplias que permitan reconocer los riesgos sistémicos futuros del cambio climático. Tal vez, de lo más importante, es que la estructura financiera está tomando conciencia de que deben tornarse proactivos para impulsar acciones coordinadas que mitiguen el cambio climático. Se trata de las denominada “cinco C”: contribuir a la coordinación del combate al cambio climático.

Todo debemos estar atentos a los resultados de la reunión convocada por Agustín Carstens, no solo porque de ahí saldrán políticas que pueden impactar aspectos financieros como los afores;  sino porque puede constituir un parteaguas en materia ambiental, pues hasta la fecha es evidente que la lógica económica ha imperado sobre el interés ambiental y tal vez, solo tal vez, si hoy se detecta que el cambio climático constituye una amenaza al sistema financiero, podríamos esperar que se destinen recursos económicos suficientes para abatir o al menos detener los factores que detonaron el cambio climático como el uso de energías fósiles.

Del mismo modo en el que el sistema financiero busca proveer el impacto del cambio global y como mantener su vigencia en el nuevo contexto ambiental, esta experiencia, nos debe hacer reflexionar en torno a la necesidad de revisar y adecuar planes y programas educativos, acordes a la compleja problemática que enfrentarán los futuros profesionistas. No como se realizó hace 15 o 20 años, con la mal llamada ambientalización del currículo, en donde sólo se buscó incluir una asignatura referente al cuidado del ambiente. Se trata de garantizar que los proyectos y actividades a desarrollar por los futuros profesionistas, no solo sea técnicamente la mejor, sino que contribuya a enfrentar y mejorar la nueva realidad ambiental.