Elefantes blancos

La famosa Estela de Luz en la Ciudad de México. (Foto: especial)

Hace algunos años en cierto sector de la población, se hizo popular un dicho que decía: si quieres destruir a un enemigo regálale un vehículo viejo y en menos que canta un gallo, lo verás arrastrando la cobija, pidiendo crédito en la sucursal bancaria más cercana a su domicilio, para pagarle al mecánico, al electricista o al hojalatero, todos los arreglos hechos a ese regalo envenenado, y de seguirlo poseyendo, más temprano que tarde, terminaría empeñando los bienes restantes.

Posiblemente, esa idea proviene de Tailandia (antigua Siam), lugar donde existen unos elefantes de un color singular, que bajo los rayos del sol o en ciertas posiciones físicas, dan la apariencia de ser blancos. Por su rareza y hermosura son considerados animales sagrados, símbolo de poder y prestigio, los cuales son propiedad exclusiva del reinado, a los que se les proporciona un cuidado especial. Estos paquidermos no producen ninguna utilidad y si en cambio su manutención es muy costosa, por lo que un particular difícilmente podría mantenerlos. Circunstancia, que aprovechaba el Rey Bhumibol Adulyade, fallecido en 2016, después de 7 décadas de reinado, para arruinar a un enemigo, a quien le regalaba un elefante “blanco”, que el “agraciado” tenía la obligación de mantenerlo, proporcionarle los mejores cuidados, sin poder sacarle ninguna utilidad ni deshacerse del mismo, gastando grandes cantidades de dinero para su manutención, por lo que en poco tiempo quedaba en la ruina económica.

Los “elefantes blancos”, que le han regalado al pueblo de México, quienes han gobernado   al país desde hace décadas, provocando que más de 60 millones de mexicanos vivan en la marginación, pobreza o en la miseria, abundan por todas partes del territorio nacional, producto de la negligencia y corrupción con que han administrado las instituciones sociales, de todos los niveles de gobierno. Son todas aquellas costosas obras construidas con dinero del pueblo, que no proporcionan ningún beneficio a la población, por no ser prioritarias, por lo tanto, no están sustentadas en diagnósticos elaborados por técnicos profesionales libres de intereses políticos o personales. También aquellas obras que se planearon con una visión limitada en cuanto a diseño, objetivos, tiempo y presupuestación o que no están consideradas, en un proyecto de nación, simplemente porque este no existe, pero, que de momento dan imagen o dividendos económicos a los gobernantes de paso. Igualmente, en este tipo de clasificación se ubican las costosas obras que han quedado inconclusas o que tienen un costo de mantenimiento mayor que los beneficios sociales que puedan proporcionar a la población; asimismo, aquellas que prácticamente nacieron muertas o de plano se les abandonó a su suerte. La mayoría de estas, van quedando como monumentos a la ignorancia de quienes propusieron su construcción, que bien puede ser: unas jardineras, parques deportivos, centros de convenciones, teatros, bibliotecas, museos, universidades, refinerías, presas, ciclopistas, hospitales, autopistas, carreteras, puentes, estadios, sucursales bancarias del bienestar, monumentos, áreas verdes, entre otras.

Un ejemplo de esos elefantes blancos es el monumento conmemorativo del bicentenario de la independencia de México y el centenario de la Revolución Mexicana, conocido como La Estela de la Luz, que costó tres veces más de lo originalmente programado, que a lo mejor embellece el paisaje urbano, pero que absolutamente en nada contribuye a resolver ninguna de las necesidades sociales que padecemos los mexicanos.

Algo parecido sucede con la construcción de La Presa “Francisco J. Múgica”, que por principio de cuentas se construyó en terrenos en litigios, prevista a construirse en un año, pero que se prolongó hasta los cinco y al doble del costo programado. Además, de que se entregó incompleta y con algunas deficiencias en su construcción, además de que la planta hidroeléctrica que genera la presa, la administra una empresa privada, la que a su vez le vende la energía eléctrica que produce a la Comisión Federal de Electricidad. En resumen, han sido más los gastos que los beneficios esperados.

Cosa parecida va a suceder con la construcción de la refinería llamada “Dos Bocas”, idea que parece surgida en un rato de ocio del Ejecutivo Federal, La que en menos de que canta un gallo,  va a pintarse de un oxidado elefante blanco, por el agotamiento de los yacimientos petroleros, los altos costos de producción, pero, sobre todo, por el uso de nuevas y renovadas energías, que sustituirán el uso de los hidrocarburos, lo racional hubiera sido, la rehabilitación de las instalaciones de las refinerías de Salamanca y de Tula, gastando menos  recursos presupuestales y obteniendo mejores beneficios a más largo plazo.

El cuerpo de seguridad, llamado Guardia Nacional, empieza a proyectar un asombra parecida a la figura de un elefantito, no sé si porque exista una mala administración o porque nació muerto, hasta ahora hay más dudas que certeza, de su efectividad, su distribución territorial no coincide con las zonas de mayor inseguridad, ni se ha logrado reducir la delincuencia en sus diferentes expresiones. Lo más conveniente es revisar la estrategia planteada, establecer prioridades en las 266 coordinaciones, para hacer un despliegue adecuado en función de la realidad de cada área geográfica, si se pretende alcanzar los objetivos deseados, de lo contrario, el costo de su presencia rebasará los beneficios sociales obtenidos, y en poco tiempo, dicha corporación podría convertirse en un elefante blanco.

Por otra parte, instituciones sociales como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que, por sus limitadas funciones, su deficiente administración y por ser más altos los costos de su mantenimiento, que sus beneficios a marginados, pobres y miserables; de no corregir el rumbo, puede transformarse en un elefante blanco. Por principio de cuentas, tiene una compleja estructura administrativa compuesta por: una Dirección General; seis direcciones adjuntas; una Unidad de asuntos Jurídicos; una Oficialía Mayor; una Secretaria Ejecutiva de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, una Coordinación de Proyectos, Comunicación e Información Estratégica; una Dirección de Cooperación Internacional y un Órgano Interno de Control, con un presupuesto nada despreciable de aproximadamente 29 mil 564.2 millones de pesos, par el ejercicio fiscal 2022. Mientras que otro lado, sus resultados dejan mucho que desear, por no estar a la altura de las circunstancias, a la fecha, no ha logrado concluir el proceso de elaboración de una vacuna contra la COVID-19, como sí lo han hecho los cubanos con todas las limitaciones económicas que tiene para realizar sus investigaciones científicas. Mucho menos ha podido proponer una estrategia que ayude a mejorar la calidad de vida de la población, surgida de las investigaciones científicas-tecnológicas, que se hacen en las ciencias exactas, naturales, de la salud, de humanidades y de la conducta, sociales, biotecnología y agropecuarias, así como el ramo de las ingenierías. Por otra parte no conocemos los resultados concretos de las investigaciones científica básicas y aplicadas; al parecer no se asesora en materia de ciencia y tecnología a las entidades federativas y a los municipios; por los comentarios escuchados, el Sistema Nacional de Investigadores se ha aprovechado para pagar favores políticos y no para fomentar el desarrollo científico y tecnológico; asimismo, no se hacen aportaciones de recursos a las instituciones académicas, centros de investigación y, en general, a personas físicas y morales para el fomento y realización de investigaciones y desarrollos tecnológicos; no se formuló para 2022 un programa de becas de acuerdo a la realidad y necesidades de los estudiantes marginados, pobres y miserables, para financiar estudios de maestría y doctorado, tanto en la universidades nacionales como extranjeras, todo se enfocó al conocimiento de las ciencias de la salud, como lo ordenó el Presidente de la Republica y no como se requiere técnicamente.

Mexicanos como José Antonio Álzate Ramírez, inventor del flotador del retrete, Everardo Rodríguez Arce, inventor de la primera máquina tortilladora, el ingeniero Guillermo González Camarena, autor de un “sistema tricromático de secuencia de campos o el Ing. Heberto Casillo Martínez, creador del sistema estructural denominado tridilosa, entre otros muchos, sin ser premios nacionales de la ciencia, ni recibir un solo centavo del El Sistema Nacional de Investigadores de México, hicieron sus aportaciones concretas a la ciencia en beneficiado a millones de mexicanos.

El CONACYT, institución responsable de “promover el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, la innovación, el desarrollo y la modernización tecnológica del país” le cuesta mucho dinero al pueblo, a cambio de muy pocos beneficios. De seguir con esa tendencia, en poco tiempo, se convertirá en un paquidermo blanco, reumático y artrítico, difícil de mover. Como se extraña aquellas administraciones dirigidas por los Drs. Edmundo Flores Fernández, Gerardo Bueno Zirión y por el Ing. Eugenio Méndez Docurro.