La luna nos ilumine…

Este junio de 2022 hubo 'luna de fresa'. (Foto: especial)

El martes pasado pudimos apreciar la super luna llena de junio llamada “luna de fresa”.

 Se les llama super lunas, cuando la luna se ve mucho más grande de lo normal.  La podemos ver así porque se encuentra en un punto mucho más cercano a la Tierra. Los científicos le dicen a este fenómeno luna llena en perigeo, que es cuando la luna se encuentra en el punto más cercano de su órbita al planeta Tierra.

El plenilunio o luna llena es una fase lunar que sucede cuando nuestro planeta se encuentra situado entre el Sol y la Luna, casi alineados. En ese momento, el ángulo de elongación o de fase del satélite es de 180º y la iluminación es del 100 %.

El cielo nos regaló estas tres noches la Luna más brillante y grande que nunca, en concreto media un 13% más grande y un 30% más brillante que en otras ocasiones.

Leí en información de la  NASA, que cuando se da este fenómeno hay una diferencia de algo más de 40.000 kilómetros entre los días en que nos queda más cerca y más lejos. Es decir, cuando la Luna está más lejos de la Tierra, lo que se llama apogeo, está a unos 405.500 kilómetros, mientras que esta noche la distancia sería de 357.000 kilómetros.

Pudiese parecer que el nombre que da origen a este fenómeno está relacionado con el color rosa de la Luna, más no es así.   Su significado tiene otros orígenes; de hecho, no siempre se vuelve de un color distinto, aunque a veces pueda ocurrir. Su origen tiene que ver con los nativos americanos de Canadá, que iniciaban la cosecha de fresa con la llegada de la Luna de junio.

Las comunidades sioux, Chippewa y ojibwe, por ejemplo, se refieren a esta la luna llena como luna de fresa. Otros grupos le han dado nombres ligeramente diferentes, que aún hacen referencia a la temporada de frutos de junio, como el término creek “kvco-hvsee” o “luna de zarzamora”. Los Haida lo llaman “gáan kungáay”, que significa “bayas que maduran en la luna”.

Muchas tribus, tienen apodos para la luna llena de junio que no tienen nada que ver con la fruta, incluyendo “msheke’kesis” o “luna de la tortuga” de la tribu Potawatomi y “at gadaxeet dis” o “luna de nacimiento” de los tlingit”.

En Europa, en cambio, a menudo recibe otros nombres como la Luna de Rosas, que señala el inicio de la cosecha de rosas o simplemente en referencia al color de la Luna llena que a veces aparece en esta época del año.

La luna llena de junio en los piases europeos es también conocida como “luna de miel” o “luna de hidromiel”, según The Old Farmer’s Almanac. Esto puede deberse a la reputación de junio como el mes de los matrimonios, y podría ser el origen del uso del término “luna de miel” para los días posteriores a la boda.

La luna refleja la luz del sol en la oscuridad, abre los caminos ocultos, levanta las mareas, influye sobre el flujo de los ríos y de las mujeres.  La luna fue concebida como “Diosa” por las antiguas civilizaciones, alrededor de todo el orbe.  Ha sido objeto de adoración desde los inicios de la historia de la humanidad.

Fue observando el cielo, la Luna, el Sol, las estrellas, que el ser humano llego a la conclusión de que, todo está unido. Que tienen el poder de influir sobre el planeta Tierra y, por tanto, sobre los mares, insectos, plantas, animales y nosotros mismos.

Últimamente se nos olvida a los humanos, que somos polvo de estrellas. Somos parte del cosmos, pero nos hemos separado de él, creyéndonos superiores, ajenos. Nada más erróneo. Desde la época prehistórica se conocía la unidad, los efectos de las estrellas, de la luna, del sol, sobre nosotros,  lo que sucede en el planeta y en todos sus habitantes.

 Los ciclos lunares duran 28 días, al igual que sucede con el periodo menstrual de las mujeres. Por esta razón la luna siempre ha sido vinculada al sexo femenino, a la procreación y la fecundidad. En la mitología egipcia Min era el dios lunar, de la fertilidad y la vegetación. También en la cultura griega encontramos a Selene, diosa de la fertilidad de la naturaleza, diosa de la Luna, era la hermana de Helios el dios del Sol. Cuando Helios abandonaba el firmamento, ella salía de las aguas del Océano.

En la mitología maya, Ixchel era multifacética. A veces se le representaba como una mujer joven y a veces como una anciana, dependiendo de las fases lunares. Era patrona de los oficios relacionados con la concepción, el embarazo y el parto. También era diosa de la medicina, los textiles, la pintura, las aguas, el arcoíris, la noche y la fertilidad de la tierra. Esta gran versatilidad la estableció como una de las deidades de cabecera de los mayas. Aquí el texto íntegro de una de sus leyendas:

“Cuenta la historia que, en los días cuando los dioses aún eran mortales, existió un amor tan profundo y tan puro, que su fuerza creó el sol y la luna, el día y la noche y el brillar de las estrellas.

Hace mucho tiempo, en una tierra lejana, vivía una bella joven llamada Ixchel, cuya belleza fascinaba a los hombres. Uno de ellos quedó prendido de sus encantos, de nombre Itzamná. La bella y codiciada joven se enamoró al instante de Itzamná, y un sentimiento puro y apasionado comenzó a nacer entre ellos. Un día soleado, en el paraíso de los mortales, llegó un extraño joven, quien al ver a Ixchel quedó flechado por su deslumbrante belleza.

Sin saber del creciente amor entre Ixchel e Itzamná, la hermana de Ixchel, Ixtab, convocó una pelea entre los dos jóvenes que se debatían el amor de la bella doncella. Ixtab declaró que los dos hombres pelearían hasta la muerte por el amor de Ixchel.

El día de la gran pelea, Itzamná estaba destinado a ser el vencedor, pero el destino no contaba con la mala jugada de su contrincante, quien, al primer descuido del valiente joven, hirió a Itzamná por la espalda, hiriéndolo de muerte.

Al ver a su amado sin vida, Ixchel encomendó su alma a Ixtab, quitándose la suya. Su hermana maldijo a aquel hombre que con trucos sucios mató a Itzamná, y su nombre jamás se volvió a pronunciar sobre la faz de la tierra. Al tomar el alma encomendada de su hermana, Ixtab se convirtió en la diosa del suicidio.

Los espíritus de los dos enamorados viajaron hacia los cielos para celebrar su unión por el resto de los tiempos. Itzamná volvió a nacer como el dios Sol, y su eterna enamorada, Ixchel, se convirtió en la diosa Luna. Para honrar la belleza de su amada, Itzamná le regaló el brillo de la noche con las estrellas: doncellas que mueren a una temprana edad y suben a los cielos para brillar por la eternidad. Se dice que, en cada fuego nuevo, la diosa Ixchel renace y permite que las doncellas (sus estrellas) se enamoren; del fruto de ese amor dan a luz un hijo. Es por eso que Ixchel es considerada también la diosa de los partos y de la fertilidad”.

Entre las leyendas chinas hay una sobre una diosa que habita en la Luna, acompañada por un conejo, que luce una fisonomía bella y una figura esbelta y siempre mira desde lejos a los seres humanos en la Tierra. Ella es conocida entre los chinos como Chang E y su nombre es sinónimo de la Luna en la literatura.

La luna, siempre ha estado relacionada con el amor, el misterio, la belleza, el suspenso y lo mágico.

Existen varias teorías para explicar su formación, pero la más aceptada sugiere que su origen tuvo lugar hace unos 4.5 millones de años después de que un cuerpo de tamaño similar al de Marte chocó con la Tierra. De los escombros se formó la Luna y después de 100 millones de años el magma fundido se cristalizó y se formó la corteza lunar.

 La Luna es el único satélite natural de la Tierra que se encuentra a 384400 kilómetros de esta, tiene un diámetro de 3476 kilómetros y realiza un giro completo alrededor de aquella cada 27,32 días.

 Es la quinta luna más grande, entre los más de ciento noventa satélites naturales que orbitan distintos planetas del Sistema Solar. Tiene un tamaño cuatro veces más pequeño que la Tierra y tiene una densidad 40 % menor a la de nuestro planeta.

 Si buscamos su origen etimológico, la palabra “luna” proviene del latín y es una contracción de “lucina,” una forma del verbo luceo que significa brillar o iluminar. A su vez, el verbo latino luceo procede de la raíz indoeuropea “leuk” (brillar o iluminar).

Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta enorme vastedad, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.  (Carl Sagan, Pale Blue Dot).

Me gusta ver el cielo. Desde mi corazón pido a la luna nos ilumine.