ECOS LATINOAMERICANOS: La nueva historia de Colombia

Gustavo Petro se impuso en las urnas con poco más del 50% de los votos, con una diferencia de 3% respecto de lo obtenido por Hernández. (Foto: especial)

Este domingo 19 de junio se realizó la segunda vuelta electoral a la presidencia de la República en Colombia para el periodo 2022-2026. Los dos candidatos contendientes  fueron Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, Petro había logrado colocarse en primer lugar en la primera vuelta obteniendo poco más del 40% delos votos de aquel momento, en tanto el segundo consiguió el 28%. Los dos candidatos representaban proyectos ideológicos bastante distintos entre sí, sin embargo, ambos  tuvieron un elemento en común, los dos representaban, cada uno a su manera, la expresión del hartazgo ciudadano de la política tradicional colombiana,  ambos prometían desterrar al viejo grupo de poder y la vieja forma de hacer política si ganaban.

Al final, Gustavo Petro se impuso en las urnas con poco más del 50% de los votos, con una diferencia de 3% respecto de lo obtenido por Hernández, por lo que fue declarado ganador oficial de los comicios al finalizar el escrutinio. Cabe señalar que Petro es el primer presidente identificado ideológicamente como de “izquierda” en toda la historia colombiana. En dicho país latinoamericano la izquierda permaneció mucho tiempo reprimida y marginada, e incluso en los procesos de mayor apertura electoral se llegó a dividir electoralmente permitiéndole a la derecha política mantenerse en el ejercicio de poder.

Petro  formó parte de una guerrilla emblemática, el M-19, movimiento que tomó las armas tras la realización una elección fraudulenta y que proclamó en su momento la lucha por una Colombia “auténticamente democrática” el 19 de abril de 1970, curiosamente esta guerrilla fue la única en la historia colombiana contemporánea que no tuvo como soporte ideológico al marxismo sino más bien a una especie de nacionalismo progresista. Tras casi 20 años de activismo armado, dicha guerrilla, llegó a acuerdos con el gobierno colombiano en 1990 para deponer las armas, e incluso algunos de sus representantes participaron en la redacción de la nueva constitución de 1991. Petro  pasó de la militancia en el M-19  otras agrupaciones políticas como al Polo Democrático Alternativo, después a Movimiento Progresista, posteriormente a Colombia Humana, y finalmente a encabezar el heterogéneo bloque político, Pacto Histórico, mismo con el que logró la victoria del pasado domingo.

Lo anterior sirve para mostrar la complejidad política de Colombia; las accidentadas regiones geográficas, la dispersión demográfica, y los conflictos políticos constantes en el país generaron una fragmentación muy notable en los diversos proyectos de estado, dando así origen a múltiples movimientos políticos, que finalmente convergieron en un gran bloque progresista con Petro al frente. Esto a su vez hará que Petro tenga que respetar los diversos acuerdos generados con su propio movimiento político, así como con las alianzas posteriores que tuvo que realizar para alcanzar los votos necesarios para ser electo presidente en la segunda vuelta, por lo que no será sencillo para este economista, que fue también alcalde de Bogotá y legislador en el senado colombiano, realizar los cambios que considera necesarios para la situación social, política y económica de Colombia.

Cabe indicar que también Colombia ha sido de los países que mayor violencia ha sufrido en su historia política, impidiendo la llegada al poder de políticos de ideas progresistas y/o reformistas que buscaran cambios sociales relevantes, lo cual, en parte, ha sido generador de que Colombia aun arrastre problemas socioeconómicos y políticos que ya ni siquiera existen en otras naciones de Latinoamérica, tales como la distribución de la tierra.

Este último fenómeno es de suma relevancia en el país, ya que esa situación fue una de las razones de la formación de varias de las guerrillas que intentaron derrocar al gobierno colombiano. Y aunque hoy en día solo el ELN (Ejército de Liberación Nacional) es la única guerrilla colombiana activa, el problema agrario aún persiste. Justamente, junto con Brasil, Honduras y Paraguay, Colombia es de los pocos países de la región donde aún sigue existiendo la figura institucional de la hacienda latifundista tradicional, y por lo tanto aún tiene dentro de sí a una clase social terrateniente con mucha influencia en el sistema político nacional. Justamente Álvaro Uribe Vélez, expresidente colombiano acusado de paramilitarismo y de oponerse tajantemente a los acuerdos de paz con las extintas FARC, es representante político de esta clase social. Y es que en la historia de Colombia nunca ha habido un cambio agrario profundo que haya buscado el fin de las viejas formas de producción agrarias para dar entrada a nuevas formas de producción agrícola.

Buena parte de la tierra en Colombia sigue en manos de hacendados que prefieren optar por la renta de esta en vez de trabajarla para hacerla producir, e incluso, con el apoyo de paramilitares, han buscado expandir sus terrenos a costa de las tierras de las pequeñas familias de campesinos. Precisamente, uno de los puntos del acuerdo de paz con las FARC, fue un cambio parcial en la situación del campo colombiano, cambio que el gobierno del actual presidente Duque ha omitido hacer de manera deliberada, ello con el afán de no disgustar a su mentor político, Álvaro Uribe. Así las cosas, ahora estará en manos de Petro establecer acuerdos entre el gobierno, y los diversos productores del campo para lograr este punto del acuerdo de paz y que al mismo tiempo resulte en beneficio de la economía rural colombiana.

A su vez, deberá lidiar con el problema de que Colombia es de las naciones más desiguales del mundo incluso dentro de la región latinoamericana, por lo que tendrán que aplicarse políticas muy eficientes para sacar de la pobreza a millones de colombianos que viven bajo el umbral de esta. También otro de los retos de Petro y su futuro gobierno será el desarrollo de infraestructura para conectar los diversos espacios geográficos colombianos, separados no solo por el complejo relieve geográfico sino también por la violencia desatada en los diversos conflictos armados que ha impedido al estado hacer presencia en varios de los territorios del país.

Asimismo, Petro deberá tener en cuenta, que aun con el debilitamiento del uribismo, esta corriente política de ultraderecha estará al acecho en el escenario político, por lo que no debe desestimar que puedan realizar operaciones políticas en su contra, tal como han hecho otros grupos de la extrema derecha en otros países latinoamericanos, como Brasil, Bolivia o Paraguay, así que deberá mantenerse muy próximo a sus principales aliados políticos y sobre todo a sus bases sociales de apoyo.

No obstante, a pesar de todo lo anterior y en general al enorme reto que representa gobernar una nación tan políticamente compleja como Colombia, el progresismo tanto colombiano como latinoamericano, deben estar con mucho entusiasmo y felices al saber que finalmente se logró conquistar el poder de manera pacífica en una nación azotada por la violencia y la polarización extrema. Hay una gran esperanza en Petro para que encauce al estado colombiano hacia un proceso de reconciliación y progreso con el resto de la sociedad, y que permita abrir una nueva página en la historia de Colombia y Latinoamérica donde sea el progreso, la justicia social y la conciliación nacional las que imperen sobre el despojo de tierras, la falta de derechos sociales y la violencia generalizada. Esperemos que el Pacto Histórico sea precisamente eso, un gran acuerdo nacional que regenere la política colombiana y sane las heridas históricas de los diversos sectores sociales, así como permita al pueblo colombiano resolver finalmente sus problemas de antaño para darle un mejor futuro a sus generaciones venideras y de esta forma escribir una nueva y mejor historia para esta parte de Latinoamérica.