Perdamos el miedo…

Pensé si así habrá visto Moctezuma a Quetzalcóatl en el cielo; una serpiente de luz, descendiendo para traerle las malas nuevas desde el cielo. (Imagen: especial)

Estamos ya casi a finales de julio, uno de los meses más bellos del año, cuando todo reverdece, todo florea y el aire está limpio. En estos meses de lluvias, la naturaleza nos muestra que maravillas hace el agua; da vida, embellece y limpia.

El nombre de los meses del año tiene su origen en los dioses y emperadores de la antigua Roma. El origen de los meses que utilizamos hoy en día es muy anterior y se remonta más de 2.000 años a la antigua Roma.

Se dice que la primera versión del calendario romano fue creada por Rómulo, uno de los dos fundadores de Roma. Al principio estaba dividido en 10 meses (el sistema numérico romano también utilizaba un sistema decimal), pero después se amplió hasta 12 meses, en parte por la influencia de la antigua Grecia, pero también porque así se ajustaba mejor al ciclo de la Tierra alrededor del sol, es decir, al tiempo que nuestro planeta tardaba en completar una vuelta al sol.

En la antigua Roma, enero era Ianuro en honor a Iano, dios de las puertas y entradas que simbolizaba el inicio y final de todas las cosas. El mes de febrero estaba dedicado a Februus o Plutón, dios de los muertos, para rendirle homenaje y evitar su ira. Estos fueron los dos meses que se añadieron.

Marzo era otro mes dedicado a los dioses, en concreto a Marte, dios de la guerra. Los romanos creían que la primavera era un momento propicio para iniciar campañas militares y de esta forma se llamaba a su fortuna.

Existen varias teorías sobre el mes de abril. Por un lado, podría ser un mes dedicado a Venus, diosa de la fertilidad, que en griego era Aphros. Otros teóricos defienden que el origen de la palabra es el verbo latín aperire, que significa “abrir”, porque coincide con la apertura de las flores en primavera.

La diosa romana Maia era una divinidad relacionada con la fertilidad y la naturaleza. De ahí el nombre del mes de mayo, cuando empiezan a aparecer los primeros frutos. La palabra mayo también podría derivar les término latín maius o majorum, en referencia a los mayores.

Del mismo modo, el mes de junio podría estar dedicado a Juno, diosa de la maternidad. Otras teorías señalan que podría derivar de la palabra latina iuvenis, en honor a los jóvenes.

Julio estaba dedicado a Julio César, destacado político y militar romano que nació en este mes. Su sucesor, el emperador Augusto, hizo que pusieran su nombre al siguiente mes del calendario: agosto.

¿Interesante verdad? Hasta en esas épocas los gobernantes se equiparaban a los dioses. Ponerle su nombre a un mes del año, al igual que los que rigen los destinos de la humanidad, era sin duda sentirse a su altura.

Septiembre, octubre, noviembre y diciembre deben sus nombres al orden que ocupaban en el calendario romano original, cuando todavía tenía diez meses: eran el séptimo, octavo, noveno y décimo mes, respectivamente.

Analizando sobre que podría escribir esta semana, observe que la violencia nos rodea; la guerra en Ucrania, la terrible violencia sobre Palestina, y por lo que respecta a nuestro amado país, el último informe de seguridad del Gobierno mexicano destaca el tercer mes de este año, como el más violento con más de 3.600 asesinatos, pero más allá de los datos, la espiral violenta en la que está sumido el país crece. Un total de 2.833 homicidios se produjeron en México el pasado mayo, por lo que se convierte en el mes más violento en lo que va de 2022, y uno de los más sangrientos. Si lo analizamos hubo un incremento mensual del 9,84 % frente a los 2.554 notificados en abril. Según datos oficiales durante el tercer trimestre del 2022 se registraron 229 feminicidios.

Muchas Debanis esperan justicia.

La violencia esta terrible, por eso decidí voltear al cielo, y ver que nos cuenta.

Buscando encontré que La científica Tamitha Skov, conocida como la ‘Mujer del Clima Espacial’, investigadora de la Corporación Aeroespacial de Estados Unidos.  Publicó el sábado pasado un video del modelo de predicción de la NASA y escribió: «¡Golpe directo! Un filamento en forma de serpiente de una tormenta solar impactará en la Tierra».

Pensé si así habrá visto Moctezuma a Quetzalcóatl en el cielo; una serpiente de luz, descendiendo para traerle las malas nuevas desde el cielo.

«El largo filamento en forma de serpiente se desplaza por el Sol en un impresionante ballet», escribió Tamitha Skov. «La orientación magnética de esta tormenta solar dirigida a la Tierra va a ser difícil de predecir”.

Leí esta información el martes pasado, día en que habría de llevarse a cabo este fenómeno. Pensé que por más errores que la humanidad comete, el cielo parece perdonarle.

Así que muy probablemente no habremos de sentir las consecuencias predichas.

El hecho de que no lo veamos o sintamos, no quiere decir que no existe, que no ocurrió. La energía está, no obstante no la veamos.

«La energía de una erupción solar interactuará con la ionosfera, que es la capa más externa de la atmósfera que es crítica para las señales de radio», explicó a The Washington Post Alex Young, director asociado de ciencia en la división de heliofísica del Centro de Vuelo Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland.

Las tormentas también pueden provocar auroras. Cuando las partículas expulsadas por el Sol alcanzan la Tierra entran en la atmósfera por regiones cercanas a los polos. Al interactuar con los átomos y las moléculas de la atmósfera, en la región entre unos 95 y 750 kilómetros de altura donde la densidad es suficiente, las partículas del viento solar comunican la energía que llevan a altos niveles energéticos a las partículas atmosféricas. La rápida desexcitación de estas últimas produce entonces la radiación luminosa que se conoce como auroras polares.

Las ‘serpientes’ vienen acompañadas por rayos X que pueden tener una mayor o menor intensidad, y según su potencia así serán sus efectos. Tardan unos ocho minutos en llegar a la Tierra. Estos rayos contribuyen a ionizar las capas superiores de la atmósfera y suelen quedar absorbidos su primera capa. Pero, cuando la radiación es suficientemente intensa, puede calentar y distorsionar la ionosfera y generar problemas en la propagación de las ondas de radio, sobre todo en las ondas cortas utilizadas en aviación de largo alcance, comunicaciones de emergencia y sistemas de radioaficionados.

Junto con la radiación X, las erupciones solares pueden ir asociadas con eyecciones de masa coronal que arrastran grandes cantidades de partículas muy energéticas que viajan a velocidades de entre 300 y 1.000 kilómetros por segundo. Cuando se eyectan en la dirección de nuestro planeta, estas partículas, que tardan dos o tres días en llegar a la Tierra, pueden dañar los sistemas de comunicaciones, las redes de distribución eléctrica tanto terrestre como submarina y muchos otros equipos tecnológicos.

Me maravilla hasta donde ha llegado el conocimiento humano. Imagino hace miles de años, cuando veían algo así en el cielo, deben haber sentido un pavor enorme. Sin embargo, el miedo no venció.

Venció si, el ansia de saber, de conocer los secretos del cielo.