URBANOPOLIS: ¿Para qué parquímetros?

A principios de siglo pasado, en la mayoría de las ciudades de Estados Unidos se presentó un inusitado incremento en la cantidad de vehículos, por ejemplo, en la ciudad de Oklahoma, entre 1920 y 1930 el incremento de carros fue superior a 1,000 %, y como consecuencia cada día fueron más las áreas de calles que eran ocupadas como estacionamiento por los propietarios de vehículos. De manera particular en la zona centro de la ciudad los dueños de comercios se comenzaron a quejar de las dificultades que tenían sus clientes para estacionarse en la zona, pues en la mayoría de los estacionamientos en la vía pública estaban ocupados por los automóviles de los trabajadores de oficinas y negocios de la misma zona.

En ese entonces, el problema consistía en la poca rotación que tenían los autos estacionados, y se deseaba que un mismo cajón de estacionamiento pudiera permitir que 3 o 4 automóviles se pudieran estacionar en un mismo cajón a lo largo del día. Así que, en mayo de 1935, Carl Magee, un abogado editor de un periódico local de Oklahoma, patentó un invento que bautizó como “parquímetro”, que no era otra cosa que un dispositivo similar al de un reloj y que, mediante el pago de 5 centavo de dólar, contabilizaba el tiempo de una hora, que era lo que se permitía que un automóvil permaneciera en el mismo cajón de estacionamiento; si excedía dicho tiempo la multa era de 25 dólares. El objetivo se cumplió con creces, pues se garantizaba la rotación de autos, se evitaba la permanencia de un mismo automóvil en un mismo lugar durante gran parte del día; además, el gobierno obtuvo ingresos extras.

Pero a dos años de la implementación de los parquímetros llegó la primera demanda, alegando que el cobro por el uso de las calles no era correcto, ya que su libre uso era un derecho de los ciudadanos. En ese entonces la Corte se pronunció afirmando que, efectivamente, era injusto un cobro por el uso de las calles para que el gobierno de la ciudad obtuviera ingresos, pero que era una medida válida para atacar los problemas de congestionamiento. Adicionalmente, mencionó que: “el gobierno de la ciudad no tiene autoridad válida para rentar, arrendar o dar un espacio de estacionamiento en las calles a un individuo a cambio de una cuota o cobrar una tarifa. Mucho menos deberá arrendarla o dejar todo el sistema de parquímetros para la operación de una corporación privada”.

Sin duda, aún y cuando el caso relatado corresponde a una ciudad norteamericana y a una realidad de principios del siglo pasado, permite plantear una pregunta fundamental: ¿Qué se pretende lograr con la instalación de parquímetros? Existen varias respuestas:

Interés económico. La autoridad competente justifica la instalación de parquímetros al señalar que los recursos obtenidos se destinarán a obras de mejoramiento viales, creación de ciclovías o ampliación de áreas peatonales.

Rotación en estacionamientos. Cuando el estacionamiento en la vía pública es gratuito, es común que las personas dejen sus automóviles estacionados durante largos períodos de tiempo. De forma similar al señalado de Oklahoma, algunas ciudades solo buscan incentivar que un mismo cajón de estacionamientos albergue a lo largo del día entre 4 y 7 automóviles. En este caso, una acción complementaria pero fundamental es proveer de estacionamientos privados, cuya tarifa en significativamente menor a los parquímetros, de forma tal que a los automovilistas que requieran dejar su vehículo por varias horas, les será más económico acudir a estacionamientos privados que permanecer en la vía pública.

Mejorar funcionamiento vial. Asumiendo que los recursos públicos se invirtieron en la pavimentación de vialidades, cuya efectividad en su funcionamiento se ve significativamente disminuido con el estacionamiento en alguno de sus carriles. Son múltiples las calles que se diseñaron con don carriles, y en la actualidad solo funcionan con un carril, es decir al 50% de lo requerido.  En este caso, la instalación de parquímetros no es una opción.

Reducir el uso de automóvil. En algunas ciudades de Europa, Asia y Estados Unidos se ha demostrado con gran éxito que una estrategia para reducir el uso del automóvil en algunas zonas de la ciudad, principalmente las centrales, es dificultar el acceso en automóvil o hacer sumamente caro, a través de instalar parquímetros, en comparación con los casos en que se acude en transporte público. Además, se propicia un mejoramiento del espacio público, la movilidad no motorizada y el transporte público.

Un común denominador parece ser el uso excesivo del automóvil, de aquí que las acciones  anteriores y otras más, persiguen como objetivo último desincentivar el uso del automóvil, sobre el cual el problema no es sólo su circulación, sino que desde el punto de vista de la infraestructura, una persona que se mueve en coche ocupa treinta veces más metros cuadrados de circulación que un autobús, y en relación a su almacenamiento, algunos ciudades mexicanas señalan que un automóvil particular pasa en promedio entre el 80 y el 95% del tiempo estacionado.

En cualquier caso, el funcionamiento del transporte público resulta ser una pieza clave para mejorar la movilidad en una ciudad. En la actualidad, equivocadamente, muchos gobiernos locales están incentivando la proliferación de ciclovías, como si la opción para modificar la movilidad en las ciudades fuera el que los automovilistas dejaran su coche y comenzaran a utilizar bicicleta. Esto constituye una falacia que la mayoría de las veces ignora la realidad topográfica de las ciudades y las condiciones sociales de la población; pero ha permitido al gobierno eludir atender el problema político que representa actualmente el transporte público.

Como se observa, la instalación de parquímetros resulta sumamente complejo, pues deben formar parte de una estrategia integral de movilidad en la ciudad, aunque existan en muchas ciudades, es de suponer que son por diversos motivos.

¡No adoptemos, adaptemos!