Anti intelectualismo, fascismo e ignorancia

En esencia el anti intelectualismo cultiva un rechazo radical a lo que se denominó el ideal socrático. (Imagen: especial)

Algo de historia: El origen de lo que llamamos actualmente “Intelectual” viene de finales del siglo XIX, como consecuencia de la apertura de una sociedad anteriormente cerrada y la masificación de la educación, que dio como resultado la aparición de espacios libres de discusión gracias a los nacientes medios de comunicación masivos y la disminución de los obstáculos gubernamentales a la libertad de expresión. Lo anterior hizo posible que escritores, filósofos y científicos utilizasen su fama para pronunciarse sobre los temas que afectan a la sociedad en su conjunto. Indiscutiblemente la característica más relevante de un “intelectual” fue su independencia de criterio frente a los poderes temporales

Por diversas circunstancias atribuibles a las características de las grandes potencias de finales del siglo XIX y buena parte del XX, el intelectual se configuró históricamente como un personaje anti derechas, o en lo que buenamente entendían como de derecha. De ahí que la figura del “intelectual de derechas” fuera considerada como algo raro, inusual o de plano contradictoria. Por ello algunos prefirieron llamarlos antiintelectuales, imaginando -la izquierda siempre ha sido imaginativa- un supuesto rechazo a “las pretensiones universalistas de la razón”, ya que en la figuración de los incipientes “intelectuales” se consideraba que la “derecha” obligadamente tenía como fundamento una visión restringida de la realidad, que apoye y enfatice las obligaciones y las restricciones humanas y como consecuencia tenga como modelo un Estado fuerte y una familia patriarcal autoritaria.

Ya en el siglo XXI el asunto cambia bastante y el anti intelectualismo pasa a ser definido como la hostilidad y desconfianza hacia el intelecto, los intelectuales y la actividad intelectual, manifestada por un desprecio a la educación, filosofía, literatura, arte y ciencia calificándolas como actividades poco prácticas y de escasa o discutible utilidad. El modelo, llevado a la caricatura, es Donald Trump junto con sus fanáticos seguidores.

En esencia el anti intelectualismo cultiva un rechazo radical a lo que se denominó el ideal socrático, conjunto de tesis que ha dominado la reflexión filosófica desde la Antigüedad.

Benito Mussolini, un ex soldado expulsado del partido socialista por su exacerbado sentimiento nacional, fundó los Fascios Italianos de Combate el 23 de marzo de 1919, fecha considerada como el origen del fascismo. Básicamente un movimiento de masas con un líder mesiánico que exaltaba la patria y supeditaba al individuo a los intereses del Estado.

Con la derrota del fascismo y su hermano el Nacional Socialismo alemán , esas doctrinas cayeron en el olvido, pero las circunstancias que les dieron origen , tales como crisis económica, inflación galopante y deterioro de los valores tradicionales se repiten en este siglo XXI, situación que ha dado origen a la aparición de diversos movimientos de corte nacional-populistas en varios países. El antiguo fascismo, ahora etiquetado como “neo fascismo”, ha cambiado de ropajes y colores, el guinda es uno de sus favoritos, y para desgracia de México sus predicas polarizantes de contenido burdamente elemental han caído en terreno fértil al grado de ser ya un verdadero problema de difícil solución.

Actualmente existen algunos “intelectuales”, básicamente personas que por diversas razones no lograron superar los rigurosos estándares académicos, que bien pueden ser llamados antiintelectuales, estos individuos , por mera pose o por así convenir a sus intereses suelen proclamarse como defensores del pueblo y en contra del elitismo académico, afirmando que la elite académica, esa que domina buena parte de la educación superior, es en realidad una clase social distante de las preocupaciones cotidianas de la mayoría (el pueblo bueno) y por lo tanto se le deben restringir o de plano eliminar sus supuestas canonjías . Nuevamente recordemos a Trump y agregamos a varios funcionarios de la llamada 4T.

El conocido escritor y divulgador de temas científicos Isaac Asimov, con su característica precisión y contundencia definió el anti intelectualismo de manera lapidaria: “El anti intelectualismo es el culto a la ignorancia promovido por la falsa idea de que la democracia consiste en que “mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”.

Dado que el término “anti intelectual” suele ser peyorativo, definir los casos específicos de anti intelectualismo puede llegar a ser problemático, pero no tanto; sin embargo hay que tener cierto cuidado pues las afirmaciones de anti intelectualismo pueden constituir una “Falacia de autoridad” o un recurso al ridículo para desacreditar a un oponente en lugar de rebatir sus argumentos.

Concluyendo, los argumentos y los datos se rebaten con argumentos y datos duros. No con ocurrencias, payasadas, descalificaciones ni adjetivos.