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De intolerancia y salvajismo

Esta es la historia de la matanza de las “brujas” (mujeres), una tremenda violencia que, a pesar del ropaje de lo mágico y la superstición, no logra ocultar una distinción esencial para entender el fenómeno: la dimensión de género. (Foto: especial)

Las quemaron vivas los españoles, para escarmiento de su valentía, de guardar la raíz y el conocimiento: por ser reproductoras de la sangre que ellos querían exterminar.

Las han quemado a lo largo de la historia de la humanidad, en diversos lugares del mundo. La base creo yo, es el miedo, el enojo que les tienen a las mujeres fuertes, valientes, de conocimiento.

Para muchas mujeres la pesadilla de ser perseguidas por el supuesto de ser “brujas” no ha terminado: la ONU advierte de que miles son asesinadas cada año en el mundo bajo esta acusación.

Esta es la historia de la matanza de las  “brujas” (mujeres), una tremenda violencia que, a pesar del ropaje de lo mágico y la superstición, no logra ocultar una distinción esencial para entender el fenómeno: la dimensión de género.

Por encima de supuestos poderes sobrenaturales y malvados, muchos investigadores argumentan que las mataban por ser mujeres. Se trataba de “feminicidios” anteriores al propio concepto y cuyos hilos llegan hasta nuestros días.

Ejemplos hay muchos a lo largo de la historia. Citaré un ejemplo: La mañana del 29 de octubre de 1485, el inquisidor Henry Institoris y otros dignatarios eclesiásticos comenzaron a reunirse en la gran sala de reuniones del Ayuntamiento de Innsbruck (al oeste de Austria). Estaban allí para presenciar el interrogatorio de Helena Scheuberin, una mujer sospechosa de practicar la brujería que se sentaría en el banquillo de los acusados juntos a otras 13 personas. Era una mujer atrevida e independiente. No temía decir lo que pensaba e incluso había osado interrumpir un sermón de Institoris para decirle públicamente que era una persona malvada.

“Entre el año 900 y el 1400, las autoridades cristianas no estaban dispuestas a admitir que las brujas existieran, y mucho menos a juzgar a alguien por el delito de serlo”, relatan los investigadores Peter T. Leeson y Jacob W. Russ.

Sin embargo, en 1484, el Papa Inocencio VIII emitió una bula que permitía la violencia contra las brujas y el tratado de dos monjes que aspiraba a dar un método a los inquisidores.

Entre los años 1560 y 1630, se produjeron más del 60% de aquellos juicios, según el análisis de 43.000 actas, en 21 países europeos recopiladas en una investigación para The Economic Journal.

“El Malleus Maleficarum es uno de los primeros libros en la historia de la humanidad en que se compendia criminología, un código penal y uno procesal.” Tiene una característica muy importante: está pensado para inquisidores y es sumamente sincero sobre su trasfondo, pues hace explicito que la persecución está dirigida a las mujeres”, sostiene Pablo Ernesto Rossi, fiscal de la provincia de Buenos Aires y docente e investigador de la Facultad de Derecho de la UBA.

Rossi continúa hablando sobre el texto mencionado: “Aduce con obsesión que la mayor parte de las brujas son mujeres y no hombres. Y dedica todo un capítulo a explicar que las mujeres son seres inferiores y por eso al demonio le es más fácil lidiar con ellas, especialmente si son pobres”.

“Las mujeres acusadas de brujería habitualmente tenían un oficio; solían ser cocineras, perfumistas, curanderas, consejeras, campesinas, parteras o nanas, y realizaban sus actividades a través del desarrollo de conocimientos que les eran propios, sabían distinguir las plantas, conocían métodos para destilar remedios curativos o eliminar venenos, suministraban anticonceptivos y practicaban en ocasiones abortos.”  Cuenta en su libro Blázquez Graf, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Autónoma de México.

Las cacerías de brujas que llevaron a miles de mujeres a ser quemadas en la hoguera entre los siglos XV y XVII siguen siendo un problema. Hay un ejemplo sucedido en pleno 2021 en una región de la República Democrática del Congo llamada Kivu del Sur en la que tan solo en un mes, fueron quemadas vivas ocho mujeres acusadas de brujería.

Parecía que la práctica de quemar mujeres vivas en nuestro país ya no existía, sin embargo, cada día se dan a conocer nuevos casos.

Hace tan solo unos días, Luz Raquel Padilla Gutiérrez, mujer de 35 años, madre de un niño con autismo y parte de la colectiva Yo Cuido México, fue atacada y quemada viva en Arcos de Zapopan, Guadalajara. El enojo, la intolerancia, el odio ejercido contra “lo diferente” fue brutal. La colectiva de la que era parte, señala que Luz Raquel recibió constantes amenazas de muerte en su domicilio en contra de ella y de su hijo, debido a la intolerancia por los ruidos que su hijo autista hacía en sus momentos de crisis.   Dos meses antes había acudido a la policía, informando que había sido atacada por un vecino con cloro industrial, quemándole el lado izquierdo de su cuerpo. La policía no hizo caso, ni le brindo la protección requerida. Luz Raquel está muerta, los asesinos; cuatro hombres y una mujer; libres.

Supe que había habido más casos de mujeres quemadas vivas durante las últimas semanas. Me puse a investigar, y encontré uno acaecido el 26 de marzo de este año; “Liliana Torres no pierde el brillo en los ojos, ni siquiera cuando relata cómo sobrevivió al horror de ser quemada viva en un terreno abandonado, en el Estado de Nuevo León. Su rostro de 24 años fue marcado por el brutal ataque que le dejó un tercio del cuerpo quemado. Cuatro hombres la secuestraron, violaron y golpearon hasta dejarla inconsciente en un predio donde le prendieron fuego. Ellos están libres. Ella, desde hace cuatro meses, no puede dormir por el dolor en la piel. Ella es madre de cuatro hijos, narra como despertó envuelta en llamas en medio de la nada y se arrastró como pudo hasta encontrar ayuda. Una pareja la auxilió y fue trasladada al Hospital Universitario de Monterrey, con fuertes quemaduras de segundo y tercer grado de la cara a las piernas. Cayó un mes en coma.

Lo peor es que las autoridades fuera de responder, en vez de ayudarla, la han hecho sentir culpable, advierte: “Ese es el problema más grande porque los delincuentes saben que van a poder seguir delinquiendo, abusando, secuestrando, violando, quemando y matando porque no les va a pasar nada, señala Liliana”. (El País 19 07 22).

“La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones a los derechos humanos más sistemática y extendidas”, de acuerdo con la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres). Está arraigada en estructuras sociales construidas en base al género más que en acciones individuales o acciones al azar; trasciende límite de edad, socioeconómicos, educacionales y geográficos; afecta a todas las sociedades; y es un obstáculo importante para eliminar la desigualdad de género y la discriminación en todo el mundo

Malak al Zubaidi, de 20 años, víctima del machismo en Irak que, como en el resto del mundo, se ve agravado por el confinamiento. “Socorro, socorro, que alguien me ayude” gritaba Malak envuelta en llamas ante la indiferencia de su marido y su cuñado.  Frente al silencio habitual, una hermana de Malak ha denunciado la agresión en las redes sociales. Aunque pocos creen que el responsable vaya a ser castigado. (El País, abril 2020)

Si bien el fenómeno de los feminicidios es a nivel mundial y en muchos casos es un problema ancestral, es muy preocupante lo que sucede en nuestro país. Los feminicidios aumentan día a día. Así como la desigualdad y la miseria.

Lo que llega a los medios de comunicación, es tan solo la punta del iceberg, Hay cientos de casos no denunciados por miedo o porque se cree que si lo hacen de nada sirve. El problema en las comunidades indígenas es mucho mayor de lo que se piensa.

La impunidad impera y eso agrava más lo que está sucediendo.

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