DEBATAMOS MICHOACÁN: Los valores de la inclusión en centros escolares

La Ley debe ser incluyente y abarcar a todos los sectores sociales de la entidad.

Los centros escolares y su personal institucional y en general las personas que integran la comunidad educativa (infancia, adolescencia, juventud, docentes, padres de familia, tutores, directivos, entre otros) deben de conocer de la inclusión desde la dinámica social y de vida.

Para impulsar la inclusión al interior de los centros escolares, mínimamente debemos como sociedad avanzar significativamente en los siguientes valores: igualdad, derechos, participación, comunidad, sostenibilidad, respeto a la diversidad, no violencia, confianza, compasión, honestidad, valor, alegría, amor, esperanza/optimismo y belleza.

Cuando nos referimos a los derechos, son los derechos humanos, las libertades y el respeto a la dignidad humana; los bloques de los derechos humanos que deben ser utilizados dentro del centro escolar para la inclusión son los siguientes: bloque de libertad, el bloque de igualdad, y el bloque de seguridad social de manera genérica, vinculándolos a los principios de universalidad, interdependencia, progresividad e indivisibilidad.

Para los directivos y docentes de los centros escolares, es conveniente que conozcan y apliquen los criterios normativos de sus códigos de ética y los manuales de buenas prácticas, así como su reglamento de acuerdos de convivencia; pero adicionalmente, también se requiere que estos actores institucionales, así como los padres de familia y tutores, conozcan de los derechos humanos, la perspectiva de género, la igualdad y no discriminación, la cultura de la Paz, la interculturalidad, así como la sostenibilidad, que dan sentido para el conocimiento y manejo de la Ley General de Educación y la particular del estado de Michoacán.

Cuando nos referimos a trabajar la inclusión en los centros escolares, nos referimos a que sus integrantes de la comunidad educativa: directivos, docentes, personal administrativo, de apoyo, los padres de familia, los tutores, pero además la niñez, la adolescencia o la juventud conozcan, vivan, y hagan alteridad de los valores de la inclusión en la otredad. Estos valores, que ya señalamos en el primer párrafo son los siguientes: igualdad, derechos, participación, comunidad, sostenibilidad, respeto a la diversidad, no violencia, confianza, compasión, honestidad, valor, alegría, amor, esperanza/optimismo, belleza, alteridad, tolerancia.

Desde esta perspectiva, y al amparo de un trabajo de más de tres años desarrollado en Apatzingán, al cual se le denominó “Cohesión social Apatzingán”, se logró identificar diversos valores que permiten generar las condiciones para el fomento de la comunalidad, de la cohesión social, de la inclusión, así como el impulso del manejo socioemocional fundamental para la convivencia y desde luego del trabajo en la construcción de un lenguaje incluyente y no sexista; no basta con llamar a un grupo de personas o a una colectividad como incluyente, si es que no se practican y se viven dichos valores de la inclusión. Por otro lado, no puedo dejar de reconocer que pueden existir otros valores, incluso algunos de manera tropicalizada, no obstante, en un ejercicio de participación de varios años y trabajando con diferentes estructuras sociales, pudimos lograr identificar dichos valores, que ahora compartimos con ustedes, para fortalecer sus prácticas y tener un referente de por donde caminamos para la inclusión viviendo en sus valores.

La igualdad, así como la equidad, la imparcialidad y la justicia, el respeto a los pluriversos, la diversidad social, cultural y sexual hacen centralidad de los valores inclusivos; y es que la desigualdad, el universalismo, el binarismo, la inequidad, la parcialidad y la injusticia son formas de exclusión, en donde se controlan los cuerpos bajo el androcentrismo, el sexismo o bien la exclusión o la discriminación.

Espero que se comprenda que la igualdad no significa que todos sean lo mismo o que sean tratados de la misma manera, sino que todos sean tratados “como de igual valor”; y es que, consideramos que iguales ante la ley, pero también iguales ante las oportunidades, pero con el mismo valor. Esto tiene implicaciones en cómo los adultos y los estudiantes se comportan los unos hacia los otros en los centros escolares a partir de utilizar el adultocentrismo, y la negación de las capacidades y sabidurías que tienen la niñez, adolescencia, las juventudes.

Reconocer las diferencias y aceptar que unos y otros tenemos los mismos derechos, la misma dignidad, es decir, debemos transitar a un enfoque con perspectivas de derechos humanos, de género, de niñez y adolescencia, de no discriminación; dicho enfoque se basa en la preocupación por la igualdad. Es decir, es una forma de expresar el igual valor de las personas, ya que todos, todas, todes, tenemos el mismo derecho. Reitero, iguales en derechos, pero también en oportunidades, basados en la equifonía, equipotencia, equivalencia, es decir, con voz, valor y poder toda la población. (Nuria Varela)

Por otro lado, para pronunciarnos como poseedores de derechos nos debe quedar claro que toda la colectividad tenemos los mismos derechos a la libertad de querer y a la libertad para actuar. Así todos tienen el mismo derecho a la alimentación, refugio, protección, seguridad y cuidado y a la participación como ciudadanos, pero también a un trabajo digno, a un medio ambiente sano, a la educación, a la salud; donde las acciones lleven a la desigualdad, entonces no puede argumentarse que se tienen derechos iguales, porque existe la exclusión.

Otro importante valor para la inclusión es la participación, la entrega a la colectividad, al bien común, es decir, la participación no es ocasional, o cuando se necesita, debe ser permanente, porque permanentes son los problemas en los que vivimos y sobre ellos debemos de trabajar la comuna, la comunalidad (Jaime Martínez Luna). La participación va más allá de solo estar ahí, haciendo presencia pasiva, inactiva, estática; la participación implica dos momentos: la acción participativa o actividad y la participación en sí misma. Una persona participa no solo cuando está involucrada en actividades conjuntas, sino también cuando se siente implicada y aceptada (la identidad, la pertenencia al grupo, es decir la cohesión social como se construye en la Comunidad Económica Europea).

La participación es dinámica, no estática y de relación en una lista de participantes, no, es estar y colaborar con otros, entendernos con la otredad, sentir y vivir la otredad y sus necesidades, expectativas, compromisos, es decir hacer alteridad (Carlos Eskliar). La participación en la educación y sus procesos de enseñanza como lo expresa el marco legal, desde ahí también se genera la participación de quienes se incluyen en el acto educativo, lo digo por la experiencia en trabajar con comunidades de aprendizaje para la resolución de problemas y conflictos,  la colectividad, la comuna,  de igual modo se involucra activamente en el aprendizaje dialógico a través de planes de acción para la resolución de problemas en donde se atienden con la participación de todas las personas de la comunidad.

La participación involucra el diálogo con otros basado en la igualdad y requiere reflexionar deliberadamente acerca de las diferencias de estatus y de poder. La participación se incrementa cuando al involucrarse con otros se refuerza el sentido de identidad, el sentido de pertenencia, cuando somos aceptados y valorados por quienes somos, no necesariamente por lo que tenemos, por lo que podemos aportar, sino por el valor de nuestra corporalidad.

El valor de la diversidad es fundamental porque permite la comprensión de las diferencias sociales, culturales, sexuales en un grupo social, nos permite reconocer la riqueza social en que nos desarrollamos, y no solo un binarismo o dicotomía que limita la posibilidad de ver otros pluriversos ante un contundente universalismo.

La “diversidad” incluye las diferencias visibles y no visibles y las similitudes entre las personas: la diversidad trata de la diferencia dentro de una humanidad común, esa humanidad que es tridimensional (Edgar Morin). La diversidad abarca a todos, no solo a los que se observan a partir de una normalidad que es ilusoria y se ata a las ideologías machistas, misóginas, racistas, entre otras. Sin embargo, su uso a veces queda corrompido al vincularla con la “anormalidad”, los que no son como “nosotros”, es decir “los otros”. Cuando los grupos y las comunidades se ven como homogéneas, universales, binarias y cuando las diferencias entre ellos no son reconocidas, el valor de la diversidad se pierde. Una respuesta global a la diversidad desde los pluriversos da la bienvenida a la creación de diversos grupos y respeta la igual dignidad de los demás, independientemente de la diferencia percibida incluso en los cuerpos, como los intersexuales o trans.

Hablar de la diversidad es fundamental, cuando la gente no quiere reconocer que también tendrá un deterioro físico y que llegará la vejez, lo que hace que tiendan a separarse y a discriminar por su edad o por su discapacidad a ciertas personas. Por ello, un enfoque inclusivo de la diversidad implica la comprensión y oposición hacia los peligros destructivos que equiparan diferencia con inferioridad y que en el lenguaje es común su expresión androcéntrica, incluso sexista y excluyente, por ello, cuando esto sucede y se convierte en una creencia arraigada en una cultura, vemos aflorar la discriminación.

En este sentido, la inclusión requiere de la base de la comunidad, y los valores de la comunalidad, de los saberes (Boaventura de Sousa Santos), por ello, es importante construir comunidad; para hacerlo se requiere del  reconocimiento de que vivimos en relación con los demás y con un enfoque de alteridad y que la otredad, siendo estos  las amistades, amigos, vecinos, compañeros, son fundamentales para nuestro bienestar. Construimos comunidad a través de culturas que fomentan la colaboración, es decir con un ejemplo colaborativo. Una visión inclusiva de la comunidad se extiende más allá de la obligación con la familia y las amistades, los vecinos, a un sentimiento de solidaridad más amplio, expresa el Papa Francisco en su encíclica de todos somos fraternos, el hacernos hermanos, porque al ser género humano, somos planetarios, todos somos hermanos y ello nos hace planetarios.

La comunidad como valor de la inclusión, debe estar vinculada a un sentido de responsabilidad hacia los demás y con las ideas de servicio público, de vocación de servicio, ciudadanía, ciudadanía global y reconocimiento de la interdependencia global, y es que somos seres planetarios, tridimensionales.

Otro de los valores de la inclusión a practicar de manera permanente es, preparar en la educación a los estudiantes y a los jóvenes para modos de vida sostenibles, dentro de comunidades y entornos sostenibles de manera local y global, es decir, utilizando el concepto glocal.  El compromiso con los valores inclusivos implica un compromiso con el bienestar de las generaciones futuras, de su sostenibilidad para esta generación y para las próximas generaciones. El debate sobre la inclusión siempre contiene la pregunta “¿inclusión en qué?”. Las comunidades, así como los centros escolares que se desarrollan inclusivamente son lugares que fomentan un desarrollo sostenible a través del aprendizaje y la participación de todos y la reducción de la exclusión y la discriminación, en mucho ayuda la teoría del aprendizaje dialógico que ya se práctica en muchas partes del mundo (Ramón Flecha).

Por otro lado, de manera permanente escuchamos las narrativas de docentes, alumnos y pater familias quien expresan su rechazo a la violencia; la no violencia requiere del diálogo, y también de la comprensión del otro, ambos, la mismidad y otredad deben de hablar exponer sus ideas, sus argumentos, y avanzar en rescatar solución a los problemas que se presentan de violencia, será este el inicia para crear los espacios del debate de las ideas y de la mediación de ser necesarios en la resolución de conflictos.

Para arribar a la no violencia, ese diálogo debe estar orientado a desarrollar habilidades para la resolución de conflictos (RC), es decir, saber escuchar, saber negociar, y para ello se requiere comprender la importancia de la negociación, de la mediación y desde luego de la resolución de conflictos, los cuales se pueden dar entre estudiantes, pero también entre estos y sus docentes, así como con los padres de familia, sobre todo entre docentes y directivos.

El diálogo es fundamental, tenemos que impulsar el diálogo horizontal, en complementariedad, en ecología de saberes, desde luego en alteridad, con intersubjetivación, en tolerancia para el respeto. Una resolución de conflicto debe atender al respeto de las personas, pero también el manejo socioemocional y el lenguaje incluyente y no sexista que utilice el androcentrismo, el sexismo y la exclusión, o bien, la opresión.

En ocasiones la violencia ocurre cuando una persona utiliza y abusa reiteradamente de su poder para hacer al otro sentirse vulnerable, física o psicológicamente. El acoso o abuso de personas por motivos de etnia, género, discapacidad, edad, orientación afectivo sexual, creencias o religión, son formas de violencia que están entreveradas con posiciones patriarcales o androcéntricas, sexistas, pero adicionalmente excluyentes o bien, discriminatorias. Los espacios escolares o incluso los espacios del servicio público pueden promover instituciones no violentas toda vez que se desarrollan en armonía con las necesidades de las personas que la forman, con el entorno y las comunidades que les rodean, para hacerlo se requiere de la tolerancia, del respeto.

Con relación a la confianza que es fundamental como un elemento más de la inclusión, reconocemos que esta debe de fomentar la participación y el desarrollo de relaciones, así como el de las identidades seguras. La confianza también es un elemento de la cohesión social y es importante para desarrollar el aprendizaje autónomo e independiente, así como para impulsar el diálogo.

La educación puede ayudar a construir la confianza de los estudiantes; cuanto menos confíe una persona en la gente, menos confianza tendrá en sí misma; las personas se sienten libres de hablar y explicarse cuando confían en que los demás mantendrán un diálogo respetuoso sin buscar ventajas.

Ser honesto es una regla de oro, solamente manéjate con la verdad; la deshonestidad puede tener más que ver con la omisión deliberada de la información que con la mentira directa. Ojalá todas las personas pudiéramos comprender la importancia de la honestidad, porque requiere evitar la hipocresía, actuando de una manera acorde a los valores y principios de uno mismo; en ese sentido requiere mantener las promesas, es decir, cumplir con la palabra que se ofrece. La honestidad está vinculada a los conceptos de integridad y sinceridad y eso habla bien de la persona y camina sobre la justicia, la equidad.

Con relación al coraje, se hace necesario para oponerse al peso de las convicciones, el poder y la autoridad o las opiniones y las culturas del propio grupo; hace falta un coraje personal para luchar por uno mismo y por los demás en aquellos lugares donde no existe, o se ha degradado, una cultura de apoyo mutuo. Se necesita coraje para denunciar las irregularidades, pero también las injusticias, las desigualdades, la exclusión, la mala distribución de la riqueza, la discriminación y para poner encima de la mesa las malas prácticas de donde se trabaja sabiendo que, con ello, se pueden correr riesgos como la pérdida de promoción, el empleo o la amistad. El coraje es una emoción, que nos ayuda, no puede ser considerada como negativa, porque bien utilizada avanza a procesos de transparencia y rendición de cuentas cuando se denuncia la opacidad en el servicio público.

Por otro lado, la alegría se encuentra dentro de los valores inclusivos y que tienen que ver con el desarrollo integral de la persona, incluyendo los sentimientos y las emociones; a través del enriquecimiento del espíritu humano, y de la alegría de comprometerse con el aprendizaje, la enseñanza y las relaciones personales, es decir el saber de enseñar, así como el saber de aprender. Ello nos conecta con los espacios educativos como lugares para “ser” tanto como para “llegar a ser”. Una educación alegre potencia el aprendizaje a través del juego, la diversión y el humor compartido y reitero nos da el saber de enseñar y el sabor de aprender, práctica la alegría y promueve el sabor de lo que se hace.

Otro de los valores fundamentales es la compasión, la cual permite la comprensión del sufrimiento de otros y el deseo de aliviarlo. Requiere de una intención deliberada de conocer la incidencia de la discriminación, la desigualdad, la opresión en general, así como el sufrimiento local y global y la voluntad de implicarse en las perspectivas y sentimientos de los demás.

En este sentido contar con una educación compasiva fortaleza la inclusión; la educación compasiva es aquella en la que se pueden admitir los errores, independientemente del estatus de la persona involucrada, se pueden aceptar disculpas y es posible restituir y perdonar.

La compasión está íntimamente relacionada con el valor del amor y el cuidado. El preocuparse y cuidar a los demás, sin pedir nada a cambio, es una motivación central para muchos educadores y la base de su sentido vocacional. Implica ayudar a los demás a ser y convertirse en ellos mismos, reconociendo que las diferencias no nos pueden alejar. (Maturana, Boff)

Por otro lado, también necesitamos del Amor como un valor, el amor al otro, no solo el carnal sino el social, el fraterno, el de hermanos, así, la compasión está íntimamente relacionada con el valor del amor y el cuidado esos cuidados a los que se refieren tanto las feministas, pero también Leonardo Boff, cuando de la naturaleza y la tierra se trata, también hay que cuidar a la madre tierra, porque es nuestra casa, un principio para la sostenibilidad, para la Agenda 2030, para la Agenda 2050, para la atención de la Carta de la Tierra.

En mis intervenciones sociales a lo largo de Michoacán, viví como el preocuparse y cuidar a los demás, sin pedir nada a cambio, es una motivación central para los educadores y la base de su sentido que impulsa la vocación de servicio. Es un compromiso social, cuando se desarrolla el aprendizaje y la participación en los centros escolares las personas crecen al ser valoradas. Esto fomenta un sentido de la identidad y la pertenencia que promueve la participación; lo he pronunciado diferentes ocasiones y es que la convivencia debe transitar por la vía de la fraternidad, y es este el camino para la participación social dentro de los espacios escolares (Papa Francisco)

Insistimos que el amor y el cuidado del otro en un sentido de compañerismo, son acciones de una relación asimétrica, es decir, es importante la responsabilidad profesional de que los educadores deben cuidar a todos por igual, sin que sea un premio para aquellos que se portan bien versus los que se portan inadecuadamente no hay nada.

Con respecto a la esperanza/Optimismo; leí el libro de la Esperanza de Ernest Bloch, en el, se expresaba que la esperanza no es esperar, no, de ninguna manera, esperanza es transitar realizando acciones para transformar; no obstante la esperanza y el optimismo para la inclusión debe así mismo entenderse como una responsabilidad profesional de los educadores y personal de los padres y tutores: tenemos que convencernos de la responsabilidad de que podemos aliviar las dificultades personales, en las que vivimos y que escalan, por lo que no solo debemos ver las cosas bonitas, sino también las cosas que debemos ir resolviendo con fortaleza y dinamismo.

Por otro lado, la belleza, los ejercicios estéticos que generan la belleza de la naturaleza o bien del arte que genera la mano del hombre; la belleza entonces forma parte también de los valores para la inclusión; la preocupación de crear belleza es algo importante si tenemos en cuenta la evidencia de que la belleza está en los ojos y en la mente de quien la mira o la concibe. También es evidente lo opresivo y excluyente que es el mercado para ciertas nociones de belleza. Pero muchas personas lo ven como una característica de sus logros más gratificantes o de los encuentros más motivantes que han experimentado en educación. Su inclusión permite a la gente conectar los valores con su interpretación de lo que es sentirse realizado espiritualmente.

La belleza está cuando alguien ama algo que otro ha hecho, en la apreciación del arte y la música y la propia naturaleza, los jardines, el arreglo de calles y avenidas. La belleza inclusiva está alejada de estereotipos, se encuentra en la diversidad de la gente y en la biodiversidad de la naturaleza.

Para México, para Michoacán, para Morelia, se requiere hacer que las autoridades coadyuven a generar espacios para la inclusión, pero no solo en el discurso, eso suena bonito y desde luego que es motivante; se requiere de acciones permanentes que involucren a la sociedad en su complejidad y diversidad social, cultural sexual y permitan el crecimiento y desarrollo humano de dichos sujetos buscando la felicidad.

Lo dedico esta nota larga para mis maestras preferidas, Rosalinda Herrera y Verónica Reyes.