Las mujeres de Patuán

El protagonismo en esta movilización social por la defensa de los bosques lo asumieron las mujeres de Patuán. (Foto: especial)

Durante días estuvieron ardiendo los bosques del cerro de El Cobrero. La lumbre que apagaban durante el día mujeres y hombres la volvían a encender durante la noche los matarifes pagados por el crimen organizado.

Patuán está situado al pie del cerro de El Cobrero. Es imposible no mirarlo desde cualquiera de sus calles. Del centro del pueblo hasta la cima del cerro apenas existen 3 kilómetros y medio. Desde El Cobrero se escucha cómo se vive en Patuán y desde Patuán se escucha como late la vida en El Cobrero. Patuán y El Cobrero son simbióticos en cierto sentido. Patuán vive gracias a El Cobrero y El Cobrero tiene relevancia cultural y espiritual gracias a Patuán.

Los vastos bosques de pino y encino que dan vida y paisaje a esta comunidad perteneciente al municipio de Ziracuaretiro han sido codiciados por madereros y aguacateros sin escrúpulos. La explotación y extracción clandestina de madera ha seguido la ruta ecocida que se sigue en toda la franja aguacatera.

Cada año la rutina se había venido repitiendo: tala ilegal protegida por delincuentes, incendios deliberados, cambio de uso de suelo y concentración de agua. Al margen de la ley este proceso ha permitido la extracción desmedida de riqueza y el empobrecimiento de las oportunidades de los pobladores.

Durante los últimos años los pobladores fueron testigos silenciosos de la devastación y robo al que estaban siendo sometidas sus riquezas naturales. El punto de quiebre de esta condición se vivió con el incendio que comenzó el 29 de mayo en que la población, ante las proporciones dantescas del siniestro, tomó la determinación de organizarse para salvar lo que quedaba de sus bosques.

El desafío impuesto por los delincuentes de avivar el incendio para arrasar con el mayor número de hectáreas boscosas encontró entre la población una respuesta valerosa y decidida para ganar la batalla árbol por árbol, logrando finalmente sofocar el fuego. La batalla inmediata por el territorio la gano el pueblo de Patuán.

El protagonismo en esta movilización social por la defensa de los bosques lo asumieron las mujeres de Patuán. Fueron ellas las que encendieron el otro fuego, el que alumbra la voluntad y la conciencia individual, ese fuego que le permite a la humanidad asumirse responsable frente a una ética generosa con la naturaleza y con su propia especie.

El 29 de mayo de 2022 quedará en la historia de Patuán como la fecha en que la población, liderada principalmente por mujeres, dijo basta al saqueo y destrucción de sus bosques. Y representa para todos los pueblos michoacanos, cuyos destinos ambientales están siendo sacrificados por las manos de taladores y huerteros ilegales, un ejemplo de dignidad que debe replicarse.

El papel que las mujeres de Patuán están desempeñando en la defensa de bosques, tierras y aguas —que no es otra que la defensa de la vida que es el bien mayor de la humanidad— nos debe recordar a todos que la incorporación política de la mujer es vital para dar solidez a la democracia con derecho y justicia plenas. El caso de Patuán nos enseña también que la participación de la mujer no es una concesión es un hecho que debe asumirse sin más.

Su asamblea ha logrado gestionar que se decreten, como zona de restauración ecológica, las 800 hectáreas que han sido calcinadas en los últimos años. Un logro que sin embargo implicará denodados esfuerzos de reforestación y vigilancia social para impedir que los poderosos intereses del capital aguacatero no impongan el cambio de uso de suelo o que los criminales continúen la labor hormiga de tala y saqueo de madera de lo que aún queda.

El despertar de Patuán, alentado por la determinación de las mujeres, reconoce que el camino a recorrer es muy laborioso. Deben venir tareas de organización y educación ambiental para evitar que se achique el gigante que se despertó al calor de los incendios de mayo.

El sueño de las mujeres de Patuán de volver a ver El Cerro del Cobrero resplandeciendo el verde de sus pinares tendrá que ser soñado a la par de ese otro sueño el de la fuerza social de mujeres y hombres actuando para el bien de su comunidad, a través de una organización permanente alimentada por iniciativas que logren restaurar la vitalidad de lo que fue El Cobrero.

Como todo acto de participación social, el de las mujeres de Patuán debe ser protegido y alentado por el gobierno. Recordemos que de acuerdo con el marco jurídico ambiental que nos rige la participación social es un patrimonio cultural de interés público, un bien fundamental para la defensa de los ecosistemas de los cuales depende nuestra vida.