ECOS LATINOAMERICANOS: Partidos Políticos. Reformarse o Desaparecer

El resto de las fuerzas políticas aún no define quiénes serán las personas con las cuales contenderían por la alcaldía de Morelia. (Foto: especial)

Las agrupaciones, los movimientos políticos y los partidos,  son elementos constantes a lo largo de casi toda la historia de la humanidad. Si bien, no han estado siempre, sin embargo desde la conformación de los Estados Modernos a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, han sido factores que han acompañado la gestión de los diversos gobiernos de las naciones independientes. Desde luego, esto incluye a Latinoamérica y por lo tanto a México.

En el siglo XIX los partidos políticos en México eran básicamente dos, el conservador y el liberal. Tristemente el rol de ambos en casi todo ese siglo se caracterizó por los intentos de ejecución de políticas descontextualizadas o completamente inaplicables para la realidad política, económica y sociocultural del país. Generando con lo anterior inestabilidad política, guerras civiles, servilismo con naciones extranjeras, e incluso la invasión del país para imponer un gobernante externo. Finalmente, el partido liberal logra imponerse mediante la fuerza, y posteriormente intenta un débil proceso institucionalizador que se caracterizó por incumplimiento de los preceptos legales correspondientes y la realización de fraudes electorales para imponer a la facción liberal dominante en la máxima jefatura de la nación.

El liberalismo mexicano termina por encontrar su único sostén en la dictadura militar del Porfiriato, donde ya ni siquiera hubo un intento de mantener formalismos institucionales. Pero al final de cuentas, el liberalismo fue derrocado por la fuerza en 1911 por los diversos movimientos revolucionarios, que también entrarían en conflicto entre ellos. En un intento de frenar las divergencias políticas, Plutarco Elías Calles creó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), donde pretendió que los distintos caudillos locales dirimieran sus diferencias. Dicho partido fue reformado unos años después por Lázaro Cárdenas del Río incorporando a diversos sectores sociales y con una visión mucho más corporativista.

Dicho proyecto funcionó a grandes rasgos, el PNR, después PRM, y finalmente PRI, logró convertirse en un partido hegemónico que fue el ejecutor real de la política en México por prácticamente setenta años, sin que ningún otro partido pudiera disputarle el poder. Durante décadas los únicos partidos rivales, y solo de manera simbólica, fueron el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Comunista, aunque solo el PAN logró mantener su oposición hasta que finalmente el PRI empezó a ceder espacios de poder a finales de los años ochenta.

Finalmente, en los años noventa el deterioro del PRI como partido hegemónico iba en incremento, además de que había entrado en escena el Partido de la Revolución Democrática (PRD), compuesto de la facción de izquierda del PRI “corriente democrática” y algunos partidos izquierdistas minoritarios del sistema político. Lo anterior permitió que el PAN y el PRD empezaran a ocupar espacios políticos, hasta que finalmente el PRI perdió la presidencia nacional en el año 2000.

Hasta ese momento el principal propósito de los partidos era generar un mejor sistema de competencia que acabara con los fraudes históricos del PRI, impulsar la democratización y erradicar la corrupción que era característica en el viejo régimen, y en el caso más concreto del PRD, era desvincular el país del modelo neoliberal. Sin embargo, de todo lo anterior, únicamente se logró concretar la salida del partido tricolor del sistema, el resto de lo señalado se mantuvo constante.

La democratización se limitó a meros acuerdos entre las dirigencias de los partidos, y justamente en vez de que el PRD y el PAN incentivaran al PRI a democratizarse a su interior y extirpar también sus viejas tácticas de corrupción, fue más bien un efecto inverso, las cupulas de poder tanto del PAN como del PRD fueron coptadas por grupos y facciones que no mostraban interés en democratizar ni el país ni tampoco a sus partidos políticos. La democracia mexicana se limitó únicamente a realizar las elecciones periódicas cada tres o seis años, donde serían los partidos grandes los mayores beneficiarios.

La corrupción del sistema político nacional se mantuvo de igual manera y, sumado a la “guerra contra el narcotráfico”, se generó una enorme ola de violencia que hasta la fecha continúa. Lo anterior hizo que en 2012 el electorado optara por traer de vuelta al PRI en un intento de estabilizar la situación política, lamentablemente ya el PRI para esas alturas no tenía el alcance político que tuvo a lo largo del siglo XX. Únicamente emergieron casos de corrupción e impunidad que fueron muy visibles, lo cual impulsó el ascenso del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Este último partido, originalmente movimiento, obtuvo su victoria en 2018, bajo la expectativa de cambiar gradualmente las circunstancias de violencia y bajo desarrollo económico del país. Aún queda por ver si realmente podrá hacer avances sustanciales. Por lo pronto se han venido realizando procesos al interior del partido tanto para la elección de candidaturas como de puestos internos, ambos de dudosa realización, donde hubo tanto imposiciones, así como compra de votos y acarreos electorales.

Estas prácticas, sin duda, perjudican la reputación de este nuevo partido, que ahora es el más grande de todo el sistema político nacional. Sin embargo, a pesar de estas dudosas prácticas, su reputación aún sigue estando encima del resto de los principales partidos de oposición (PRI-PAN-PRD), quienes ya están sufriendo las consecuencias de la desconexión de sus élites de mando con el resto de la base social partidista, que cada día aumenta las criticas hacia sus liderazgos. Esto finalmente beneficiará a MORENA en términos electorales, ya que, aun con las deficiencias de sus autoridades partidistas, así como la falta de institucionalización en sus procesos internos, aún existe la percepción de que este partido tiene la obligación, y por lo tanto facultad y legitimidad, de generar cambios profundos en la situación actual del país, o al menos dejar las bases para ello.

En tanto, los partidos tradicionales parecen haber perdido su sentido de existencia, por las conductas ejercidas, PRI, PAN y PRD, únicamente parecen unidos para recuperar espacios de poder solo porqué sí, sin que ello obedezca a algún plan alternativo de desarrollo para el país. Al mismo tiempo sus líderes no parecen muy interesados en escuchar a sus bases de apoyo. Todo ello los deja bastante estancados en las preferencias electorales de los últimos meses, teniendo que recurrir a su polémica alianza para dar batalla en cuestiones electorales. Si bien ello puede funcionar en el corto plazo, a la larga eso perjudicará la credibilidad completa con sus bases históricas de apoyo, lo cual incluso podría conllevarles a convertirse en partidos minoritarios, como ya lo es el PRD, o hasta desaparecer.

La existencia de los movimientos y partidos políticos obedece a una razón histórica o a un proyecto en concreto con puntos y propósitos claros, sin esto los partidos comienzan a convertirse en meros cascarones vacíos que son vistos como simples “bolsas de trabajo político” que gradualmente irán perdiendo apoyo de los sectores que originalmente respaldaron dichas agrupaciones. Los partidos republicano y socialista en Francia, así como el APRA en Perú son un ejemplo de lo indicado.

Finalmente, los partidos deben siempre tener algo que ofrecer a la nación para poder legitimar su existencia, es comprensible que con el paso de generaciones así como con cambios contextuales tanto nacionales como internacionales, los proyectos políticos sufran cambios, pero de todas formas siempre debe intentarse ofrecer algo de valor a la sociedad, de lo contrario los partidos viejos serán rebasados por los nuevos, por lo que tanto en México como en el resto de las naciones donde los partidos existen, se tiene la obligación de facto de reformarse o desaparecer.