Urgencias médicas tipo Dinamarca

A partir del 15 de mayo, la atención a pensionados y sus familias.

Entre más nos acercamos al ocaso de la vida, sentimos que las horas, los días, las semanas, los meses y los años, pasan a gran velocidad, como si  las manillas del reloj llevaran prisa de llegar a un determinado final; contrario a lo que percibíamos por  las  mañanas escolares, cuando con desgano llegábamos a la escuela y veíamos como el  minutero se desplazaba con mucha lentitud, como si quisiera prolongar la llegada de los intervalos de descanso, la hora del recreo o el término de la jornada escolar, peor tantito, si asistíamos a una de esas clases, donde el docente parece merolico y no para de hablar, sin que se le entienda nada de lo que dice, pero que teníamos  que simular atención, para no ser sancionados, esperando con ansias terminara pronto ese martirio. Sobraba tiempo para todo, hasta para seguir soñando, que algún día, seriamos menos desiguales y podríamos repartirnos la tierra en partes iguales.

Cuando menos acordamos, nos damos cuenta que en cualquier momento, se llegará la hora de abandonar este plano terrenal, para emprender el viaje hacia otras dimensiones, cruzando los 13 cielos, hasta descender en el Mictlán, lugar del  inframundo, el mundo de los muertos, lugar del descanso eterno de las almas que se nos adelantaron en el camino, a donde llegaremos a rendirle tributo a Mictlantecuhtli  y a Mictlancihuatl, amo y señora de la muerte. Después de los sesenta años, tenemos la impresión de que el tiempo pasa con mayor rapidez y somos más sensibles a la fuerza de gravedad de la tierra. Aparecen malestares que antes no existían, que hace que le demos más valor a la vida y nos aferremos a ella, pensando si aprovechamos o desperdiciamos el tiempo de nuestra existencia.

Precisamente, pensando en eso estaba, cuando un malestar invadió mi cuerpo, por lo que pensé ir a consulta médica, a uno de esos consultorios populares que son atendidos por profesionales de la medicina, certificados por el Sistema Educativo Nacional, los cuales, de manera eficiente han sustituido parte de las funciones de las instituciones públicas, salvando miles de vidas a un costo insignificante. Como era fuera de horario, no me quedó más remedio que acudir a urgencias médicas del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). En la recepción, me confesaron sobre todo lo relacionado con los síntomas de mi malestar, indicándome que esperara mi turno de atención. En esa espera, me di cuenta entre otras cosas, que por la falta de recursos humanos y de infraestructura física y de equipo médico, existe un código de prioridades médicas, en caso de acumulación de pacientes, que les permite decidir a quién atender y a quien dejar morir.

Ese orden de prioridad en la atención del servicio médico de urgencias, en función del riesgo clínico de pacientes, es una nomenclatura llamada Triage. El número I, considera la condición de salud extrema, que pone en riesgo la vida del paciente, por lo que requiere de una atención inmediata. El Triage II, considera un estado de emergencia, representando una potencial amenaza al estado de salud, deben de recibir atención médica rápida en un lapso de 30 minutos. El Triage III, define una condición aguda, no amenaza la vida del paciente, no requiere consulta médica de inmediato, puede esperar hasta 2 horas. El Triage IV, no compromete la vida del paciente y no representa riesgo evidente, puede esperar entre 2 y 4 horas y el Traige 5, no compromete la vida y se sugiere sacar cita para consulta externa.

No me di cuenta en que Triage, clasificaron mi malestar, el caso es que como a la hora, me llamaron para que pasara a consulta. El médico en turno, con rapidez asombrosa, elaboró un diagnóstico, diciéndome que mi presión arterial era 151/90, indicándome me pusiera debajo de la lengua una pastilla y me recostara en una de las cinco o seis camas, con que cuenta el servicio de urgencia medicas ese hospital regional, diciéndome además,  que en dos horas y media me daría de alta, en seguida una de las enfermeras me inyecto una sustancia de quien sabe que cosa, que me tranquilizo un poco.

Al cabo de un rato, una doctora que dijo ser residente, haciendo malabares para manejar un obsoleto electrocardiógrafo, logró sacarme un electrocardiograma, después de varias veces, de intentarlo, al convencerse que no se podía mejorar la impresión. Para ese entonces, habían pasado más de tres horas desde mi ingreso e inclusive ya estaba en funciones personal del turno siguiente, por lo que pregunte a que horas me darían de alta, contestándome, que tan pronto bajara la doctora encargada del servicio, quien supuestamente había subido para atender a los enfermos hospitalizados, ya luego me enteré que se había subido a dormir en uno de los cubículos.   

Pero, como toda atención en el ISSSTE, se hace tipo Normandía, para ser congruente con las acciones del primer mundo, alguien ordenó me tomaran dos muestra de sangre que de inmediato analizaron en el laboratorio y sin antes obtener los resultados de dichas muestras, de los que por cierto, nunca me informaron, me dieron a tomar unas pastillas, para  disminuir triglicéridos, para eso, ya llevaba mas de seis horas “hospitalizado”, diciéndome nuevamente que no tardaba en bajar la doctora, para que me diera de alta.

Para ese entonces, ya habían ubicado la cama en otro espacio de la misma área de urgencia, prohibiéndome me levantara al baño, por lo que me proporcionaron un cómodo para hacer mis necesidades, que a la larga me dejo una infección en las vías urinarias. Esa reubicación, fue para que no me diera cuenta, que a determinadas horas de la madrugada el personal en turno descansa un poco, aun cuando recepción avisa que hay pacientes esperando consulta. Por fin dieron las 7:00 horas, del día siguiente, reviviendo en mí, la esperanza que me dieran de alta, pero, para mi sorpresa, dispusieron que siguiera “hospitalizado”. Afortunadamente el médico del turno siguiente ordenó mi alta, sin recomendación alguna, después de haber estado “hospitalizado” en urgencias médicas por más de 16 horas, donde salí con seis pastillas en la mano para que me siguiera controlando la presión arterial.

Con esta experiencia medica tipo Dinamarca, comprobé que los servicios médicos que proporciona el ISSSTE, están totalmente colapsado, a pesar de contar con algún personal capacitado tan eficiente como los que atiendes las instituciones médicas en Dinamarca. De no mejorar las cosas, más rápido darán vuelta en las manillas del reloj de derecho-habientes, tan sólo pensar que, acudir a servicio médico del ISSSTE, es parecido a Dinamarca.