Todos pensaron que temblaría y tembló…

El epicentro del sismo de 7.7 grados del 19 de septiembre de 2022 fue en Coalcomán, Michoacán. (Foto: especial)

El lunes pasado 19 del presente, todo México pensaba en los terremotos de 1985, y el de 2017. En la Ciudad de México, se realizaría un simulacro a las 12:19 en punto.

Todos estaban tranquilos en apariencia, sin embargo, todos temían volviera a temblar ese día.

Era muy poco probable que temblara, no había nada que temer. Se decía que solo había una en 133, 225 probabilidades. Así que era muy poco probable ocurriera otra vez un terremoto ese día.

Entre risas nerviosas, chistes y comentarios en las redes, se hacía referencia al 19 de septiembre como el día que tiembla.

El pensamiento es energía; poco más de129 millones de mexicanos según el censo de 2019, estaban seguros de que temblaría y tembló. De hecho, el simulacro afirmaba que el temblor se llevaría a cabo frente a la costa de Michoacán.

Una hora exacta después del simulacro, tembló con una magnitud de 7.7 con epicentro en Coalcomán, Michoacán.

Mi corazón y mente se fueron a Coalcomán, me angustié de pensar en la población, en los alrededores, en las casas, y claro me angustié y preocupé mucho por los daños que pudiera tener tras el fuerte sismo, la Casa -Museo Natalio Vázquez Pallares, ubicada en la calle Madero 66 de la cabecera municipal de Coalcomán de Vázquez Pallares.

 Instantáneamente recordé las historias de mi padre sobre cómo se había acabado Coalcomán en varias ocasiones, por terremotos, pero siempre se levantaba, pues su gente es valiente y trabajadora.

 Me contó como en el terremoto del 28 de julio de 1957, con epicentro en Guerrero, Coalcomán fue muy afectado, incluso el cementerio. Mi madre, María Concepción Zamacona, puso todo su esfuerzo para su restauración. En ese entones Natalio Vázquez Pallares, mi padre, era Diputado de la XLI Legislatura, y puso todo su empeño para ayudar a Coalcomán.  En esa ocasión la casa de Madero 66, fue prácticamente reconstruida por mi padre, cuidando todos los detalles y materiales de la construcción original. Esa casa fue de las tres primeras que se construyeron, su valor histórico es inmenso, de ahí el esfuerzo de mi padre por su preservación.

En 1985, el jueves 19 de septiembre, hace 37 años, hubo un terremoto de magnitud de ocho grados, con epicentro frente a la costa de Guerrero, Coalcomán nuevamente fue muy afectado. La casona del siglo XVI, donde Nació Natalio Vázquez Pallares, donde el General Cárdenas y los cristeros firmaron la paz, era aún habitada por mi tía Teodolinda. La casa tuvo que ser casi totalmente reconstruida, guardando todas las características arquitectónicas que tenía cuando fue construida.

Mi padre me enseñó a amar a Coalcomán, su historia, su cultura, su gente. El valoraba mucho la historia de toda esa región, por ello decidió que la casona de Madero 66, que es en si misma un museo por guardar las características arquitectónicas de la región, fuese Museo para que albergase la historia, y se preservara la cultura. Convencido que es el conocimiento el mejor instrumento para el apropiado desarrollo y libertad de los individuos y naciones.

El lunes 19, a pocas horas de haber ocurrido el terremoto, a nombre de la Fundación Natalio Vázquez Pallares, escribí al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, a la presidenta municipal de Coalcomán, C. María Esquivel, así como a la Secretaria de Cultura del estado de Michoacán, Mtra. Gabriela Molina, haciendo de su conocimiento los daños ocasionados por el terremoto en techos y muros, haciendo peligrar la estructura y el acervo histórico de la Casa-Museo. Asimismo, solicitándoles que se le de atención lo más pronto posible para evitar aumente el daño.

Todo Coalcomán necesita y merece atención. Dura tarea para el gobierno Federal, Estatal y Municipal.  Son muchos los daños en casas, escuelas, iglesias y carreteras. Es tarea de toda la reconstrucción, seguramente se logrará.

Coalcomán es punto estratégico, siempre lo ha sido. Desde los inicios de su existencia, ha tenido papel determinante en la historia no solo de Michoacán sino de México.

Desde el lunes pasado, las personas interesadas en donde había sido el epicentro buscaron a Coalcomán en los mapas. Pocos conocen su historia.

Cuahcoman, (lugar de hombres águila), era un lugar en lo alto de la sierra, con abundantes ríos, y fauna y flora abundante. Su origen es mítico y sumamente interesante; descienden de los nahuas que salieron de Aztlán, guiados por sus sacerdotes, en busca de la tierra prometida. La señal era un águila devorando una serpiente, y como en Cuahcoman abundaban ambos, pensaron era ese el sitio indicado. Duraron ahí muchos años, por su valentía y habilidad con las flechas, se tornaron en los guardianes de la toda la costa, para impedir o denunciar cualquier desembarco en estas tierras. Tiempo después tras mas señales recibidas por los sacerdotes, emprendieron nuevamente su peregrinaje hacia la que fuera la gran Tenochtitlan. Pero muchos se quedaron dando vida y gloria a esta región.

A la llegada de los españoles, a tierras Purhépechas y exigir oro, estos los enviaron a Cuahcoman. Se sabía de su enorme riqueza en metales, y de paso intentaron evitar mayor saqueo y muerte en tierras Purhépechas. En efecto había mucho oro, fierro, plata, y el lugar era bellísimos, por lo cual los españoles se asentaron ahí y fundaron la primera ferrería de América. Fue en 1805, que el Real Tribunal de Minería determinó establecer una ferrería para producir fierro y acero, necesaria para el desarrollo de la minería. En 1807, se produjo fierro de buena calidad, enviándose remesas a las minas de Guanajuato, Pachuca y Zacatecas. En Coalcomán se acuñaban las monedas de la Nueva España. Por la gran cantidad de oro que había en Cuahcoman, fue denominado Motín del oro.

Los indígenas fueron despojados de sus tierras, los que trabajaban en la mina fueron prácticamente esclavizados, víctimas del maltrato y sobrexplotación hasta la muerte.

En octubre de 1810, poco después de iniciada la insurrección por la independencia, los indígenas tomaron la ferrería, elaboraron cañones, armas y municiones para defender la causa insurgente.  Las tropas insurgentes al mando de José Calixto Martínez y Pedro Regalado llegaron a Coalcomán, e inmediatamente fueron apoyados por los indígenas que ya se habían adelantado al apoyo de la lucha independentista apoderándose de la ferrería. Las municiones de fierro hechas en Coalcomán fueron una innovación, pues los realistas no las sabían hacer, las que ellos utilizaban eran de bronce.

 La noticia de que los insurgentes se habían apoderado de la ferrería y que estaban fabricando armas y municiones, alarmó a las autoridades virreinales de Colima y de Nueva Galicia, las cuales mandaron dos divisiones bajo el mando de Juan Nepomuceno y de Miguel de la Mora sobre Coalcomán.  La toma de Coalcomán por parte de los realistas se llevó a cabo el 29 de noviembre de 1811.

Cuando pensaban los realistas que habían apaciguado la región, se retiraron. De inmediato los insurgentes rehicieron las instalaciones de la ferrería y continuaron la elaboración de armas y municiones para la causa libertadora. Previendo que volviesen los realistas, los insurgentes instalaron fraguas y talleres para la elaboración de cuchillos, lanzas, machetes y piezas de artillería, en ranchos alejados.

En los primeros días de noviembre de 1812 Pedro Regalado, auxiliado de un grupo de indígenas de Coalcomán tendió una emboscada a los realistas en un estrecho camino, entre los ranchos de Tehuantepec y El Tejón. A principios de 1814 los comandantes realistas proyectaron una nueva ofensiva en contra de los insurgentes acantonados en Coalcomán, tomando presos a los cabecillas.

Ante estos acontecimientos, los insurgentes y los indígenas de Coalcomán se dispersaron ante el temor de nuevas incursiones de los realistas. Prácticamente el pueblo de Coalcomán quedó despoblado debido a que los indígenas establecieron sus viviendas en puntos aledaños al valle de Coalcomán, sobre todo en la sierra. Al final de la guerra, en el año de 1822, según datos demográficos aportados por Lejarza, solo quedaban 66 habitantes.

A partir de 1824 cuando se proyectó la reconstrucción de la ferrería de Coalcomán por Juan Bautista Binón, el señor Bartolomé Ávila, vecino del lugar se dio a la tarea de congregar nuevamente en la población a los indígenas dispersos, y pronto el número de habitantes llego a casi un millar. La reconstrucción de la ferrería se dio con la finalidad de promover la colonización y el desarrollo agrícola de la región, sin embargo, los acontecimientos de inestabilidad política que siguieron al proceso de expulsión de españoles en 1828 impidieron la consolidación de estos proyectos.

El 30 de enero de 1827 se expidió la Ley para el fraccionamiento y reparto de los bienes de las comunidades indígenas. Basándose en esta ley se cometieron atropellos e injusticias en contra de la comunidad indígena. Se vendieron sus tierras a precios ínfimos a nuevos pobladores, la mayoría procedentes de Cotija, que se dedicaron a la ganadería.

Me permito transcribir un escrito del entonces Prefecto del Distrito de Coalcomán, Antonio Guzmán: “… Dividida la propiedad como va a quedar, habrá lugar a que los vecinos que se llaman de razón puedan hacer arrendamientos convenientes, e introducir mejoras positivas, que antes no se podían verificar porque se oponían los indígenas…” El interés y codicia por poseer las tierras comunales ubicadas en el Valle de Coalcomán pertenecientes a los indígenas, era porque sabían perfectamente que  contaban con una infinidad de recursos que podrían ser fácilmente explotados cuando la propiedad comunal dejara de ser un obstáculo. Para ese tiempo se tenían reconocidos 25 criaderos (yacimientos) de fierro y acero natural, “…de los cuales el menor bastaría para abastecer el continente. Hay también riquísimos criaderos de cobre, abunda la plata, el azogue, plomo, estaño, el carbón de piedra, mármoles y arena de oro en estado nativo.” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1863)  

Desde entonces se conocía el gran potencial de maderas preciosas que existían en la región, se practicaba también el cultivo de caña de azúcar y arroz. En junio de 1871 quedó concluido el fraccionamiento y el reparto de tierras comunales. Consumándose, de esa manera la extinción de la comunidad indígena.

En 1946, Natalio Vázquez Pallares, escribió un libro sobre Coalcomán: “Un nuevo régimen de propiedad y un pueblo (ensayo histórico sobre Coalcomán)”. Consideraba importante y necesario el conocer sobre sus orígenes y su participación en el devenir de la historia de nuestro país.

Coalcomán es poseedor de una riqueza inmensa, en lo histórico, en lo cultural y en recursos naturales. Podría desarrollarse en muchos ámbitos; turístico, alimentario, proveedor de materias primas, como el fierro, etc. Por su riqueza forestal, debería ser catalogado como reserva natural, parando la explotación irracional de sus bosques, podría ser un pulmón de suma importancia para el planeta.

Hay mucho que investigar, que estudiar sobre Coalcomán, sobre Michoacán, sobre nuestros orígenes.

Los movimientos de la tierra generan terremotos; estos a su vez mueven conciencias. Valoramos la vida, lo que tenemos, se fijan nuevas metas por lograr. Todos podemos en vez de pensar que va a temblar, pensar y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que todo mejores, para que todo esté bien.