Día de Muertos, el sincretismo entre Mesoamérica y España

Altar de muertos en el Colegio de San Nicolás. (Foto: ACG)

Ciudad de México.- El Día de Muertos es una tradición que desde hace cientos de años consideramos mexicana en la cual recordamos a nuestros difuntos. Su origen es una constante mezcla de culturas y nuevas formas de concebir lo que nos rodea que se cocinó durante la conquista española.

De acuerdo con Forbes México, antes de la llegada de los españoles, las culturas prehispánicas mantenían un fuerte culto a la muerte, de ahí que tuviéramos a un dios, Mictlantecuhtli, y un camino para llegar a él, el Mictlán.

Christian González Mejía, maestro de pragmática en la Facultas de Estudios Superiores Acatlán, de la UNAM, nos cuenta que el significado de la muerte en los pueblos prehispánicos estaba relacionado con su forma de concebir el mundo, donde sus familiares trascendían a diferentes planos.

El arqueólogo Miguel Baez nos cuenta que la veneración a los muertos en Mesoamérica es muy antigua, alrededor de 4 mil años, 2 mil antes de Cristo, donde los entierros tenían lugar cerca de la casa del difunto, incluso en los patios. Con ello se buscaba que la genealogía estuviera cerca, ligando los espacios entre los vivos y los muertos, “esta es la primera forma en la que nosotros vemos que los vivos están compartiendo con los muertos en México”.

En el periodo prehispánico se les rendía tributo a los muertos de formas sencillas como algún tipo de regalo en la tumba o una ceremonia para honrarlos; ahora se busca atraer su esencia.

Celebración del Día de Muertos en en Colegio de San Nicolás en Morelia. (Foto: ACG)

Baez nos explica que el mundo mesoamericano dividía el camino del sol en cuatro momentos: desde el amanecer hasta el mediodía, cuando el sol está completamente arriba de tu cabeza; la tarde, desde el mediodía hasta que el sol se mete; la noche, cuando el sol pasa por debajo de tus pies, y de la medianoche hacia al amanecer.

La creencia era, nos dice, que en esos momentos nocturnos diversas fuerzas, incluidos los muertos, podían hacer su aparición “particularmente eran dioses que tenían que ver con algunas de estas fuerzas nocturnas, por ejemplo, la muerte; es la posición básica: el sol es la vida y la noche es la muerte. Se creía que estas eran las horas apropiadas para establecer el contacto”.

Baez nos cuenta que la primera gran problemática en materia se salud generada por la llegada de los españoles a América fue la viruela, que ocasionó una muerte generalizada “y eliminó a buena parte de la población prehispánica”, cambiando la forma en que se disponían de nuestros muertos.

Aunado a ello, se promovió el abandono hacia los ritos y dioses dando paso a una evolución de la tradición, “es donde creemos que empiezan a aparecer los altares para poder recordar específicamente a las personas que ya no están y que tampoco están físicamente sus restos cerca de la casa, sino en un panteón”.

González Mejía añade que los conquistadores también fomentaron que los indígenas sepultaran a sus pacientes en los camposantos creando la idea de que era el lugar perfecto ya que se encontraban en la presencia de dios, que era más importante que tenerlos en casa.

El origen de los altares fue un largo proceso que involucró una mezcla entre nuestras tradiciones prehispánicas y la de los españoles que tenían algunos aspectos en común. Aquí, nos explica el arqueólogo, la muerte en forma de un dios con detalles ‘demoniacos’ adquiere un nuevo significado a través de las figuras de huesos y cráneos “una visión donde no existe un dios sino lo que existe es propiamente el culto hacia los muertos”.

Una de las primeras mezclas entre las culturas la encuentra González Mejía en la comida —como el Pan de Muerto— y las velas, ya que para los colonizadores esto era parte de los ritos que se hacían en las misas.

Exposición de ‘Cráneos Gigantes’ en la cerrada San Agustín en Morelia. (Foto: ACG)

Actualmente hay fechas nuevas en nuestro calendario donde rememoramos a quienes no están. El 27 de octubre se recuerda a las mascotas, el 28 se dedica a quienes fallecieron de manera trágica, el 29 a quienes murieron ahogados, el 30 a las almas olvidadas que no tienen familia que los recuerde, el 31 a los niños que no fueron bautizados o nunca nacieron.

Todas estas fechas se han agregado a nuestra cultura y, a decir de González Mejía, “tienen que ver mucho con las condiciones y las formas en las que estamos pensado la vida, las formas en que lo decodificamos”.

Basta pensar en que actualmente contamos con un Desfile de Catrinas a partir de una película de James Bond, “007: Spectre”, concepto que se adoptó y se hizo parte de nuestras tradiciones. Ahora ponemos fotos en los altares, algo que en la época prehispánica no se hacía, ponemos dulces, juguetes; si nuestro difunto bebía o fumaba, añadimos estos elementos.