Turismo no planificado

Pátzcuaro es uno de los destinos más visitados en Día de Muertos | Fotografía: Agencia Comunicación Gráfica.

Insostenible.  Ésa puede ser la denominación de ese fenómeno, que después de la pandemia y con el pretexto de los días de Ánimas (puente largo), literalmente “arrastró” a cientos de miles de personas fuera de los lugares que habitan, para inundar pequeñas y tranquilas poblaciones que se vieron inmersas en situaciones caóticas, como la invasión de vehículos de todo tipo (y todoterreno, como las ruidosas motocicletas), basura y desechos sanitarios por doquier (“ni los cementerios se salvaron”, comentó un lugareño). 

       Seguramente la edad vuelve a una más “quisquillosa”, porque en cuanto observé la cantidad de gente (entre comerciantes y visitantes) que desde el viernes anterior a los días 1 y 2 de noviembre, ya abarrotaba calles, plazas y jardines del centro, además de retirarme a comprar los víveres a otros espacios, me fue imposible dejar de pensar en lo que alguna vez mi madre, cinco o seis décadas atrás, comentó en voz alta, dentro del clan familiar: “Pues, ¿no que quieren tanto a su lago de plata?  No entiendo entonces, por qué arrojan todos sus drenajes a él”.  Ella, mi madre, fue oriunda de Cuetzálan, Puebla, lugar en que (por lo menos en ese entonces), resultaba una abominación arrojar desechos o ensuciar el agua, considerada para los pueblos originarios de la Sierra Poblana, sagrada.

       Así pues, en esos días en que casi se triplica el número de habitantes en poblaciones de la Cuenca, no pude quitarme la idea de cuántas descargas de aguas residuales estaba recibiendo, cada día, nuestro cuerpo de agua… porque además sabemos que las plantas tratadoras para el contaminado líquido, resultan insuficientes por su número, estado de mantenimiento y su capacidad; y conocemos también el lamentable estado en que se encuentran algunos de los humedales que pretendían contribuir para la filtración de residuos. 

       Y la basura!  Imagino el sitio con que se cuenta para el confinamiento, no de residuos, como hace décadas se pensó, sino de todo revuelto y amontonado… como lo pudieron constatar vecinos de comunidades cercanas hace aproximadamente un año:  el “cerro” entonces llevaba un crecimiento de cerca de ¡treinta metros!  ¿Cuánto más aumentaría en estos días, en que se llevan a tirar toneladas?   “Hay que seguir insistiendo”, me parece haber escuchado la voz de una de mis queridas ánimas.

       Porque no se piense que quienes nacimos y elegimos este lugar para vivir sólo nos hemos quejado, criticado o lamentado.  También hemos contribuido, en diferentes épocas, participando comprometidamente en Consejos Ciudadanos de todo tipo: culturales, educativos, de salud y ambientales, sobre todo.  Pero en contra de todo proyecto bien encaminado, resultan los cambios de dirección, intereses y compromisos de los funcionarios en turno.  Podemos afirmar que no existe el mínimo interés por evaluar y dar continuidad a lo que nos puede llevar a lograr un Municipio ordenado, regulado, sano, seguro y disfrutable, sobre todo para quienes lo habitamos, no sólo para quienes “nos visitan”.

       Pátzcuaro, como tantos “Pueblos Mágicos” y lugares “Patrimonio de la Humanidad”, se nos está “yendo de las manos”.  Los edificios del centro histórico, en su mayoría, ahora se han convertido en negocios que, cerrando sus puertas, transforman lo que fueron barrios vivos, habitados, en calles hostiles e inhóspitas.  Resulta verdaderamente lamentable contemplar nuestra espléndida Plaza Principal y sus calles aledañas, convertidas, por las noches, en cantinas: jóvenes en autos y motos lujosas, dando vueltas y “arrancones” con cervezas y botellas en alto, insultándose y retándose, teniendo como fondo los ruidos de motores y música a la vez.  Y ¿qué hacen los pocos vecinos que todavía tienen casas-habitación en estos sitios?  Replegarse.  Saben que sus quejas y denuncias nunca van a ser atendidas.

       Sin embargo, yo sí tengo la esperanza de que algo todavía se puede hacer.  Porque son tiempos de crisis… y son tiempos de oportunidad.  Oportunidad para rectificar.

       Por ejemplo, respecto al turismo, es tiempo de pensar y planificar qué tantos espectáculos puede organizar una ciudad.  Una ciudad, que es un ente vivo.  Ningún organismo puede soportar tanta carga de adrenalina que lo lleve a colapsar.  Y es exactamente lo que sucede a una ciudad: si permanentemente mantiene una serie de eventos masivos, obviamente, el lugar se verá sometido a una carga excesiva de situaciones nada sanas, que le llevarán a un estado permanente de estrés y de ahí, un paso al colapso. 

       Recordemos que no hace tantos años (4 o 5), las ciudades europeas de Venecia y Ámsterdam, fueron sometidas a una cuarentena obligada (por sus propios habitantes) y se encuentran todavía en terapia, luego de haber vivido una severa crisis ambiental: escasez de agua potable por la tremenda contaminación, mala calidad del aire, invasión de plagas y un irregular crecimiento urbano que casi acabó con las áreas verdes disponibles para la recreación.  Y seguramente lo más terrible del asunto: en estos dos ejemplos europeos, las derramas económicas dejadas por los visitantes, no alcanzan para recuperar el daño ocasionado.

       Hace un poco más, en el año 1995, siendo Director General de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) Federico Mayor, propuso –a manera de advertencia-, que todos los países firmantes de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural adoptada por la Conferencia General de ese Organismo en 1972, implementaran medidas URGENTES en cuanto al patrimonio, creando conciencia y sensibilidad entre todas las personas que poseen, promueven o recorren lugares denominados “turísticos”, en el sentido de que “al no protegerlos debidamente, pueden terminar por dañar, modificar o hacer desaparecer irremediablemente ese bien patrimonial”.  Yo vuelvo a pensar en nuestro Lago.

       En sus declaraciones de entonces, Federico Mayor afirmaba también: “Los sitios del Patrimonio Mundial siempre se han situado entre los puntos de mayor atracción para el viajero.  Las obras maestras del hombre y de la Naturaleza generan en nosotros un sentimiento de admiración que constituye, en sí mismo, una suprema forma de trasportación.  Sin embargo, “el turismo desenfrenado y el desarrollo turístico pobremente planificado, pueden resultar en daños físicos y sociales irreparables, y no sólo a los sitios, sino también a las comunidades circundantes”. Como está ocurriendo en nuestra Cuenca.

       Estas advertencias caben perfectamente en el contexto de nuestra entidad.  El turismo deja importantes “derramas económicas”, pero también puede traer efectos adversos cuando no se planifican o prevén situaciones tan elementales como calcular qué tanto puede dañar determinada cantidad de visitantes a un sitio en un determinado lapso de tiempo… sin dar oportunidad para su “recuperación”.  Insisto, porque amo al sitio que me vio nacer.