Los mexicanos y el fracaso

El reciente y por demás triste papel de la llamada Selección Nacional de futbol mexicana en el Mundial Qatar me remite al de Argentina 78. (Foto: especial)

El reciente y por demás triste papel de la llamada Selección Nacional de futbol mexicana en el Mundial Qatar me remite al de Argentina 78 , cuando México quedó en el último lugar mundial, sencillamente no hubo ningún otro país con un peor desempeño. ¿Se aprendió algo de eso?, la verdad considero que poco, muy poco Y por lo visto en Qatar lo poco que se aprendió ya se olvidó.

Es necesario aceptar que el futbol profesional en la actualidad más que deporte es un negocio que deja millones a los de pantalón largo. Y renunciar a esos millones está fuera de la naturaleza humana, y más en la naturaleza de un funcionario del futbol mexicano, o de la FIFA o de donde sea. Ahora bien; en los negocios se gana y se pierde, eso es inevitable; de los errores se aprende, también eso es normal, pero no lo parece para el deporte mexicano. Van algunas consideraciones aplicables al mexicano.

En México, cuando fracasamos lo primero que hacemos es buscar a quien echarle la culpa. Lo anterior es una verdad muy vieja, tan vieja que no me sorprendería que en algún momento se haya publicado en el antiguo y muy respetado Calendario de Galván o en uno de esos calendarios de pared a los que había que quitarle una hoja diariamente y al reverso de la misma encontrábamos alguna frase o pensamiento más o menos razonable.

En México se fracasa no por nuestra incompetencia, fracasamos siempre por culpa de otros que nos tienen “mala idea”. Si somos comerciantes fracasamos no por nuestra falta de planeación, sino por las malas artes de la competencia; si somos alumnos es por causa de los malos maestros o por que el sistema de enseñanza es “capitalista”. Si somos de “izquierda”, entiéndase por eso lo que se entienda, la culpa del fracaso son los “poderes fácticos”; la derecha, el imperialismo, la iniciativa privada o los marcianos. En la presente tragedia de la 4T la culpa es, invariablemente por las administraciones anteriores que dejaron todo patas arriba.

Y a propósito de esta manía del mexicano de culpar a otros de nuestros fracasos existe un cuento, bastante ilustrativo, que describe, humorísticamente, nuestros más arraigados defectos. El relato va así: Corría el año de 2005 cuando se celebró una competencia de remo entre Japón y México. Los japoneses, veloces desde el inicio, llegaron a la meta una hora antes que los mexicanos. De regreso al país, el Comité Ejecutivo se reunió para analizar las causas de esta derrota. Las primeras observaciones fueron: En el bote japonés había un jefe de equipo y diez remeros. En el mexicano había diez jefes de equipo y un remero.

Como era de esperarse dada la gravedad del caso, el asunto pasó a la esfera de la planeación estratégica para una reestructuración a fondo.

Al año siguiente, en 2006, japoneses y mexicanos se volvieron a enfrentar. El equipo nipón volvió a adelantarse desde el principio. Y esta vez el tricolor arribó a la meta dos horas más tarde. El nuevo análisis del Comité Ejecutivo arrojó los siguientes resultados: El grupo japonés presentó la siguiente alineación: un jefe de equipo y diez remeros. En el renovado grupo mexicano había: un jefe de equipo, dos asistentes del jefe de equipo, siete jefes de sección y un remero.

La conclusión del Comité fue unánime y lapidaria: “El remero es un incompetente”. El Departamento de Nuevas Tecnologías y Negocios puso en marcha un plan para mejorar la productividad, introduciendo novedosas modificaciones que generarían incrementos sustanciales de efectividad, eficiencia y eficacia.

En 2007 se le presentó una nueva oportunidad al equipo mexicano, pero ahora el resultado fue catastrófico; llegó tres horas más tarde que el japonés.

Las conclusiones revelaron datos escalofriantes: El grupo japonés nuevamente alineó a un jefe de equipo y diez remeros. En el equipo mexicano había: un jefe de equipo, dos auditores de calidad total, un asesor de empowerment o motivación del personal, un supervisor de estructura organizativa ideal, un analista de procedimientos, un tecnólogo, un contralor, un jefe de sección, un apuntador de tiempos y un remero.

Luego de varios días de profundo análisis, el Comité castigó al remero quitándole los bonos e incentivos por el fracaso. En la reunión de cierre, el Comité, junto con los delegados representativos, concluyó: “Recurriremos a la contratación de un nuevo remero, pero a través de un contrato de outsourcing, con el objetivo de no tener que lidiar con el sindicato y no estar atados a convenios laborales anquilosados que, sin duda, degradan la eficiencia y la productividad de los recursos”. O sea el remero, el único culpable, no supo trabajar en equipo.

Cualquier semejanza entre este cuento y la realidad mexicana es imposible, nosotros no somos así, nosotros siempre aprendemos de nuestros errores. ¿O no?