ECOS LATINOAMERICANOS: El golpe que no fue

El pasado domingo 8 de enero, simpatizantes del expresidente brasileño, Jair Bolsonaro, pretendieron la toma de la sede nacional de los tres poderes federales ubicados en la capital de este país. (Foto: especial)

El pasado domingo 8 de enero, simpatizantes del expresidente brasileño, Jair Bolsonaro, pretendieron la toma de la sede nacional de los tres poderes federales ubicados en la capital de este país. Durante varias horas de la señalada fecha, en la ciudad de Brasilia, varios centenares de bolsonaristas, quienes querían frenar a toda costa el gobierno entrante de Luiz Inacio Lula da Silva, ocuparon los edificios del Supremo Tribunal Federal, el Palacio de Planalto y el Congreso Federal, rompiendo, dañando y robando en los distintos inmuebles.

Ante esta situación, las autoridades federales, incluyendo el propio presidente Lula, actuaron ordenando a la policía y al ejército que dispersaran y detuvieran a estos manifestantes, por lo que en esa misma fecha se arrestaron al menos 150 personas, mismas que están siendo procesadas. Al parecer, esta manifestación y ocupación de las sedes de gobierno, del legislativo y del judicial, habría sido respaldada por el propio Bolsonaro, quién en este momento se encuentra en Miami tras su salida de Brasil hace unos días, y el cual hasta la fecha sigue sin reconocer formalmente la victoria de Lula.

Desde luego, el movimiento fue contenido por las fuerzas de seguridad evitando mayores inconvenientes. No obstante, esto no deja de ser preocupante para la estabilidad democrática tanto de Brasil como del resto de Latinoamérica. Desde la transición democrática de 1985 el gigante sudamericano nunca había tenido este tipo de situaciones durante los traspasos de poder, ni siquiera cuando la expresidenta Dilma Rousseff fue apartada con un golpe parlamentario, por lo que hay diversas cuestiones que deben ser tratadas por las élites actuales de las naciones latinoamericanas, así como por los diversos organismos internacionales del continente.

Hay una presencia cada día más visible en el escenario político latinoamericano de la extrema derecha con tentaciones golpistas. Si bien tal corriente política siempre ha existido en la región, había quedado invisibilizada desde la transición democrática realizada a finales del siglo pasado, pero hoy parece resurgir con mucha fuerza. Brasil es un país históricamente muy dividido, las élites tradicionales rara vez han perdido el control del poder político y por lo anterior aun manejan esquemas muy arcaicos de control sociopolítico y económico, en respuesta a ello se han generado organizaciones sociales de ideología muy radical que busca generar cambios profundos, especialmente en lo que respecta a la redistribución de la riqueza. Por lo tanto, no es sorpresa que las viejas élites político-económicas vieran en Bolsonaro a alguien que les serviría a sus intereses, en tanto Lula es un representante de los movimientos sociales que procuran cambios en la redistribución de la riqueza.

Estos intereses encontrados entre los distintos estratos sociales aun no han podido conciliarse, y tampoco parece haber señales claras de que eso podrá ocurrir en el mediano plazo, por lo que es probable que continúe una pugna de poder en esta nación sudamericana. Sin embargo, para fortuna de Lula, estas tentativas de desestabilización le terminaran por ayudar a consolidar su gobierno. Además, se ha ganado el respaldo internacional de muchos países tanto del continente como de otros lugares, las distintas fuerzas políticas progresistas están coincidiendo en la defensa del actual presidente de Brasil, incluso partidos que no le son completamente favorables y hasta algunos rivales políticos han condenado las acciones golpistas del bolsonarismo, lo cual le permitirá a Lula iniciar su gestión con un mayor margen de maniobrabilidad institucional.

Por el lado bolsonarista, las cosas no parecen ir por buen rumbo. Esta peligrosa y sobre todo fallida táctica, costará la libertad de varios líderes locales que le son simpatizantes a Bolsonaro, y consecuentemente generará un alejamiento de este movimiento político con el resto de la derecha y del conservadurismo político de Brasil que opta por canales más institucionales para concretar sus propósitos. A su vez, el hecho de que Bolsonaro se encuentre en el extranjero y no en territorio nacional afectará su reputación como “caudillo” contemporáneo. Pero, sobre todo, esta tentativa fracasada de tomar la capital representa un desgaste político para el propio Bolsonaro y ello, limitará cualquier negociación futura que tuviera necesidad de hacer con el gobierno de Lula.

Esta suerte de imitación de la toma del Capitolio por manifestantes pro-Trump hace dos años en Washington D.C., pero ahora realizada por bolsonaristas en el país sudamericano, parece más un acto político de desesperación perpetrado por Bolsonaro y sus principales seguidores, debido a que este movimiento político está ya en desgaste, sin aliados institucionales sólidos y cada vez más apartado de las bases de apoyo que pudieran haber creado en su gobierno. Sumando a lo anterior el hecho del distanciamiento generado con EUA, justamente por la resistencia de Bolsonaro a reconocer el gobierno de Biden y que ahora le ha jugado en contra, y que incluso algunos miembros del legislativo estadounidense están pidiendo la salida del exmandatario brasileño de su territorio nacional, situaciones de mucho costo al capital político del bolsonarismo.

Es probable que vuelva a haber nuevas manifestaciones del bolsonarismo, pero también es muy probable que cada vez sean de menor envergadura. Aun así, no debe subestimarse a este movimiento, como ya se indicó, la extrema derecha siempre ha estado en la mayoría de los sistemas políticos latinoamericanos, solamente que mucho más mimetizada con las fuerzas políticas tradicionales que hoy en día. Por lo tanto, aún si el bolsonarismo se acaba como movimiento político las tendencias sociales, políticas, económicas y culturales de la extrema derecha en Brasil seguirán presentes, por lo que deben hacerse los ajustes necesarios para evitar más recorridos hacia el autoritarismo y buscar el fortalecimiento democrático-social-institucional.