Tiempos de reflexión

Principio de año es un buen espacio para reflexionar y hacer un breve recuento de nuestro paso por esta vida terrenal. (Foto: especial)

Principio de año es un buen espacio para reflexionar y hacer un breve recuento de nuestro paso por esta vida terrenal. Sobre lo bueno y lo malo que hemos hecho durante el trayecto de nuestra existencia. De todas aquella aspiraciones, sueños e ilusiones que se quedaron a la mitad del camino, pendientes de realizar, las cuales, desde temprana edad, transitaron de una neurona a otra, inquietas por procesar y que siguen permaneciendo como parte de toda una información registrada. Recuerdos de experiencias vividas; de oportunidades fallidas; pero también de los avances alcanzados, sobre todo, del crecimiento mental y de las aportaciones al desarrollo de la comunidad, para vivir en mejores condiciones, con menos discriminaciones,  desigualdades y en un clima de paz y tranquilidad social, propicio para alcanzar la felicidad, fin último de cualquier ser humano, pero, difícil de lograr, por lo complejo de las interrelaciones entre quienes habitamos sobre la faz de la tierra.

En estos difíciles tiempos por los que estamos pasando, donde se ha profundizado la lucha por el poder político y económico, entre las personas, grupos y naciones, utilizando cualquier medio para ello, desde los aparentes procesos democráticos, hasta los más despiadados enfrentamientos armados, y en los que además, de que la naturaleza nos está enviando claros mensajes, advirtiéndonos el riesgo que corremos como especie humana, si seguimos con el irracional aprovechamiento de los recursos naturales, con el único afán de acumular riqueza y poder.

Debemos reflexionar, y aceptar que vivir sin ton ni son, como un simple vegetal o un parasito social, no tiene sentido alguno; que lo importante es darle un significado a nuestra vida, no podemos distraernos en hacer cosas improductivas, porque estaríamos perdiendo el tiempo y limitando nuestro crecimiento humano, tenemos que ser congruentes con lo que pensamos y hacemos, compartir las buenas ideas y ser solidarios con nuestros semejantes.

Para eso, es necesario cambiar de mentalidad, ya que como dicen los expertos, no existe límite de tiempo ni edad para hacerlo. Se puede dejar huella de diversa manera, a través del arte, la literatura, la escritura y cualquier otro tipo de expresión, simplemente “es empezar a ser conocido algo que estaba oculto; traspasar los límites de la experiencia posible”, es decir, hacer las cosas en forma diferente a lo tradicional.

Como la profunda huella, que han dejado, todos los trabajadores de la salud, al atender a la población en general, sin importar credo, condición social ni pensamientos; muchas veces a consta de su propia vida, por la falta de medicamentos, equipos de protección e insuficiente infraestructura médica,  de esa extraña y misteriosa enfermedad llamada COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, la cual ocasionó estragos en la salud de muchos mexicanos, prácticamente durante dos años y aun cuando ha mermado considerablemente en los últimos meses, ésta,  no ha desaparecido y sigue siendo una amenaza latente, pero afortunadamente los profesionales de la medicina, siguen tan firmes combatiéndola como en un principio lo hicieron.  

Gracias al trabajo profesional, ético y humano que realizaron todos los trabajadores de la salud, desde el camillero hasta el más reconocido especialista, los daños de la pandemia se fueron atenuando de acuerdo a las posibilidades existentes, evitando que fueran más severos que los registrados.

El mejor reconocimiento que se les puede hacer, a todos estos trabajadores de la salud, es asegurarle una contratación laboral de base, con un sueldo digno y suficiente para mejorar sus condiciones de vida; apoyarlos económicamente, para que se especialicen en los conocimientos de su preferencia y proporcionarles las herramientas, equipos, instalaciones adecuadas y abastecimiento de los medicamentos necesarios, para que puedan desarrollar su trabajo diario y estén preparados, para actuar en cualquier otra contingencia imprevista que se presente.

Reconocimiento igual merecen todos aquellos buenos mexicanos, como los trabajadores de la educación que en condiciones laborales limitadas desempeñan su trabajo; los obreros que mueven parte de la infraestructura productiva nacional; el mermado número de campesinos que producen parte de los alimentos básicos; los alumnos que se preparan para ser la futura mano calificada del sector productivo; así como las amas de casa, que hacen maravillas para que alcance el gasto diario, entre otros muchos, que con sus actividades, contribuyen al desarrollo integral de México. Como dice el clásico, somos más los que producimos y construimos la nación, que aquellos que obstaculizan su progreso.

Todavía estamos a tiempo para reorganizarnos socialmente, fortalecer los lasos de unidad y ser más solidarios con los más desiguales, participado dentro de nuestras posibilidades con una nueva actitud para hacer menos difícil la vida y estar en posibilidades de defender en un solo frente lo que nos pertenece y tratar de vivir en armonía tanto con el medio ambiente natural, como con nuestros semejantes. Debemos despojarnos de egoísmos y trabajar unidos, para heredar un mundo mejor, a las nuevas generaciones.