“Yo tuve un sueño…”

Martin Luther King. (Foto: especial)

Martin Luther King, tuvo un sueño. Soñaba un mundo con justicia e igualdad.

Nació el 15 de enero de 1929, en Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Fue asesinado por sus ideales el 4 de abril de 1968.

El 16 del presente, el Dalai Lama escribió: “Recordemos como el Dr. King, no era solo un gran líder, del movimiento norteamericano por los Derechos Civiles, sino también un defensor comprometido por la no violencia. Al igual que millones de personas alrededor del mundo, yo admiro su sueño de justicia e igualdad para todos”.

Fue líder visible del movimiento por los derechos civiles desde 1955 hasta el día en que lo asesinaron por sus ideales.

 Organizó y llevó a cabo diversas actividades pacíficas reclamando el derecho al voto, la no discriminación, y otros derechos civiles básicos para la gente afrodescendiente de los Estados Unidos. Entre sus acciones más recordadas están el boicot de autobuses en Montgomery, en 1955. Su apoyo a la fundación de la Southern Christian Leadership Conference (SCLC), en 1957, de la que fue su primer presidente.  Organizó y marchó al frente de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, en agosto de 1963, al final de la cual pronunció, su famoso discurso I have a dream (Yo tengo un sueño), gracias al cual se extendió por todo el país,  la conciencia  sobre el movimiento de los derechos civiles.

El discurso de Martin Luther King tenía como objetivo denunciar los atropellos y abusos sufridos por los afroamericanos debido al conflicto racial de los últimos cien años de historia estadounidense, y exigir la justicia y la libertad a que tenían derecho como ciudadanos norteamericanos.

Proponía el ideal de una sociedad fundamentada en los valores de la igualdad y la fraternidad, con pleno reconocimiento de los derechos civiles y las libertades individuales de la comunidad afroamericana.

 Luther King inició su discurso recordando a Abraham Lincoln, quien justamente cien años antes, había abolido la esclavitud. No obstante, se lamentó, pues ese siglo de historia había demostrado que los afroamericanos continúan sin ser libres y que continuaban siendo relegados y segregados.

  Instó en todo momento a seguir avanzando en este propósito hasta que se hiciera justicia, pese a las dificultades, a la situación de injusticia generalizada y a los tensos escenarios que se vivían en el país a causa del racismo.

“A pesar de todas las adversidades, tengo un sueño, un sueño de justicia e igualdad, de fraternidad entre blancos y negros, un sueño en que las barreras de la segregación racial sean superadas, para que un día en Estados Unidos el sueño de la libertad y la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, tal como lo recoge la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, donde se afirma que todos los hombres han sido creados iguales, sea posible”.

Luther King entendía la urgencia del momento.  Serían constantes en la lucha y no descansarían hasta ver que fuesen reconocidos plenamente los derechos civiles que les corresponden como ciudadanos afroamericanos. El cambio de consciencia que se estaba gestando fue indetenible.

En todo momento ejerció, e instó a ejercer la no violencia: “Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir por siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física”.

Instaba a la unidad; “La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está intrínsicamente unida a la nuestra. No podemos caminar solos”.

Al final de su histórico discurso, donde sobre todo instaba a no rendirse, no obstante peligros, burlas e incomprensión. El sueño de libertad, de justicia al que todos anhelamos, habrá de cumplirse.

“¡Suene la libertad! Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, podremos acelerar la llegada de aquel día en que todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! ¡Gracias a Dios todopoderoso, somos libres al fin!”.

Luther King era un luchador espiritual. Admiraba y seguía el ejemplo de Mahatma Gandhi. Ambos luchadores por la libertad e igualdad de todos los seres humanos.

Era 1963, se cumplían 100 años de la Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln, con la cual se ponía fin a la esclavitud. Sin embargo, a cien años de esta promulgación: a los negros se les negaban muchos de los derechos y libertades civiles: aún no podían votar en algunos estados, eran descartados de algunos empleos debido a su color, no podían entrar en ciertos locales, sus hijos no podían asistir a ciertas escuelas para blancos, no podían usar los baños para blancos, ni sentarse en un autobús que no fuese para gente de color. Eran víctimas del abuso policial y, por si esto fuera poco, desde hacía casi un siglo eran perseguidos por una organización extremista de orientación racista y xenófoba conocida como el Ku Klux Klan, autora de persecución, segregación, señalización y terribles crímenes contra los afroamericanos.

La mayor parte de los derechos reclamados por el movimiento lidereado por Martin Luther King, fueron aprobados con la promulgación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de derecho de voto de 1965.

Martin Luther King escribió en 1967: “No debemos luchar solo por las gentes negras, sino por todos los pobres. Debemos incluir a los amerindios, los puertorriqueños, los mexicanos e, incluso, a los pobres blancos”.

Su visión era la de un cambio que fuese más revolucionario que una simple reforma: señaló los defectos sistemáticos del racismo, de la pobreza, del militarismo, e indicó que la reconstrucción de la sociedad era el verdadero problema que había que resolver.

Su hija Berenice King escribió: “Cuando conmemoren a Martin Luther King, por favor también recuerden a mi madre. Ella fue la arquitecta del legado de King, y la fundadora del Centro King, tras el terrible asesinato. Sin Coretta Scott King, no habría el día que se conmemora a Martin Luther King”.

En los años setenta, Coretta Scott, viuda de Luther King, marchó y luchó al lado de Chávez por los derechos de los trabajadores migrantes, procedentes de México, que trabajaban los campos en Estados Unidos, principalmente en California.

Coretta dijo en ese entonces: “La injusticia de tener a alguien trabajando tantas horas, es equivalente a la esclavitud. Todos debemos levantarnos para asegurar que los trabajadores sean tratados con justicia y dignidad”.

Justo en esos años, en 1961, fuimos mi mamá y yo a un viaje a California. Mi padre siempre me decía que los viajes enseñan, abren mundos, y sueños.  Tenía yo siete años, y nuca olvidaré como me tocó ver letreros afuera de tiendas, cafeterías y baños, que decían: “prohibida la entrada a negros y mexicanos”.

En ese viaje, vi la abismal diferencia de trato de alguna gente blanca, hacia las personas con diferente color de piel; tratase de chinos, mexicanos o afroamericanos.  Recordé como ve mucha gente aquí en nuestro país a los indígenas, o personas con piel morena.

Desde entonces mi padre me hablaba de la lucha de Martin Luther King, y de Cesar Chávez, con quien, por cierto, mantenía contacto. Eran afines en las ideas, tenían el mismo sueño.

 Cesar Chávez escribió en 1978: “Martin Luther King mostró el camino. Los hombres y mujeres que en verdad luchan por los demás, son luchadores no violentos. Por sus lecciones, y por su sacrificio por los pobres y oprimidos, la memoria de Martin Luther King vivirá en los corazones de los trabajadores por siempre”.

 También afirmaba: “Dr. King se dio cuenta de que la única riqueza real viene de ayudar a los demás. Yo reto a todos y cada uno de ustedes a ser un verdadero discípulo del Dr. King.  Los reto a continuar su ejemplo, a trabajar por la causa justa en la que creen”.

El sueño de Martin Luther King ciertamente es el de millones de personas alrededor del mundo. Tenemos el mismo sueño.

La injusticia, el racismo, la desigualdad, la discriminación, la violencia en todas sus acepciones prevalecen en todo el orbe.  Tenemos que cambiar el mundo.

 Debemos hacer realidad el sueño de un mundo con justicia, igualdad y libertad para todos.