Nuestra muy poca agua

Algunas de las zonas donde el abastecimiento de agua está en niveles críticos ven su situación exacerbada por la sobreexplotación de aguas subterráneas con fines de riesgo. (Foto: especial)

Hay un dato que ilustra la gravedad del problema por el acceso al agua en Michoacán. El 28 de enero de 2006 el diario La Jornada Michoacán publicaba información proporcionada por Conagua procedente de un estudio denominado la Estadística del agua en México 2005 y en el cual se afirmaba que en Michoacán el 9.4 % de la población carecía de agua potable; el pasado 2 de marzo la prensa daba cuenta de la entrevista realizada a Roberto Arias Reyes, Coordinador de la Comisión Estatal de Agua y Cuencas, quien reveló que casi un 30 % de los michoacanos no tienen acceso al agua potable.

Es decir, en 17 años se habría incrementado en 20 % la población que no puede acceder a este bien. Quiere decir que las políticas públicas que se aplicaron en este lapso no sólo no mejoraron los indicadores, sino que los empeoraron.

En las consideraciones de 2006 la Conagua atribuía el fenómeno a factores tales como “la escasez, al crecimiento poblacional, a la contaminación, a la falta de una cultura de prevención, a la limitada capacidad de las plantas tratadoras y potabilizadoras, y a la ausencia de programas de rehabilitación y restauración de las zonas hídricas.”

Por la agudización del problema tenemos que asumir que ninguno de estos factores fue atendido de manera exitosa desde esa fecha, que más bien fueron desatendidos y eso explicaría la razón de porqué ahora tenemos más población sin agua, y menos agua.

Peor aún, la Conagua en 2006 advertía que Michoacán sufriría en “los próximos 20 años” de una “baja a muy baja” disponibilidad de agua por habitante, y no se equivocaban en el pronóstico.  El Monitor de Sequía de México de esta dependencia federal coloca a Michoacán en febrero de 2023 con Sequía Extrema en el 15 % de su territorio, Sequía Severa en el 60 %, Sequía Moderada en el 20 %, y 5 % Anormalmente Seco.

El dominante de los indicadores, como se puede observar, es el de sequía. Las consecuencias de estas mediciones no son buenas noticias. Estaremos expuesto a una disminución de volúmenes de agua tanto para el consumo humano como para el consumo agrícola y pecuario.

Esta tendencia progresiva en indicadores negativos de acceso al agua parece no tener obstáculo o una ruta de mitigación. Es decir, no hay nuevas y mejores políticas ni más recursos para atender el problema. El problema sigue ahí, creciendo.

De hecho, y no obstante que en 2006 se advertía sobre la urgencia de atender con rehabilitación las zonas de recarga hídrica se dejó correr la práctica irracional de los aprovechamientos y permitir el crecimiento caótico de los sistemas productivos y urbanísticos no sustentables.

No hubo programas de rehabilitación hídrica en cambio se permitió la impunidad para que se arrasara con la casi mitad de los bosques, es decir, se otorgó permiso de facto para destruir los bosques que son determinantes para la recarga hídrica, para la regulación climática, es decir para la realización del ciclo del agua.

Que Michoacán se ha colocado en la frontera de la crisis hídrica es un hecho que ya no se puede ocultar. Al paso de los años se suman poblaciones y grandes ciudades en las que el agua escasea.

Así como en 2006 se advertía un futuro preocupante, y muy poco o nada se hizo, lo mismo ocurre ahora, se advierte una condición de sequía para el estado y se reconoce el grave hecho de que el 30 % de la población no accede al agua potable, sin embargo, no hay mejores políticas ni más recursos ni más legislación para detener la desbocada destrucción ambiental que sigue en marcha.

Que hasta ahora no se vea ninguna acción para poner en 0 el cambio de uso de suelo y la tala ilegal, o se detenga la voracidad en la construcción de hoyas captadoras de agua ―más 20 mil, según referencias conservadoras―, ni existan acciones contundentes para la restauración y protección de las cuencas acuíferas, es otra mala noticia que deberá sumarse a los datos preocupantes que aporta el Monitor de Sequía de México.

¿Debemos llegar a una condición crítica en donde la carencia de agua genere un clima de ingobernabilidad para entonces dedicar nuestra atención a las soluciones del problema? ¿O llegado el momento estaremos tan obnubilados e invadidos por el temor y la cólera que solo atinaremos a pedir cabezas creyendo que con ello se resolverá un conflicto que dejamos crecer por décadas? Un problema en donde hay responsabilidad gubernamental, de los sectores productivos y también de la ciudadanía.