Ecos Latinoamericanos: La migración sin respuesta

El 33 por ciento de los migrantes latinoamericanos en Estados Unidos proceden de México

El subdesarrollo de América Latina explica el fenómeno migratorio

El pasado año, Estados Unidos interceptó a más 2 millones 700 mil personas migrantes indocumentadas oriundas de Latinoamérica a lo largo de su frontera. Acorde a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), los encuentros fronterizos que realizaron las autoridades migrantes estadounidenses en lo que respecta a la migración latinoamericana entre enero y octubre de 2022 fue de casi 2 millones 100 mil personas. De esta cifra el país con mayor porcentaje de migrantes fue México (33%), después Cuba (11%), Guatemala (9%), Honduras (8%), y Venezuela en quinto lugar (7%).

Esto apenas es un reflejo preocupante del fenómeno migratorio en la región, ya que dicha cifra no está contemplando al resto de migrantes irregulares, ni tampoco a aquellos que entraron y se mantienen por medios oficiales, así que muy probablemente es un número mayor tanto de la cifra total como de los porcentajes de latinoamericanos migrantes en Estados Unidos.

No es una sorpresa señalar que Latinoamérica es una región con gran subdesarrollo, ubicados la mayoría de sus países en la clasificación de “tercer mundo”. Lo anterior explica buena parte del fenómeno de la migración que continúa existiendo hasta la fecha y que no parece tener alguna reducción sustancial.

La mayoría de las personas que optan por migrar lo hacen sobre todo por cuestiones relacionadas con el desarrollo económico, si bien hay momentos donde encuentran alguna oferta de trabajo o de estudio, o simplemente tienen interés personal en ir otro país por mero gusto, la realidad es que estos casos son menores al 1%.

Cada vez son más los documentales, reportajes e incluso informes oficiales que reconocen la enorme problemática que significa la migración en Latinoamérica, toda vez que ésta es de grandes proporciones y de flujo constante. Afrontar los accidentados terrenos geográficos, enfrentarse a los abusos de las autoridades oficiales de los países de tránsito, e incluso la amenaza de grupos del crimen organizado, ha colocado la migración en nuestra región como una actividad sumamente riesgosa, y aún así año con año los migrantes continúan abarrotando la frontera sur de Estados Unidos esperando su ingreso.

Al mismo tiempo, ya es cada vez menos la migración que procura la prosperidad del llamado “sueño americano”, más bien son cada vez más los migrantes que buscan entrar a Estados Unidos para enviar remesas a sus familias y así mejorar su calidad de vida, aunque para ello deban recurrir a la subsistencia económica en territorio estadounidense.

Debe de señalarse una cosa, no hay motivos partidistas o ideológicos en el esquema de migración, si bien ha habido ocasiones donde bruscos cambios en algún régimen político impulsa oleadas migrantes, tal como sucedió en Honduras desde 2009, Venezuela desde 2013 y Ecuador desde 2017, en general el flujo de latinoamericanos que van a Estados Unidos casi siempre ha estado presente, únicamente ha habido algunos momentos donde se ha reducido ligeramente.

Este fenómeno ha hecho que los países receptores, como lo son EUA en América y los países de Europa occidental en el viejo continente, empiezan a generar políticas de contención y rechazo frente a las grandes oleadas de migrantes que entran año con año y que no parecen reducirse. El mejor ejemplo de esto lo realizó Donald Trump durante su gestión. Para colmo muchas veces no son solo los gobiernos sino directamente son los propios ciudadanos nativos los que abiertamente rechazan la llegada de más personas bajo la noción de que les perjudicará económica o culturalmente, incluso hasta propios migrantes que lograron obtener su ingreso por métodos oficiales han apoyado en ocasiones políticas de rechazo contra la migración irregular.

Esto ha llevado tanto a gobiernos de países en vías de desarrollo como a Gongs y organismos internacionales a tratar de interceder por los derechos de las personas migrantes, incluyendo las que están en situación irregular al pedir políticas de mayor flexibilidad en el tema migrante a los países receptores, lo anterior justificándose en que le es imposible a las naciones en desarrollo mantener a dichas personas dentro de sus territorios.

Sin embargo, esto no debe de bloquear la realidad social que hay detrás de la migración. Pedir más flexibilidad a los países receptores es quizá lo más humanitariamente correcto, pero esto no es una solución realista. Aunque estos países tengan mayor capacidad económica, hoy en día sus economías no eran lo que hace dos décadas, su productividad es cada vez menor y por lo tanto su proceso de asimilación para los migrantes es más lento, justamente por esto es por lo que a veces el conservadurismo de dichos países toma a los migrantes como chivos expiatorios para explicar las crisis financieras locales, poniendo así en peligro a las comunidades migrantes.

Pero, sobre todo, mayor flexibilidad únicamente es una medida paliativa, no resuelve la raíz del problema, que es justamente el subdesarrollo económico en los países expulsores de migrantes. Pretender resolver el problema de la migración pidiendo como única alternativa más flexibilidad de los países receptores, es como tratar de reparar una gotera colocando una cubeta debajo de ella y sustituirla por una más grande cuando se esté llenando. La autentica solución a la crisis migratoria es acabar con los problemas estructurales que impiden a amplios sectores de la población desarrollarse adecuadamente en sus lugares de origen.

Estos problemas son en general la falta de empleo bien pagado, el acceso a seguridad social de calidad y seguridad económica que permita establecer negocios propios de los cuales la gente pueda mantenerse en el mediano y largo plazo. Todo ello es responsabilidad de los Estados de estos países expulsores de migrantes que por lo general tienen gobiernos sin frenos y contrapesos reales, o que carecen de esquemas de rendición de cuentas, y que incluso hasta utilizan a la migración como una válvula de escape social para prevenir estallidos políticos. Por lo tanto, mientras estos gobiernos no realicen las políticas adecuadas para mejorar la condición social de su pueblo, lamentablemente el flujo migratorio permanecerá constante.

La migración es natural en el ser humano, sin embargo, con todos los adelantos tecnológicos, el acceso a nuevos modelos de producción, y el rumbo democrático que ha aceptado tomar la mayoría de la región, se supondría que este fenómeno estuviera mucho más reducido, lo cual aún no ocurre. Si hay oportunidades, seguridad y prosperidad económica la gente ya no tendría por qué migrar, eso tienen que entenderlo todos los gobernantes, que antes que pedirles más flexibilidad a los países desarrollados deberían enfocar sus esfuerzos en mejorar las condiciones de vida en el interior de sus países, para que sus connacionales no deban abandonar sus hogares.