Madre Tierra

El calentamiento global puede elevarse en un promedio de entre 1.4 y 5.0 grados en este siglo

Este 22 de abril se conmemora el Día Internacional de la Tierra | Foto: Especial

Llevamos siglos, como especie humana, cometiendo una infinidad de abusos hacia la abundante generosidad que ofrece nuestro planeta, llamado Tierra, como si esta abundancia fuera infinita. Desde el momento mismo en que por primera vez caminamos sobre su superficie, provocamos un impacto en ella, tanto así, que apenas en una decena de miles de años nos hemos convertido en la especie “dominante” y en unos cuantos años, una amenaza planetaria.

Sin lugar a duda: el tercer planeta del Sol, éste que habitamos, se encuentra experimentando cambios ambientales drásticos, acelerados por las actividades humanas.  Según el Informe del Panel Científico Intergubernamental sobre Cambio Climático, patrocinado por Naciones Unidas en el año 2001, el recalentamiento global ha aumentado más intensa y rápidamente de lo que se temía, pudiendo alcanzar un promedio de entre 1.4 y 5.0 grados en este siglo.

Encontrándonos ante un momento crítico en la historia de la Tierra, resulta una época en la que la humanidad tiene ante sí la oportunidad de reflexionar en su futuro y tomar medidas al respecto, si realmente desea continuar compartiendo la excepcional aventura de navegar por el Universo, teniendo como vehículo al Planeta Azul.

Podemos y urge reflexionar, por ejemplo, en que la Tierra, como hogar que nos alberga, es una entidad increíblemente compleja; compuesta por numerosos sistemas de apoyos relacionados entre sí, que estudiados de manera científica, nos están obligando a entender que habitamos un organismo vivo que cuenta con recursos limitados.  Y por supuesto, que se encuentra en permanente transformación.

Una nueva visión de nuestra relación con la tierra, es la que se está expandiendo por todos los pueblos y naciones que han tomado en cuenta las voces de alarma en cuanto al deterioro ambiental y además defienden los recursos naturales como parte sustancial de nuestra existencia, evitando su mercantilización y afirmando que “Somos Tierra”.  Porque efectivamente, no venimos de fuera, sino de la Tierra misma.  Nuestro cuerpo está hecho de elementos, de átomos que no son eternos, que tienen fecha de fabricación, que fueron elaborados por las estrellas, en la explosión de las supernovas que permitieron la aparición -por primera vez- del calcio para nuestros huesos, del hierro para nuestra sangre, del fósforo para nuestro cerebro.

En el año 2017, época marcada por distintos eventos que resultaron catastróficos en varios lugares (huracanes como el Harvey en Estados Unidos, tifones en Viet-Nam, monzones extremos en India, Bangladesh y Nepal, además de 100 desastres asociados con el clima), pudimos conocer la Agenda Mundial Latinoamericana, editada por las Comunidades Eclesiales de Base, que se dedicó a la Ecología Integral, tomando como base la Encíclica Papal “Laudato Sí”.

En su invitación a la Ecología Integral, toma como punto de partida las siguientes premisas que resultan reveladoras en cuanto a la postura adoptada por la Iglesia comprometida con los pobres:

“No fuimos creados un día, sino que somos el resultado de la evolución de especies anteriores.  Somos una especie emergente”.

“No somos seres celestiales, sino terrenales, terrestres, telúricos: somos tierra, la Tierra misma, que en nosotros culmina su aventura evolutiva y la hace más y más consciente.  Somos Tierra, somos como su alma misma; ella es como nuestro cuerpo.  En nosotros ella ha llegado a sentir, a reflexionar, a admirar, a sentir responsabilidad”.

 “No somos el centro del Cosmos, ni de la Tierra, ni del Universo.  El antropocentrismo (verlo todo desde la perspectiva y los intereses humanos) ha sido un espejismo interesado; ha sido un error que estamos pagando caro la Tierra, la Comunidad de la Vida y nosotros mismos”.

 “Pertenecemos al Cosmos, al Universo, a la Tierra, a la Comunidad de la Vida.  Somos parte de ese misterio.  Creernos separados, independientes, desligados, diferentes del Cosmos… ha sido un error nefasto, y muy resistente todavía hoy”.

Con voz profética, la Eatwot: Asociación Económica de Teólogos/as del Tercer Mundo, en su Asamblea realizada en Yakarta, Indonesia, en el año 2012, declaró: “Sólo dejaremos de destruir la naturaleza –y de autodestruirnos- cuando nos dotemos de una nueva visión que nos haga conscientes de la dimensión sagrada de la naturaleza y de nuestro carácter plena y naturalmente natural”.

Y el desafío sigue estando ahí, más vivo y urgente que nunca.  A pesar de que la conciencia ecológica crece en el mundo, podemos decir que todavía no hay voluntad política en las sociedades ni en sus gobiernos, ni movimiento suficiente en la opinión pública para el cambio que necesitamos.

Hoy traigo las palabras de Naomi Klein, reconocida ambientalista-humanista canadiense, a propósito de la Encíclica “Laudato Sí”, a la que calificó como la declaración más revolucionaria hecha por un representante religioso en la historia contemporánea:  “En un mundo donde el beneficio económico se pone siempre por encima de la gente y del planeta, la economía climática tiene absolutamente todo qué ver con la ética y con la moral.  Si estamos de acuerdo en que poner en peligro la vida en la Tierra representa una crisis moral, entonces esto nos exige actuar… Y actuar no significa dejar el futuro al azar o a los ciclos de auge y caída del mercado.  Actuar significa establecer políticas dirigidas a regular la cantidad de carbono que se puede extraer de la tierra.  Significa políticas que nos conduzcan a emplear un cien por ciento de energías renovables en las próximas dos o tres décadas, o a más tardar, a mediados de este siglo.  Significa compartir el uso de los bienes comunes, como lo es la atmósfera, sobre la base de la justicia y la equidad y no sobre la base de que quien gana se lo lleva todo”.

El Día Internacional de la Madre Tierra es una celebración que se realiza el 22 de abril de cada año y tiene el objetivo de reflexionar y crear conciencia entre las personas del planeta, sobre los problemas que existen en el mundo, para crear un equilibrio entre las necesidades económicas y sociales.  En 1970 fue cuando se celebró por primera vez el Día de la Tierra… pero desde entonces, el planeta ha perdido más del 30 por ciento de su biodiversidad.  Muchos países ya están sufriendo los efectos del calentamiento planetario con miles de refugiados climáticos.

El grito de la Madre Tierra va al unísono con el grito de los pobres, de las selvas mutiladas, los bosques calcinados, los ríos contaminados, las montañas horadadas, los animales acorralados en su hábitat invadido y las especies en extinción.  Todo como consecuencia de las ambiciones desmedidas y egocéntricas de una especie que se ha autoproclamado diferente, superior, dueña de la creación y que ha mirado a la Naturaleza como una simple despensa de “recursos naturales” al servicio del “desarrollo económico”.

Día de la Tierra: fecha que invita a pensar en la Comunidad de Vida en el planeta.