El Bigotes

Esas vivencias me han dado muchas satisfacciones, tanto como si yo fuera cada uno de los egresados que han triunfado profesionalmente. (Foto: especial)

Lo que platicaré sucedió durante uno de los tantos episodios de mi vida laboral. En alguna ocasión me comisionaron para programar y presidir reuniones con vecinos en algunas comunidades de la región oriente del Estado. Fue una de ellas que se me quedó grabada en la memoria por lo sustancial de los resultados y por un hecho especial que allí sucedió. En Tzintzingareo, municipio de Irimbo (del purépecha-lugar de alegría), una de esas pintorescas comunidades colindante al disminuido paisaje de lo que una vez fueron los hermosos bosques de la parte oriental de nuestro Estado de Michoacán. Localizada a unos 2250 metros sobre el nivel del mar, con una población aproximada de 2300 habitantes (2000), moradores de unas 610 casas, en donde todavía en esa época de principios del siglo se podía vivir en paz y con tranquilidad social.

Llegué puntual a la cita, cuando ya estaba pardeando la tarde, afortunadamente la asistencia era más de la esperada, posiblemente por haber sido un sábado y a una hora apropiada. Terminaba una semana más de trabajo. Como siempre sucede, las familias campesinas son tan nobles y trabajadoras, que nunca pierden la fe y la esperanza de que algún día llegue la noticia esperada de que por fin se les hará justicia social.

Tomé mi lugar e iniciamos la reunión.

–Pásale pa´delante, Lauro –escuché que alguien dijo. Momento aquel en el que supe el nombre de aquella persona de menuda estatura, figura bonachona y que se abría paso entre los asistentes a la reunión informativa.

Levantó la vista y nos miramos de frente. Sin darme tiempo a reaccionar, me dijo a bote pronto:

–¡Quihúbule, paisano! ¿Qué andas haciendo por estas tierras?

Nos saludamos con el afecto de siempre y una manifiesta alegría por habernos reencontrado después de 25 años en que había terminado mi educación profesional.

Lauro, que ahora bien sabia su nombre, era quien se encargaba de abrir y cerrar la reja de malla de ciclón del estacionamiento de la escuela. Trabaja por las tardes, de 4 a 9 de la noche y de lunes a viernes. Su trabajo consistía en controlar el flujo de los vehículos del personal directivo y administrativo, de los profesores o docentes, de los alumnos y de uno que otro visitante ocasional; llevaba registro de entradas y salidas y vigilaba que todo estuviera en orden en el interior.

Aun cuando eran pocos los vehículos que a diario transitaban por el estacionamiento, se advertía siempre mucho movimiento, porque hasta quienes llegábamos en camión, muchas veces se nos facilitaba entrar por el acceso al estacionamiento, aprovechando la complacencia de “El Bigotes”, quien era muy apreciado y conocido por la comunidad educativa, por su amabilidad, carácter agradable, su buen humor y por manifestarse optimista ante las limitaciones económicas de esos tiempos.

Entre apertura y cierre de la reja, disfrutaba platicar con los alumnos que iban llegando a la escuela o con algún compañero de trabajo, como don Artemio Santoyo, velador del plantel, a quién con frecuencia le gustaba platicar como se inspiró para componer la canción de “Margarita” y “La vieja de Pancho” que al parecer fueron del dominio público por algún tiempo. Personaje entrañable de la escuela que bien merece una historia aparte. Él era tan buen compositor que los directivos de la escuela lo buscaban para que les compusiera un poema dedicado a sus compañeras.

Concluida la reunión, me invitó a su casa para presentarme a su familia y conversar sobre las cosas en común que vivimos durante mi estancia en aquella hermosa escuela profesional. La matrícula escolar no era mayor en ese tiempo, por lo que prácticamente todos los que asistíamos en el mismo turno nos conocíamos. Recordamos los egresados que le han dado prestigio a la escuela, desde regidores; presidentes municipales; diputados locales; diputados federales; directores generales; senadores; subsecretarios de estado; escritores y hasta un Presidente de la República.

Me decía Lauro que a todos los que pasaron por las aulas de la escuela, trató por igual, ni más ni menos.

–Además, me daba cuenta de todo lo que sucedía a diario en ese espacio escolar, pero pasara lo que pasara, mientras no fuera nada grave, todo quedaba como un acontecimiento más del proceso educativo de unos jóvenes inquietos por mejorar su vida. Esas vivencias me han dado muchas satisfacciones, tanto como si yo fuera cada uno de los egresados que han triunfado profesionalmente, porque estoy seguro de que mi humilde trabajo dejo alguna huella en los triunfos alcanzados.

“Gracias a mi trabajo, el cual sigo desempeñando con el mismo empeño y pasión como lo hice el primer día, es decir, abrir y cerrar las puertas de la escuela, aprendí a conocer la verdadera dimensión del ser humano, que se proyecta en su forma de pensar, sentir y actuar. Sobre todo, cuando se tiene poder –dijo esto último como lamentándose. En un tono más melancólico.

Con un tejo de nostalgia, me platicó que seguido escuchaba que algunos maestros y trabajadores de la educación conseguían crédito en FOVISSSTE para comprar casa o algún departamento y que venía con un descuento cómodo quincenal, es más, hasta se decía que muchas veces ni se terminaba de pagar el crédito y aun así le entregaban la escritura del inmueble al supuesto deudor, principalmente si formaba parte del SNTE. Me decía que siempre estuvo tentado a pedirle una recomendación a uno de los alumnos que su papá ocupaba un importante cargo en el SNTE, pero luego se desanimaba de hacerlo, sólo al pensar en el bajo salario mensual que percibía.

Pero como la vida da muchas vueltas, de la noche a la mañana se le renovaron las esperanzas de conseguir un crédito para comprar una casa o un departamento. No podía ni dormir de la emoción de sólo pensar que en poco tiempo su sueño se podría hacer una realidad. No era para menos, el Presidente de la República en turno, era nada más ni nada menos, que un egresado de la escuela donde abría y cerraba la reja de malla ciclónica del estacionamiento, a quien conoció y trató en sus años de estudiante y como docente del plantel cuando regreso con el grado de Dr. en ciencias.

Me siguió diciendo:

–Esperé el momento oportuno para poderle hacer la petición de forma verbal y directa, mejor momento no podía presentarse que un acto de inauguración de una unidad habitacional del INFONAVIT. Como pude, logré burlar la vigilancia del Estado Mayor Presidencial y sin titubear en ningún momento y con mucha seguridad le dije: “Ernesto, estoy muy pobre, mi casa que tengo en mi pueblo se está cayendo, tengo muchos hijos que mantener y como tú sabes gano muy poco, dame un crédito para comprar una casa o un departamento. Que te cuesta decirle al Director General del INFONAVIT, que esta, aquí a tu lado que me dé ese crédito”.

“También, sin titubear y con mucha ligereza me contestó: ¡Ah!, sí ‘Bigotes’ dándose la media vuelta y dejándome con la palabra en la boca. Hasta el día de hoy no lo he vuelto a ver”.

“Por otra parte, ¿cómo vez mi casa? Poco a poquito literalmente se sigue desquebrajando y no tengo un centavo para arreglarla”.

Posiblemente el Presidente de la República para no poner en riesgo su investidura y evitar cometer algún acto de corrupción, al ordenar el otorgamiento de un crédito hipotecario, ignoró la petición que le hizo “El Bigotes” y demostró responsabilidad y honestidad en el manejo de la administración pública, como en su momento lo hizo Juárez y no tanto porque fuera ingrato, voluble en su comportamiento, mucho menos porque le faltara calidad humana.

Después de platicar ampliamente sobre todas las cosas en común, nos despedimos con el mismo afecto y alegría de siempre y el compromiso de estar en comunicación permanente; desgraciadamente, esto no ha sido posible y volvimos a perder comunicación.

Espero que después de veinte años de no tener noticias de Lauro, se encuentre bien de salud y que haya logrado acercarse a un funcionario público, egresado de la escuela donde por muchos años abrió y cerró la puerta del estacionamiento y con ese humilde trabajo contribuyó a la formación educativa de un sin número de generaciones y que, lo haya podido escuchar y orientar para hacer realidad su sueño de conseguir un crédito hipotecario para comprar una vivienda, con las facilidades que lo obtenían y los siguen obteniendo quienes ostentan el poder.

Deseo de corazón que viva en paz y en tranquilidad social al lado de sus seres queridos en esa población que su nombre significa “lugar de alegría”. En compañía de quienes, son los únicos que le pueden brindar, amor, comprensión y apoyo incondicional