Amor. Amar. Y yo

El amor tampoco es la respuesta porque a través de él y sus encantadores hechizos le obligamos al otro a darnos lo que tampoco tiene. | Fotografía: cortesía Julio César Osoyo

Decir no puedo, es decir mucho. Es romper el campo especular del tienes que (ganar…aplastar) para asumir las propias debilidades, que son muchas y no descansan jamás.

En principio: el dolor secreto de existir, que no es ninguna patología sino lo más propio de la condición humana. A todos nos duele la vida. Para lo cual se pueden fabricar mil distractores, es verdad, pero si sé es un poco sincero, cosa que también se pierde fácilmente, aquel dolor casi siempre está al acecho dispuesto a dejarse sentir.

Como un calambre que cala en el alma y se siente en los huesos. Un retortijón permanente que de tanto se integra y se calla y se niega y se olvida. Y entonces me olvido de mí porque en ese dolor secreto van los por qués de mi existencia y las razones postergadas de mi tragedia singular: esa de nacer de dos que no querían ni quieren ni saben ni desean.

El amor tampoco es la respuesta porque a través de él y sus encantadores hechizos le obligamos al otro a darnos lo que tampoco tiene. ¿Habrá un más allá del amor? ¿Un rinconcito chiquito en la plaza de la vida donde por fin ser y estar y vivir y morir en paz?

Porque la muerte existe y está bien viva y al acecho. La muerte está más viva que la vida.

Entonces la falta de respuestas, pero antes, la ausencia de preguntas que permitan andar. Avanzar con la niñez a cuestas, sin dejar de hacer nunca esa lindura poética de los niños cuánto todavía no entran al mundo este espantoso del tener que tener para poder mal vivir.

Mejor hablar, aliviar y comprender. Vivir sobre las cenizas del fuego quemante del amor. Hacer con ellas una casa de adobe construida a fuego lento de la palabra forjada con amor.

Un post-amor que nada tiene que ver con el multi-amor que más bien mutila lo que toca. Tan solo restos esparcidos por la plaza rota del yo. Un después del amor que lejos de poseer pueda tan solo ser. Ser en lo contradictorio del otro, ese espacio enigmático donde no entro ni comprendo ni comparto ni sé.

Tal vez sólo ahí podríamos ser: justo donde no puedo ni podré.