13 de agosto de 1521

Los ayoyotes, el Teponaxtli, las plumas multicolores de los preciosos penachos de los danzantes, el sagrado copal y los caracoles, aún danzan, aún cantan, llevan en su ser la memoria histórica, late en su corazón la vida. | Fotografía: Xuchitl Vázquez

La historia oficial, marca esta fecha como la muerte de todo lo anterior a la invasión española. Para la historia de los pueblos originarios, es el día en que nace la Resistencia.

La invasión, que no conquista, como lo dice la historia oficial desde hace 502 años, fue cruenta. Los españoles al ver la enorme riqueza de estas tierras decidieron apropiarse todo, acabar con todo, establecer aquí otra España, sin importar porque métodos, ni que se tuviera que aniquilar.

La guerra no fue equitativa, los españoles agrandaron su ejercito con mexicanos contra mexicanos, así fue como lograron llegar a la gran Tenochtitlan.

Desde las faldas del Popocatépetl, se asombraron de la grandiosidad de la gran ciudad. Al ver la enorme riqueza, reflejada en su excelente urbanización y belleza, decidieron jamás irse, y una vez más decidieron acabar con todo, no dejar testimonio de la grandeza de Mexicko.

La toma de Tenochtitlan, cabeza de todo el imperio que llegaba más allá de Guatemala, inició desde el momento de su llegada, la historia oficial la hace ver como totalmente pacifica; falso.

Siempre hubo oposición, sospecha de la falsa palabra.

El 13 de agosto, se recuerda la defensa heroica del último Tlatoani Cuauhtemoctzin, quien defendió con valentía, honor y sabiduría al pueblo Mexica.

La ciudad estaba devastada, los españoles cobijaban con mantas portadoras de la viruela a cientos de indígenas. No se conocía la enfermedad, no se sabía que hacer para sanarla. Llenaron el agua antes cristalina y pura, de suciedad y enfermedad, así al tomarla adquirían disentería y otras enfermedades que iban menguando su salud de manera enorme.

Rompieron los puentes que permitían la entrada y salida del islote a tierra firme. Así con armas hoy llamadas bacteriológicas, mermaron la fuerza de la población.

Dicen que el Señor Cuauhtémoc, fue capturado mientras huía; falso.  El intentaba salir para buscar ayuda de los pueblos, sobre todo de los Purhépechas conocidos como grandes guerreros, para sacar al invasor de nuestras tierras, de las tierras de todo el Anáhuac.

Los Mexicas, tenían códigos de honor para la guerra, entre ellos estaba el de no luchar de sorpresa, ni de noche, y en caso de ser aprendido un gran Señor, tenía el derecho de pedir que le quitaran la vida, al filo de obsidiana.

Cuahtemoctzin, así lo pidió al ser aprehendido, pero a Cortes le convenía tenerlo, vivo, preso, sujeto, para amedrentar a la población.

Fue entonces que Cuauhtémoc, lanzó a los cuatro vientos, a todos los rincones no solo de Tenochtitlan, sino de todo su poderío, la consigna de Anáhuac;

Nuestro sol se ha ido.

Nuestro sol se ha ocultado

y en completa oscuridad nos ha dejado.

Pero sabemos que volverá a salir;

que otra vez saldrá

y nuevamente nos alumbrará.

 Mientras permanezca allá en la mansión del silencio,

  reunámonos, estrechémonos y guardemos en lo más profundo de nuestros corazones, todo lo que amamos y consideramos un tesoro.

Ocultemos nuestros recintos sagrados,

nuestros recintos para pensar, nuestras escuelas de canto y de danza, nuestros campos de pelota.  

Que queden desiertas las calles y que nuestros hogares nos resguarden,

hasta cuando salga nuestro nuevo sol.

De hoy en adelante padres y madres que nunca olviden guiar a sus jóvenes.

Y hacer saber a sus hijos mientras vivan,

cuan buena ha sido hasta ahora nuestra amada madre tierra Anawak.

Al amparo y protección de nuestro destino, y por orden de nuestras tradiciones que con tanto cariño y empeño dejaron para nosotros nuestros venerables abuelos, hemos de inculcárselo a nuestros hijos, para que ellos lo enseñen a los hijos de los hijos de sus hijos.

  No olvidemos decirles y enseñarles: cómo será, cómo se reunirá, cómo tomará fuerza y cómo concluirá nuestra grandiosa Anawak, su glorioso destino”. 

Esas palabras, dieron a luz a la Resistencia, basada en la transmisión oral del conocimiento ancestral. A la memoria histórica.

Con gran valentía y determinación de seguir con vida, se transmitió en secrecía el conocimiento de las lenguas, creencias, cosmovisión, y se guardó y cuidó amorosamente el corazón de estas tierras, que aún latía fuerte y lo sigue haciendo.

Los ayoyotes, el Teponaxtli, las plumas multicolores de los preciosos penachos de los danzantes, el sagrado copal y los caracoles, aún danzan, aún cantan, llevan en su ser la memoria histórica, late en su corazón la vida. Este 13 de agosto junto al templo mayor, en el corazón de Mexicko Tenochtitlan, se recordó la valentía y valor de la palabra.