DEBATAMOS MICHOACÁN: Conciencia y violencia

Diplomado que promueve la Fiscalía General del Estado de Michoacán, o bien, el que atiendo en espacios doble AA, en Pátzcuaro bajo enfoques holísticos. | Fotografía: Cortesía Gerardo Herrera

Rita Segato, feminista, insiste que la ley se requiere igualitaria, una ley para personas, para ciudadanos iguales, pero en la realidad percibimos la estructura jerárquica del género que no está implícita en la ley, pero si en la normalidad del día a día; pero también observamos que detrás de dicha igualdad, lo que aparece es un sistema desigual de géneros, razas, minorías étnicas, minorías religiosas y naciones desiguales, el fondo no es cuantitativo, es político.

El violador, viola, no por un deseo sexual eminentemente, sino bajo un enfoque moral, bajo una mirada de atentar contra una mujer que lo ha castrado; una mujer que ha desacatado su mandato de feminidad, de docilidad, de servicio al hombre, por un mandato de autonomía que le dio la ley, por lo que el violador restaura su poder masculino y su moral viril colocándola en el sistema a través del crimen que comete. Es un crimen moralizador.

Me gusta leer de Rita Laura Segato, su posición crítica y su análisis escrupuloso me sacude; en su texto, “Las estructuras elementales de la violencia”, expresa que el trabajo de la conciencia es muy lento, pero indispensable, y en efecto así lo es, el conocernos no es simple; y no es solo pensar en el desarrollo y creación de conciencia, para conocernos; es pensar desde dónde nos conocemos y para qué nos conocemos.

Los hombres requerimos comprender la importancia de generar condiciones de deconstrucción de nuestra masculinidad hegemónica o de cualquiera de las múltiples masculinidades violentas que existen y que está dañando mediante el mandato de masculinidad a las mujeres ya por dominación o subordinación, al igual que a otros hombres mediante dominación (Segato, Lagarde, Lamas) es decir, mínimamente en ese proceso requerimos de contar con conciencia e inteligencia emocional, entre otras cosas.

Para Edgar Morin la conciencia es compleja en su análisis y no solamente es social; él nos habla de cuatro elementos fundamentales para la creación y desarrollo de  conciencia desde la complejidad: antropológica, ambiental, civil, espiritual; yo agregaría dos más: la conciencia de prevención para la salud, que genera condiciones de conocernos para evitar daños a nuestro cuerpo, y que tienen que ver desde luego con el mandato de masculinidad y de someter el cuerpo del hombre a dinámicas de potencia y cumplimiento del mandato (no ir al médico para atender problemas de próstata, diabetes, hipertensión, enfermedades crónico degenerativas e infecto contagiosas etc.; consumir productos nocivos para la salud; alcohol, sustancias tóxicas; ir a los antros o burdeles para probar la jactancia y por cierto siempre acompañados para que el otro legitime su virilidad); y desde luego la conciencia inclusiva, fundamental para trabajar un nuevo devenir social como lo expresa Deleuze, una transmodernidad en boca de Dussel, un transfeminismo de Valencia, o bien,  la deconstrucción metacognitiva como lo refiere Butler.

Los hombres debemos comprender las condiciones de transgresión, de violencias, de tensiones que venimos viviendo, no solo nosotros sino como humanidad, incluso siendo los beneficiarios del patriarcado; el mandato que tenemos nos pone en peligro permanentemente, incluso, a nivel internacional mueren primeramente los hombres, antes que las mujeres, ya por los niveles de agresión, de falta de cuidado en la salud, de consumo, de adicciones, de demostrar ser hombre a través de la competencia y la potencia.

Los hombres tenemos mandato de masculinidad que nos posiciona en función de nuestros saberes, del poder, la autoridad, pero también de la jactancia y desde luego de la violencia. La violencia está haciendo crisis en estos momentos, porque ni las normas, tampoco las instituciones, como tampoco el diseño de la política pública nos permite comprender porque no para la violencia física, la violencia feminicida, la violencia estructural.

Para la comprensión de la violencia es importante recurrir a la historia, pero veamos que pasa actualmente; el masculino, usurpa, extrae, se apropia del poder femenino, esta apropiación garantiza el tributo de sumisión de la mujer, su domesticidad, una moral de respeto y cuidado para el honor del hombre frente a sus pares, para lucirlo frente a su cofradía, a su club de amigos misóginos que exigen pruebas del sometimiento y control de la mujer.

Este control garantiza participar y competir entre iguales en un mundo que se diseña para lo masculino. Es decir, será en la capacidad de dominar y de exhibir prestigio que se asienta la subjetividad de los hombres y es en esa posición de jerarquía, a lo que denominamos “masculinidad”.

Entre sus potencias del mandato del hombre se encuentra la de la moralidad, que la aplicará en contra de la mujer para mantener el control y dominación tanto casa dentro como casa afuera, aplicando violencia sexual, psicológica y física, o manteniendo la violencia estructural del orden social y económico en lo que hoy conocemos como pobreza. La masculinidad violenta también se acompañará desde luego de lo que lo hace diferente frente a la otredad: la raza, la etnia, la nacionalidad, la región, la religión, o cualquiera otra de las llamadas coloniales.

Rita Segato refiere en su texto Las estructuras elementales de la violencia algunos elementos que nos permiten acceder a posiciones que dan orientación a los caminos para la comprensión de la violencia, sobre todo por sus análisis en el caso de los feminicidios en México y en Guatemala.

Ella expresa que “Ninguna sociedad trata a sus mujeres tan bien como a sus hombres” dice el Informe sobre Desarrollo Humano de 1997 del PNUD y, al decir eso, no está hablando de la anormalidad o de la excepcionalidad de las familias con hombres violentos sino, muy por el contrario, de las rutinas, de la costumbre, de la moral, de la normalidad, esta normalidad que está presente en el día a día.

Esta afirmación, es solo el lado de la moneda, es decir, la sociedad trata mejor al hombre que a la mujer, quien tiene que servir al hombre, pero del otro lado, también se le venera a la mujer y lo femenino, por su maternidad, por ser madre, es decir, la mujer al servicio del hombre, pero también la mujer venerada, una contradicción.

Las estructuras de la violencia se encuentran ahí, se viven normalizadas, entre ellas, la normalización de actos que atentan contra la mujer, pero que no son observables como actos de violencia, porque incluso son parte de una práctica que permite ver lo que te toca a ti en casa, lo que me toca a mí fuera de ella; es decir,  si en una encuesta yo preguntara a una mujer qué si dentro de su hogar sufrió o sufre de violencia, seguramente diría que no, porque lo que hace está ya normalizado,  pero si específicamente se le pregunta sobre la violencia física, verbal, psicológica, comprenderá y entonces expresará otras respuesta diferente al no y sabrá que vive en violencia, pero que esta ha sido normalizada. Desafortunadamente lo normal, no se puede transformar solamente por vía de la ley, de las estructuras operativas o del diseño de política pública, se requiere influir a través de la conciencia; sí de la conciencia, pero será un trabajo lento, pero indispensable.

En este mismo sentido hay que trabajar en los afectos y en las responsabilidades e ir conformando una ética, pero bajo un enfoque de tranfeminismo. Hacer teoría sin praxis es soñar despierto, pero la acción sin teoría deja una amenaza latente. Lo expreso por los años de trabajo que tengo en materia de género, desde 1984, en la Coordinación del Programa Productivo de la Mujer Campesina en Michoacán, donde fui jefe del departamento de Organización y Capacitación de Mujeres Campesinas, hasta ser el director general del Consejo Estatal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y Violencia en Michoacán, pasando por la titularidad de la dirección de Participación Social, la coordinación de Estudios Divulgación y Capacitación, así como la secretaria particular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, en todos los espacios trabaje con el enfoque de género, y hoy, trabajando en el Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, el cual también tiene enfoque de género.

Todos estos elementos teóricos, epistemológicos y praxeológicos han influido en mi pensamiento y conciencia para las intervenciones en diferentes eventos y para la formación de distintos grupos sociales, como el que desarrollo hoy mismo en el Diplomado que promueve la Fiscalía General del Estado de Michoacán, o bien, el que atiendo en espacios doble AA, en Pátzcuaro bajo enfoques holísticos.