Claro como el agua

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. | Fotografía: La Silla Rota

Por lo general los candidatos a cualquier cargo de elección popular, no son las personas con los mayores méritos y atributos morales, éticos, académicos, de militancia partidista y con vocación de servicio para atender las demandas más sentidas de la comunidad. Normalmente esas designaciones recaen en personas que obedecen ciegamente a intereses personales de quienes en un momento dado se apropian de los partidos políticos, ostentando temporalmente el poder y en forma unilateral hacen las designaciones correspondientes, el fin de esos grupos es alcanzar el poder y conservarlo el mayor tiempo posible.

Claro ejemplo de lo antidemocrático de cómo se siguen haciendo las cosas en nuestro país, es la forma como se han agrupado seis de los siete partidos políticos, que conforman el sistema político nacional, en su desmedida ambición no solo de lograr mayores triunfos en los diferentes cargos de elección popular, los que han estado y  que estarán en juego en 2024, sino además,  obtener como mínimo el 3% de la votación nacional en las próximas elecciones federales, para mantener el registro y seguir teniendo derecho a las prerrogativas de ley, pero sobre todo preservar los privilegios y la estabilidad económica que proporciona el poder político.

Por un lado, el llamado Frente Amplio por México (PAN, PRI, PRD y un grupo de la oligarquía) y por el otro el denominado Juntos Hacemos Historia (MORENA, PVEM, PT). Ambos bloques en su desesperación por alcanzar y preservar el poder, han simulado haber desarrollado un proceso democrático para seleccionar a las personas que coordinarán las actividades para la contienda político-electoral a la presidencia de la republica 2024-2030.

Pero, lo que realmente hicieron los dirigentes de esos bloques, grupos o alianzas políticas, violando algunos preceptos de las leyes electorales y menospreciando los derechos democráticos de la población, fue formalizar el nombramiento o reconocimiento oficial de quienes serán sus candidatas a la presidencia de la república, ya que de antemano habían sido designadas.

Por una parte, decidió la dirigencia del PAN y del grupo de la oligarquía participante, a favor de Bertha Xóchitl Gálvez Ruíz. El PRI quedó al margen de esta designación, ya que en su momento hizo lo propio, al designar candidatos al gobierno de Coahuila y del Estado de México respectivamente. Por la otra parte, sólo era cuestión de tiempo para que se confirmara lo que era un secreto a voces, de que Claudia Sheinbaum Pardo, había sido elegida por el Presidente López Obrador para que continuara el proyecto de la Cuarta Transformación.  

Dentro de todo este asunto, hasta se nos narró todo un cuento, de que hubo un incidente, sin trascendencia aparente, pero que luego detonó a nivel nacional, cuando una senadora con una orden judicial en mano llegó a tocar las puertas de palacio nacional, para que fuera escuchada por el presidente, en un alegato de derecho de réplica. La respuesta que recibió la ahora abanderada del Frente Amplio por México, fue un silencio total. Teniendo como reacción, mostrar un letrero previamente elaborado que literalmente decía: “No le saque presidente”.

Al parecer ese fue el chispazo que iluminó el cerebro de los politólogos asesores del Frente Amplio por México, ya que hasta ese momento supuestamente no habían encontrado a la persona ideal que podía arrebatar al bloque “Juntos Hacemos Historia” la silla del águila. Xóchitl llegó como caída del cielo, podía ser bien aceptada por los electores, dado su origen humilde, su descendencia indígena, una profesionista exitosa, representante de la sociedad civil y con experiencia administrativa y política. Había sido Directora General de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, alcaldesa de la Miguel Hidalgo y actualmente senadora de la república, pero sobre todo capaz de cuestionar públicamente algunas políticas implementadas por el actual gobierno federal.

Al parecer después de analizar a cada uno de los posibles prospectos, se dieron cuenta, que, de acuerdo a las nuevas circunstancias, resultaban poco competitivos y ante su desesperación, se vieron obligados a realizar una revisión exhaustiva del asunto y posiblemente ante la insistencia de algún expresidente, regresaron la mirada al incidente de Palacio, dándose cuenta del inusitado apoyo manifestado a la senadora. Por fin habían encontrado a la candidata ideal, sólo que la realidad nos dice otra cosa, fue un acto bien pensado, bien planeado y consumado a conciencia.

Posiblemente esa designación no ha sido la más acertada. No creo que sea correcto que las niñas y niños que asisten a las escuelas de educación básica, puedan entender que quien aspira a ser presidenta de México, se atreva a tratar a un grupo de sus semejantes de “huevones y pendejos”. Además, no creo que sea un mérito particular ser una profesionista exitosa producto del esfuerzo y del trabajo, ya que miles de profesionistas lo hemos logrado, partiendo de limitaciones similares.

El ser de descendencia indígena, no es ningún mérito, sino un orgullo, que a diario transita por nuestras venas, posiblemente el 80 % de la población tenemos ese origen en común. Para bien, o para mal, el encuentro de dos culturas se materializo cuando cayó Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521.

Por otra parte, si recorremos las comunidades indígenas del país, encontramos carencias similares a las de hace treinta años, lo que significa que ningún funcionario indigenista, se ha preocupado durante todo este tiempo por el mejoramiento de la calidad de vida de dicha población.

Otro desacierto es pregonar que es candidata de la población civil, siendo que de 2015-2018, fue Alcaldesa de Miguel Hidalgo, postulada por el PAN y de 2018 a la fecha senadora de la republica plurinominal a propuesta del PAN y por otra parte mis maestros de civismo me enseñaron que la población civil la conformamos todas las personas que no formamos parte de las fuerzas militares o de seguridad pública. Ante esas y otras mentiras, la lógica nos dice que poco a poco se irá desinflando el tan mencionado fenómeno Xóchitl a menos que a la gente de bien le guste que lo traten con groserías y quieran tener como presidenta a una persona que a veces muestra actitudes de buscapleitos y no de una estadista.

En cuanto a la otra candidata, lo que podemos decir es que una descarada imposición del presidente López Obrador y que el problema radica, en que si continua con su proyecto de gobierno, lo más seguro es que sigan al frente de las instituciones sociales personas ineptas, negligentes y corruptas. Muchos de sus seguidores ya hasta están programando la segunda vuelta en los cargos de elección popular. En último de los casos, el problema no es que repitan, el problema es que se siga postergando el bienestar de la población.

Lo preocupante de este atropello democrático, es que de momento se deja fuera de la jugada a la persona más idónea para gobernar el país, como lo es Marcelo Luis Ebrard Casaubón, quien cuenta con preparación académica certificada, ética profesional, experiencia política, vocación de servicio al prójimo, honestidad probada y sobre todo voluntad para resolver en tiempo y forma los problemas nacionales. Ojalá que todavía tenga tiempo de aparecer en las boletas electorales. Para la presidencia de la república 2024-2030, pues como dijera el clásico, a un político nunca se le debe perder la fe. Lo que resulta un poco extraño ¿Por qué? Marcelo se prestó a esta farsa.

Todo lo acontecido hace suponer que la democracia y el poder sigue secuestrado por pequeños grupos de personas a quienes les ha ido tan bién en la vida, que ya hasta pertenecen a la clase media mexicana, la que se identifica por su poder adquisitivo, suficiente para poder inscribir a sus hijos en escuelas que cobran colegiaturas entre 150 mil y 200 mil pesos semestrales. La demás población pertenecemos a la clase trabajadora, la que con nuestro trabajo y esfuerzo hemos participado en la construcción de este hermoso país llamado México, que con orgullo llevamos tatuado en nuestros corazones en honor a nuestros antepasados.  Tenemos derecho a mejores condiciones de vida en un ambiente de paz y tranquilidad social.

De cualquier forma, hay que reflexionar lo que decía Carlos Fuentes, en La Silla del Águila, “Antes de ser presidente hay que sufrir y aprender. Si no, se sufre y se aprende en la presidencia y a costa del país”.