ECOS LATINOAMERICANOS: La reelección, el tabú histórico de México

Andrés Manuel López Obrador. | Fotografía: Archivo

El domingo pasado el presidente López Obrador ha vuelto a señalar que él concluirá su mandato en octubre de 2024, recalcando que no piensa modificar el sistema político para reelegirse como algunos opositores infieren que el intentará hacer o que incluso le ha sido sugerido por algunos de sus simpatizantes.

Ya en distintas ocasiones algunas voces se han alzado ante la temida e hipotética intentona de reelección del actual presidente, si bien realmente no hay posibilidad de que ocurra, ya que esto involucraría una serie de modificaciones constitucionales para las cuales el actual gobierno no tiene la mayoría necesaria, sin embargo es un tema al que debe prestarse atención.

La idea de la reelección en México es hasta la fecha una especie de tabú histórico, solo fue hasta hace unos pocos lustros cuando empezó a hablarse de la reelección consecutiva en algunas esferas locales y federales, sobre todo en el ámbito legislativo, legislándose en consecuencia. Hoy en día la única reelección permitida para el poder ejecutivo es solo nivel municipal, en tanto en materia federal tal derecho solo está reservado y bajo cierta cantidad de ocasiones para los congresistas, es decir diputados y senadores, mientras que gobernadores y, por supuesto, el presidente nacional, quedan exceptuados de esta facultad.

Sin embargo, debe destacarse que México es de los pocos países del planeta, en términos de democracia, que prohíbe la reelección para el presidente nacional y los gobernadores de las entidades, en la gran mayoría de los países, ya sean presidencialistas o parlamentarios se permite la reelección al menos por una ocasión. Desde luego, en el caso mexicano el trauma histórico de la dictadura porfirista y el posterior asesinato de Obregón, quién quería aplicar la reelección aun cuando el proceso revolucionario de 1910 tuvo como principal propuesta abolir dicha práctica política, reforzaron la idea de prohibir este tipo de facultades político-electorales.

Tras la consolidación del PNR, que finalmente acabaría convirtiéndose en el PRI, todos los presidentes respetaron, tanto de facto como de iure, la no reelección, limitando su gobierno hasta los seis años establecidos por la constitución, para de esta forma evitar caer en posibles inestabilidades o fracturas al interior del sistema político. Posteriormente con la transición democrática del año 2000, la no reelección se mantuvo intacta, e incluso hoy en día, aun si López Obrador contara con la mayoría necesaria para modificar la constitución en este aspecto tan polémico, hay severas dudas de que realmente lo permitiera, toda vez que el político tabasqueño se formó con la vieja escuela del PRI donde la reelección era algo que nunca debía acontecer.

Pero en la actualidad las condiciones políticas y sociales ya no son más las mismas que había en el siglo XX, hoy en día ya no hay un partido hegemónico que garantice un aparato administrativo eficiente para el ejecutivo en turno. Aun cuando en la actualidad el gobierno federal ha centralizado diversas funciones públicas, todavía depende de llegar a acuerdos políticos con determinados sectores para garantizar la gobernabilidad, por lo tanto, no hay una posibilidad real de que el poder pueda mantenerse centrado en una sola persona por demasiado tiempo.

Es entendible que en un país como México la posibilidad de discutir en un futuro la reelección tanto de gobernadores como presidencial sea algo complejo, pero es un tema que al menos debe intentar debatirse con seriedad. La reelección puede ser una posibilidad para obligar a la clase política a mejorar su calidad en el ejercicio del oficio público, al tiempo en que permite a los funcionarios electos por voto popular más eficientes duplicar su tiempo en la continuidad de un cargo en el que estén haciendo bien las cosas.

Por supuesto, dicha figura puede acarrear efectos negativos, como la perpetuación en el poder de ciertos cacicazgos a causa del clientelismo ya establecido, así como aumentar el riesgo de complicar los acuerdos políticos para el nombramiento de candidaturas. Sin embargo, esto también ocurre aun sin la figura de la reelección.

Por lo anterior, México debe considerar empezar a abrir una discusión seria sobre sí valdría la pena permitir esta polémica figura en las gubernaturas y la presidencia nacional. No es tampoco un tema que deba hacerse de manera inmediata, pero sería sano para la democracia contemporánea dejarse de tabús políticos que ya no tienen fundamento real y evaluar si en el futuro próximo podría barajarse restaurar, con un contrapeso institucional sólido de por medio, esta figura. Poniendo incluso hasta determinadas condiciones para volver a aplicarla.

Al final de cuentas, México no puede permanecer estancado en esta clase de temas, la clase política necesita ver más a futuro y sobre todo necesita tener formas de ejercer una rendición de cuentas eficiente que garantice un buen manejo de los recursos públicos, tal vez la relección no sea necesariamente una variable que impulse eso, pero será prácticamente imposible determinarlo sino se toma en consideración la posibilidad de volverla a aplicar un futuro próximo, desde luego considerando las condiciones políticas del momento.