ECOS LATINOAMERICANOS: Lecciones de la Realpolitik

A lo largo de su historia, Latinoamérica ha tenido que afrontar adversidades y una compleja problemática para lograr la consolidación de los distintos estados políticos que actualmente la conforman. (Foto: especial)

Hoy en día el mundo afronta dos grandes conflictos geopolíticos, la guerra ruso-ucraniana que comenzó hace poco más de un año, y la escalada de conflicto militar entre Israel y Palestina, disputa que prácticamente lleva existiendo desde 1948. Hace dos años el conflicto más notorio fue la derrota de Estados Unidos ante el Talibán en Afganistán, y hace poco más de un lustro el auge y caída del Estado Islámico en el medio oriente.

En el mundo siempre hay eventos, y sobre todo conflictos geopolíticos que alteran la estabilidad del orden internacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos son las grandes potencias las que determinan los sucesos de cada evento, aun cuando no sean participantes directos. Como ahora lo es el caso de Palestina e Israel, que detrás de los cuales existen los intereses de Estados Unidos e Irán, así como de otros actores en el plano internacional.

Aunque hay una gran complejidad en los distintos intereses que se cruzan y convergen de las grandes potencias mundiales, así como de otras regionales, debe decirse con toda franqueza que siempre habrá algún tipo de interés político en las diversas situaciones globales.

Desde Maquiavelo hasta Robert Michels, diversos intelectuales y analistas de la política han indicado que cada Estado político buscará salvaguardar determinados intereses, y para ello incluso pueden contradecir su política interna. La geopolítica y las relaciones internacionales muchas veces exponen aparentes actos de contradicción ideológica entre diversos regímenes. Sin embargo, la historia ha avanzado tanto que ya no deben de sorprendernos este tipo de situaciones.

Guerras entre democracias liberales, como lo fue la guerra anglo-estadounidense de 1812, o entre estados comunistas como la invasión de Vietnam hacia Camboya en 1977, así como tensiones políticas entre regímenes como lo fue el conflicto del Beagle entre la dictadura militar de Pinochet en Chile con la dictadura de Videla en Argentina, ambos siendo regímenes de extrema derecha, o la tensión constante entre la Alemania de Hitler y la Austria de Dollfuss, siendo ambos regímenes fascistas, demuestra que las reglas políticas cambian en el ámbito internacional.

Ejemplos inversos de lo anterior lo encontramos en los acercamientos de la República Popular China con Estados Unidos entre los ochenta y noventa, así como el Pacto Ribbentrop-Molotov entre Alemania y la URSS. Todos los casos señalados demuestran que el interés político puede más que el interés ideológico, e incluso religioso. La guerra de los treinta años, especialmente el rol del cardenal Richelieu en Francia, revela muy bien esta última situación.

Aun con todos los idealismos internacionalistas, la historia muestra que la humanidad se ha regido, al menos desde la modernidad, por una visión de Realpolitik o política realista. Para bien o para mal Latinoamérica nunca ha quedado fuera de este entendimiento en la arena internacional. Sin embargo, las elites políticas mediocres y faltas de visión han optado la mayoría de las veces por posicionar a nuestros países en la esfera política de la potencia en turno en vez de fortalecer la preponderancia del Estado-Nación a nivel internacional.

Es triste pero real que hasta la fecha, ningún estado-nación latinoamericano ha logrado posicionarse como potencia mundial en ningún momento de los 200 años de vida independiente, debido entre otras causas a la falta de nacionalismo tanto de una parte de la élite como de la propia sociedad. Sin embargo, cada día es más evidente que Latinoamérica debe tornarse mucho más fuerte en términos geopolíticos para así asegurar su plena existencia, como también generar condiciones mucho más favorables para la negociación con otros países, sobre todo con las potencias globales.

Es cierto que es complejo lograr un pleno Estado-Nación desarrollado y con grandes capacidades de negociación y actuación en geopolítica global, pero las naciones asiáticas, que hasta hace unas cuantas décadas eran colonias europeas, e incluso japonesas, mostraron que es posible convertirse en actores primarios en el ámbito geopolítico y al mismo tiempo lograr un desarrollo socioeconómico relevante. Aunque todo lo anterior fue producto inicial del nacionalismo que propulsó a las élites nacionales asiáticas a visualizar su país como una potencia y una nación desarrollada.

En Latinoamérica podría hacerse lo mismo, iniciando con el tan anhelado proceso de integración entre naciones de la región, situación que lejos de ser un mero sueño de los lideres independentistas, es más que nunca una absoluta necesidad geopolítica, ya que como dijo Jorge Abelardo Ramos, Latinoamérica no esta dividida por ser subdesarrollada, sino que es subdesarrollada por estar dividida.