Hablar de educación

La esencia de la actividad educativa son los procesos de enseñanza-aprendizaje, que se dan en los diferentes niveles académicos educativos.| Fotografía: Archivo

       “La educación -afirma Fernando Savater- nos permite mirar a la historia, ya no como el territorio de procesos inexorables, sino como el ámbito en el cual los individuos necesitan cuestionarse acerca de aquello que es justo y deseable y aquello que no lo es”… ejemplo de ello, el conflicto bélico por el que están atravesando los pueblos judío y palestino, ante el que manifestamos profundo dolor ante las pérdidas humanas, de todas las edades y de ambas partes.

       Y traigo a la memoria la oportunidad que se me dio, hace más de un lustro, para participar en el Diplomado “Cooperativismo y Educación Laboral”, convocado por el Sindicato Único de Empleados de la Universidad Michoacana (SUEUM), en el que participamos alrededor de 20 trabajadorxs sindicalizados de distintas instituciones educativas y culturales de la ciudad capital y del estado.

        Una mayoría de participantes, así como quienes estuvieron a cargo de nuestra capacitación, se desempeñaban como educadorxs en distintos medios: formales e informales y con población infantil, juvenil y adulta, además de hacerlo en medios rurales y urbanos.  El resultado: una experiencia rica en vivencias y aleccionadora en todo sentido.  Aún para quienes nos encontramos inmersxs en otras áreas laborales, como en mi caso: divulgadora del patrimonio cultural en el Museo de Pátzcuaro (INAH).

       Recuerdo que la primera identificación que todxs tuvimos en ese espacio formativo, de diálogo y participación, resultó el hecho de que, independientemente fuera cual fuese nuestra actividad, nos consideramos educadorxs, además de que en todxs prevaleció el auténtico interés de consolidar, desde lo personal, la identificación y consciencia de clase, que viene siendo uno de los principales objetivos del sindicalismo (“aquí y en China”, a decir de una compañera maestra democrática).

       Entre tanto de lo que compartimos con algunas de estas maestras, que desde entonces (y hasta hoy, seguramente) han venido batallando por lograr encontrar la mejor manera de incidir en la promoción de hábitos para estimular positivamente la reflexión entre sus educandxs, abordamos el tema de la lectura… que continúa siendo la infalible herramienta para “crear inquietudes”, movilizar sentimientos, emociones y abrir caminos hacia la libertad.

       Con algunas de ellas coincidimos en que, si deseamos tener una idea desprejuiciada de cuál es el nivel educativo de nuestrxs jóvenes, en cualquier momento, nada más sencillo que hacer un breve interrogatorio entre lxs que cursan niveles secundarios o preparatorianos.  Y podemos elegirles al azar, procurando que no sean tan cercanxs a nosotras, para exponernos menos a que el enfado que el interrogatorio provoque, no entorpezca la relación que con ellxs tengamos.

       ¿Nos atreveríamos a preguntar a cualquier joven estudiante qué es lo que lee? ¿qué tanto conoce de historia local y regional?, ¿qué tanta información tiene acerca de proyectos culturales y sociales del municipio al que pertenece, o del Estado en el que vive?, ¿cuáles son sus inquietudes, aspiraciones e intereses?, ¿qué propuestas relacionadas con lo que estudia, puede ofrecer para contribuir en el desarrollo del lugar que habita?  Las respuestas a estas preguntas, seguramente nos pueden decir más que una concienzuda evaluación de meros conocimientos.

       Un escritor afamado ha mencionado en distintas ocasiones y en diversos foros, del error que supone confundir educación con cultura, afirmando: “Todas las mentiras e imprecisiones que nos enseñan los sistemas educativos actuales, luego las desmienten, la cultura y la vida misma”.  Refiriéndose, obviamente, al hecho de que las materias que se imparten en las aulas, a menudo dan la espalda a los deseos o necesidades de lxs ciudadanxs y al futuro que les va a tocar vivir.

       “Salvo excepciones, escuelas y universidades difunden conocimientos que poco o nada tienen qué ver con los intereses materiales de las mayorías, y por consecuencia, no ayudan a contribuir en mejorar las condiciones de vida adversas que cada vez más padecemos”, afirma Sergio Villar, un prestigiado doctor en Sociología y en Ciencias Políticas.

       Otro memorable educador: Nuccio Ordine, de origen italiano, filósofo y escritor fallecido recientemente (10 Jun. 2023), cuestionaba que en México, Brasil, o cualquier nación de Europa: “se exija a los adolescentes que digan cuál es la profesión que elegirán cuando sean grandes, en lugar de pedirles que comiencen a leer para formarse una cultura, para ser mejores personas.  Se les dice que hay que estudiar para tener una profesión para ganar dinero.  ¡Esa es una gran forma de corromper a alguien!”   Las reflexiones de este filósofo (reconocido con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades), de quien apenas empezábamos a tener noticias en la época del Diplomado, hoy abren la posibilidad de nuevos debates en el ámbito académico y pedagógico, contribuyendo a reencauzar la auténtica educación.

       Cuando Ordine fue invitado a México por la Universidad Iberoamericana, permanecí atenta a las entrevistas que le hicieron algunos diarios de circulación nacional, además de conocer el “manifiesto” que en 2013 lanzó en Europa, siendo una severa crítica al sistema educativo occidental, al que acusa de estar al servicio de un mercado: “Las dos palabras que aprenden los jóvenes en la universidad, son crédito y débito.  El lenguaje nunca es neutral; si elijo decir a los alumnos que al hacer un examen o estudiar a un autor, van a ganar créditos, es muy peligroso, pues significa subordinar los estudios a obtener un beneficio, en contra del papel que las escuelas deberían tener, que es exactamente lo contrario: hacer comprender a los alumnos que la única finalidad de estudiar es la formación de ellos mismos, como personas libres.  Pero las universidades cada día se transforman más en empresas que venden diplomas, y los estudiantes, son considerados clientes que los compran”.

       Lamentable es que hoy todavía resulta poco frecuente encontrar entre nosotrxs a esxs educadores que, más que saturar a sus educandxs de información, estén llenando su corazón de novedosas inquietudes, como la de leer, por ejemplo, o participar en actividades de formación cultural, social o ambiental en sus comunidades.

       Yo tengo confianza que este llamado que hoy se nos hace, para crear la “nueva escuela mexicana”, signifique recuperar las buenas prácticas educativas, partiendo de aquellos añejos preceptos, como “todxs aprendemos de todxs”, entendiendo que “aprendemos de manera diferente” y que “no se trata de competir”, sino de “adquirir las herramientas necesarias”, para formar seres humanos pensantes, creativos y propositivos… que logren dar un giro a una injusta sociedad.