Apunte sobre las elecciones en Guatemala

La Fiscalía General de Guatemala no reconoce el triunfo del emergente Partido Semilla de Bernardo Arévalo, al que Estados Unidos apoya.

Bernardo Arévalo de León luego de resultar vencedor en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala en agosto de 2023. | Fotografía: Agencia EFE.

El plazo para que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Guatemala se pronuncie sobre las elecciones del 25 de junio y 20 de agosto, en las que Bernardo Arévalo de León resultó triunfador de la contienda, concluye este martes 31 de octubre.

Por ello, la nueva magistrada presidenta del TSE, Blanca Alfaro, buscaría ampliar el periodo electoral en tanto se resuelven las denuncias que desde el 12 de julio promovió la titular del Fiscalía General de ese país, Consuelo Porras, por presuntas irregularidades en los comicios, algo que ha causado descontento popular en Guatemala y que ha sido considerado por Arévalo de León, presidente electo por el Partido Semilla, como “un golpe de Estado en curso”, ya que no se le ha permitido declararse vencedor de las votaciones.

Con un 58 por ciento de los sufragios emitidos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Guatemala el 20 de agosto, Bernardo Arévalo se alzó sorpresivamente con el triunfo frente a la candidata Sandra Torres Casanova de Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), partido de las élites que obtuvo 36 por ciento de los votos, lo que a dos meses y diez días aún causa incertidumbre entre la población de 17 millones de personas, que se ha volcado a las calles en las últimas semanas para pedir que se respete el resultado de las urnas.

Inclusive, los Estados Unidos han pedido a UNE que asuma la derrota y permita la asunción de Arévalo de León, motivo por el que presuntamente el jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina, Brian Nichols, se habría reunido en la última semana con el vencedor de las presidenciales y el Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Mario Búcaro, “para discutir el proceso de transición presidencial” del saliente mandatario de derecha, Alejandro Giammattei, a la nueva administración, lo que debería tener lugar a partir del 14 de enero de 2024.

De entrada, que la Casa Blanca intervenga a favor de tal o cual partido habla ya de los intereses que los Estados Unidos deben tener en juego en el país, atentos como están de que se resuelva lo más pronto posible el resultado de los comicios en Guatemala, nación que con más de 200 mil muertos de 1960 a 1996 a causa de la guerra civil generada por la Guerra Fría entre Washington y Moscú, siempre ha tenido una importante presencia estadounidense, con empresas como la United Fruit Company, la famosa Mamita Yunai de la novela del costarricense Carlos Luis Fallas, célebre trasnacional de plátanos que saqueaba los recursos naturales de América Latina y mantenía en condiciones subhumanas a los trabajadores.

Estados Unidos toma a Guatemala como parte de su ‘Soft Belly’ o “bajo vientre”, junto con México y el Caribe en conjunto, por lo que el apoyo que brinda a través de la Organización de Estados Americanos (OEA) al triunfo de Arévalo de León no augura buenos pronósticos para el nuevo presidente guatemalteco en caso de que quiera cambiar la agenda política de su país, si no es que Washington lo ha cooptado ya del todo, al ser un país con recursos estratégicos como petróleo y litio, que en la última década ha ampliado su relación comercial con China, a pesar de ser el único país de Centroamérica que no mantiene relaciones diplomáticas con el Reino Medio de Xi Jinping y que, en cambio, sí reconoce a Taiwán como un Estado autónomo.

Lo cierto es que las maniobras de Estados Unidos para hacerse con los recursos naturales de América Latina u otros países de África, Medio Oriente o Asia, pasan por lo general en producir caos e inestabilidad política para que los distintos gobiernos negocien en condiciones de debilidad y cedan a las presiones de Washington, tal como se ha documentado con el narcotráfico en México, las “revoluciones” de colores de las últimas décadas, el golpe de Estado en Pakistán a Imran Khan o, más recientemente, la voladura de los gasoductos Nord Stream en el conflicto en Ucrania, lo que ha dejado a Alemania a la deriva en materia energética.

Si se toma en cuenta que ante Naciones Unidas (ONU) Washington vetó cualquier propuesta para poner un alto al fuego en Gaza la semana anterior, pero ante los medios declaraba que se debía frenar el conflicto entre Palestina e Israel, no debe resultar extraño que pese a sus discursos de apoyar la democracia en Guatemala, Estados Unidos pueda estar interviniendo en ese país de Centroamérica con todas las tácticas de que dispone, al perder cada vez más influencia política y comercial en la zona.