Foro contra violencia digital, sin presencia de autoridades educativas

Olimpia Coral Melo, conferencista invitada, frente a estudiantes del nivel medio superior pone de manifiesto la persistencia del fenómeno.

Para la activista, hay muchos pendientes en la agenda, como la no revictimización de quienes padecen este delito. / Fotografía: Omar Ángel Chávez

Morelia, Mich.- Este lunes arrancó el Foro de Prevención de la Violencia Digital, con la presencia de Olimpia Coral Melo, quien dio nombre a una ley mexicana de alcance internacional en la materia.

Pese a que se dan en las escuelas la mayoría de los casos de este tipo de violencia, no asistieron a la inauguración de la jornada ni Gabriela Desiréé Molina Aguilar, secretaria de Educación en el Estado (SEE) de Michoacán, ni Mariana Sosa Olmeda, directora del Instituto de Educación Media Superior y Superior en la entidad (IEMSySEM).

En el mensaje previo a su conferencia magistral, Olimpia Coral recordó que fue en 2019 cuando comenzaron las mesas rumbo a la reforma del Código Penal de Michoacán para reconocer como violencia, que puede merecer castigos de hasta 9 años de cárcel, la difusión sin consentimiento de imágenes reales o alteradas de la intimidad sexual de una persona (“Ley Olimpia”).

Señaló, sin embargo, que hay muchos pendientes en la agenda, como la no revictimización de quienes padecen este delito, la falta de acceso real a la justicia derivado de la mala actuación de las fiscalías y la deficiente capacitación en diferentes instituciones; entre los retos, la inteligenxia artificial.

Dio a conocer también que el 76 por ciento de las víctimas de violencia digital son alumnas universitarias y, en el 80 por ciento de los casos los agresores son varones; también, que se han incrementado las penas a nivel nacional contra menores de edad por responsabilidades en actos violentos.

Cinco ‘red flags’ contra el sexting

Durante su conferencia, Coral Melo, cofundadora del Frente Nacional por la Sororidad, dio un repaso a diferentes temas relacionados con la educación sexual con la finalidad de sensibilizar en torno a la desigualdad existente entre hombres y mujeres (patriarcado), incluído —pero no exclusivamente— el ámbito digital.

Parte de su discurso estuvo dirigido a las autoridades escolares y gubernamentales del país, quienes todavía se rehúsan a nombrar los genitales (pene, vagina, vulva, clítoris, etcétera) y prefieren, por tabúes, ponerles eufemismos.

En un rápido ejercicio realizado en un auditorio abarrotado de adolescentes, el 80 por ciento de las mujeres dijeron evitar pasar por un sitio entre un grupo de hombres. Cuando les preguntó por qué, las preparatorianas contestaron: “nos morbosean”, “nos da miedo”, “nos gritan cosas”, “nos van a tocar”, dando cuenta de la violencia sexual a la que ya se han visto expuestas.

Partiendo de su propia experiencia como víctima de violencia digital, Olimpia Coral reparó en los riesgos de la práctica del “sexting” (erotización a través de plataformas virtuales), entre ellos, la inseguridad propia de las plataformas digitales, así como el mal uso de los contenidos por parte de parejas y exparejas (“sextorsión”).

Enlistó cinco “red flags” (señales de alerta) para distinguir entre el sexo consensuado vía redes sociodigitales y la violencia: si es el resultado de la insistencia o la presión, si una de las partes tiene dudas, si las fotos fueron enviadas sin consultarlo y consentirlo previamente, si hace por medio de fuentes inseguras (WhatsApp, Facebook, Twitter, Telegram, entre otros) y si no hay acuerdos seguros sobre el uso del material compartido.

La pregunta fundamental, dijo la activista a las y los estudiantes, es ésta: “¿Lo hago por placer o por complacer?”; en el segundo caso, y sobre todo si son menores de edad, desaconsejó las prácticas sexuales con otras personas, entre ellas, el sexting.

La feminista destacó que en América Latina hay 2 millones de mercados de explotación sexual, coloquialmemte llamados “grupos de packs”, en los cuales el 90 por ciento de los contenidos no tienen un origen consensuado, incluyendo fotografías infantiles tomadas por familiares y subidos a redes, de donde los delincuentes las recuperan para venderlas en sitios de pornografía.