ECOS LATINOAMERICANOS: Preocupantes regresiones

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. | Fotografía: Archivo

El discurso autoritario y antisistema parece continuar presente en buena parte del mundo, y Latinoamérica no es la excepción. El ser “políticamente incorrecto” y contrariar a los procesos institucionales tachándolos de ineficientes, antipatriotas, progresistas o cualquier otro adjetivo con fines peyorativos es cada día más común en las sociedades democráticas.

Incluso naciones que se creían con un gran nivel de institucionalización y educación histórica-política como Francia o Alemania, están cediendo espacios de poder a pasos agigantados a movimientos políticos que contrarían el espíritu de la democracia institucionalizada, así como los valores sociales más elementales para los derechos humanos, y que sobre todo,  también critican la precarización de varios sectores de la población debido a la integración económica propuesta por el capitalismo liberal.

Esto acaece al menos en buena parte del continente europeo, generando agrupaciones de corte proto-fascista que están pretendiendo mermar y/o cambiar los sistemas políticos heredados de la posguerra y del fin de la guerra fría, por proyectos mucho más autoritarios, nacionalistas y con fuertes grados de exclusión para minorías.

En Latinoamérica el fenómeno también está presente, pero con otra dinámica,  aprovechado por grupos de otro interés. Aunque hay algunas agrupaciones de nacionalismo chauvinista antiglobalizador, tales son minoritarias en la región, lo que se advierte con mayor notoriedad son las figuras que están recurriendo a posturas antisistema, cuestionando los principios democráticos más elementales e incluso haciendo guiños en favor del reconocimiento histórico de las dictaduras militares de finales del siglo pasado a las que señalan como periodos productivos, haciendo a un lado los perjuicios a la población mayoritaria.

Independientemente del revisionismo histórico tan polémico que están fomentando estos movimientos, lo verdaderamente peligroso ya ni siquiera es que se alaben dictaduras militares, sino que las naciones latinoamericanas se dejen arrastrar al proceso de regresión autoritaria después de todo el sacrificio que se hizo para instalar la democracia en la mayoría de la región.

El primer caso de desliz autoritario registrado en la actualidad latinoamericana fue Honduras en 2009, donde el gobierno democráticamente electo de Manuel Zelaya fue derrocado por un golpe de estado que derivó en una serie de gobernantes llegadas por procesos electorales fraudulentos, que incluso estaban directamente vinculados con el crimen organizado, para fortuna el proceso democrático regreso a esta nación a finales de 2021.

El segundo caso fue Venezuela en 2015 con el gobierno de Maduro desconociendo el resultado electoral de las elecciones legislativas intermedias, en las cuales perdió la mayoría de la asamblea nacional, ante lo cual ignorando el resultado,  conformó una nueva asamblea creada a modo, posteriormente organizó otras dudosas elecciones, donde supuestamente sus candidatos quedaron como mayoría, sin embargo, ya se había perdido la legitimidad democrática y hasta la fecha se considera a Venezuela como una nación que ya no cumple los mínimos democráticos, especialmente por la cooptación de las autoridades electorales por parte del régimen. Cabe destacar que Venezuela retomó la democracia desde 1958, y solo hasta ahora dicho proceso fue interrumpido, dejando con serias dudas los motivos que han orillado a esta situación.

Nicaragua fue el siguiente país en presentar un retroceso autoritario, en 2018 el cuestionado presidente Daniel Ortega inició una serie de detenciones políticas para dejar fuera de la carrera presidencial a su competencia y hasta la fecha está gobernando en la práctica como un dictador. Lo irónico es que justamente Ortega fue uno de los comandantes revolucionarios que en 1979 puso fin a la dictadura de Somoza en este país y después se permitió la conformación de un estado democrático.

Bolsonaro hace un año ante su derrota con Lula azuzó a sus simpatizantes para tratar de impedir la toma de posesión del actual presidente de Brasil, lo cual fue considerado por algunos como un intento de golpe de Estado. Además de ello Bolsonaro ha sido uno de los políticos que más ha apoyado la dictadura militar (1964-1985), considerándola como una de las mejores fases de la historia de Brasil.

También el actual presidente electo de Argentina, Javier Milei, ha tenido severos cuestionamientos a la democracia argentina contemporánea, incluyendo además los Derechos Humanos que fueron consensados en ésta. Lo anterior resulta muy impactante a sabiendas de que la dictadura argentina (1976-1983) fue una de las más brutales y corruptas de la historia reciente de este país, incluso sus principales dirigentes fueron juzgados y encarcelados en la mayoría de los casos.

Pero el ejemplo más famoso en la actualidad de un retroceso autoritario es el de El Salvador. Dicho país centroamericano afrontó una cruenta guerra civil durante los años ochenta y su proceso de democratización se realizó hasta 1992. Hoy en día esta república latinoamericana está gobernada por Nayib Bukele, electo en 2019. Bukele rápidamente mostró tendencias autoritarias, argumentando que eran necesarias para combatir la inseguridad y violencia; efectivamente causó una enorme reducción de la inseguridad en este país, aunque el precio a pagar fue la eliminación práctica de la poca institucionalización legal que había en El Salvador, ahora es directamente la mano de hierro de Bukele la que esta rigiendo toda la política, tanto el poder legislativo y judicial son meras extensiones del bukelismo.

No cabe duda de que hay cierto grado de sorpresa al ver estos ejemplos de regresión autoritaria en la región, más a sabiendas que la mayoría de las transiciones democráticas en la región son relativamente recientes y en teoría se instruye en los programas de educación de los países de la región. Sin embargo, el poco crecimiento económico, la inseguridad, la inestabilidad política y el agotamiento de alternativas políticas ha permitido a este tipo de movimientos autoritarios surgir y desarrollarse en la región.

Ante estos hechos preocupantes, vale señalar que no se trata de que los pueblos no tengan memoria, sino que es más bien la paciencia la que se les ha agotado ante los escasos resultados económicos y respecto a ciertas problemáticas sociales que aun no han sido resueltas. Esta falta de resultados es la que ha servido como impulsora de los nuevos autoritarismos de la región.