Ayotzinapa, los vándalos y los asesinos

Familaires de los 43 normalistas de Ayotzinapa continúan a la espera de conocer la verdad de los hechos del 26 de septiembre de 2014. | Fotografía: Archivo

Advertencia, no voy a hablar de la desaparición de los 43 “estudiantes” de la Normal de Ayotzinapa. Ríos de tinta han corrido sobre el tema y hay “verdades” para el gusto de todos, desde la “Verdad histórica” de Murillo Karam hasta las verdades de cada interesado en el tema, esos que se consideran así mismos dueños de la verdad absoluta embotellada de origen. No, no voy a usar espacio en el presente articulo para eso. Que cada quien se quede con la verdad que le acomode. Hablare de otro tema ligado también a esa fábrica de inempleables que es la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, un acontecimiento que costó la vida de un trabajador inocente, a fin de cuentas, un verdadero héroe y que de no ser por la tenaz lucha y enorme voluntad de Luis González de Alba hubiera quedado en el olvido.

Recordemos; el incidente fue el 12 de diciembre de 2011, un incendio de una gasolinera de Chilpancingo, los protagonistas; una horda de “estudiantes” de la normal rural de Ayotzinapa y un empleado de la gasolinera, evento donde fallecieron dos estudiantes y un empleado de dicha gasolinera. La prensa de “izquierda”, los analistas “políticamente correctos”, los “tontos útiles” del periodismo junto con una indefendible Comisión Nacional de Derechos Humanos se dieron vuelo justificando, alabando, glorificando y prácticamente canonizando a los vándalos de Ayotzinapa, esos mismos que han hecho de la violencia, el saqueo y la agresión su modo de vivir. Para esa prensa no había duda alguna, la razón estaba de parte de los ayotzinapos; toda la culpa fue del gobierno, lo mismo daba si es el estatal o el federal; para ellos nada había que investigar.

No sorprende esa visión cuando proviene de la “izquierda” mexicana; es sabido que ellos ante cualquier incidente que involucre al Gobierno (salvo ahora que es la 4T) apagan de inmediato el intelecto, agarran sus matracas y desentierran el hacha de la guerra; por cierto, tampoco sorprende mucho la actuación de la CNDH de esas épocas, recordemos que la manejaba Raúl Plascencia.

¿Y que buscaban estos supuestos estudiantes de Ayotzinapa?; sencillo, una plaza asegurada al terminar eso que llaman “sus estudios” sin pasar por una evaluación académica. La plaza debería ser a perpetuidad e inamovible y no en una localidad pequeña, sino en una ciudad. Una duda. ¿Las plazas las repartían en esa gasolinera? No, pero el asunto era hacer una protesta ruidosa.

Las buenas conciencias y una constelación de ONG exigieron estridentemente castigo a los responsables de la muerte de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría muertos durante el incidente. Pero curiosamente ninguna de esas ONG dijeron una sola palabra respecto del homicidio del empleado de la gasolinera, Gonzalo Miguel Rivas, quien murió, tras varios días de dolorosa agonía, a consecuencia de las quemaduras que sufrió al tratar cumplir con su deber como empleado, apagar el fuego de una bomba de la estación de servicio que los ayotzinapos habían incendiado.

Gonzalo Miguel Rivas cumplió con el protocolo de protección civil que lo obligaba a intentar apagar el fuego provocado aun cuando era evidente que el cumplimiento de ese deber lo ponía en grave riesgo de sufrir lesiones o morir, como finalmente sucedió. Los normalistas que rociaron de gasolina una bomba despachadora y le prendieron fuego incurrieron a todas luces en una conducta criminal, pero eso a las buenas conciencias, a la izquierda, a la CNDH y a las ONG no le importó.

Gonzalo Miguel Rivas murió a consecuencia directa de las acciones de normalistas asesinos. Su muerte fue un asesinato, murió por las quemaduras de tercer grado que sufrió en el desempeño de su trabajo. Para él no hubo proclamas ni movilizaciones, y de no ser por el duro activismo de Luis González de Alba el caso hubiera quedado en el limbo de la justicia. Por fortuna, las acciones de González de Alba rindieron fruto, Gonzalo Rivas recibió la medalla Belisario Domínguez en noviembre de 2016.

Cierro con el comentario de un anónimo lector, aparecido en la columna de conocido periodista: “La Coordinadora Nal. del Magisterio, la Appos, los antorchos, los atencos, los ayotzinapos, el SME, etc. son grupos que se dedican a chantajear a funcionarios públicos tomando a ciudadanos de rehenes, haciéndolos objeto de todo tipo de vandalismo y de agresiones. ¿Qué esperan que les pase? Andan con piedras, palos, bombas molotov, agitan, rompen golpean, amenazan, extorsionan, etc. ¿Qué esperan?, ¿que nunca, nunca, les pase nada?”.