ECOS LATINOAMERICANOS: MORENA y el PRI

Verónica Camino Farjat y Jorge Carlos Ramírez Marín serán la fórmula de Morena para el Senado, como en el 2018 lo fueron del PRI. | Imagen: Reforma

Hace unos días se informó de parte de la dirigencia de MORENA en Yucatán, que la dupla compuesta por Verónica Camino Farjat y Jorge Carlos Ramírez Marín, serían quienes compitieran por las senadurías de mayoría relativa en Yucatán; cabe señalar que esta fue exactamente la misma que la propuesta por el PRI y sus aliados del partido Verde hace 6 años, es decir los candidatos son los mismos únicamente cambiando las siglas del partido y orden de la fórmula.

Lo anterior ha sido blanco de críticas por parte no solo de la oposición sino por varios miembros del propio partido de López Obrador al señalar que no están dando oportunidad de ocupar los espacios legislativos a miembros de base del Movimiento de Regeneración Nacional, sino que están dejando que políticos que hasta hace poco eran opositores se “cuelen” en la boleta electoral.

Difícilmente se conocerá la verdad del por qué se han estado permitiendo los ingresos de exmiembros recientes del PAN y sobre todo PRI a las listas de la 4T, aunque es muy probable que parte de las razones sean la falta de operadores políticos experimentados en algunos lugares donde están permitiendo este tipo de “chapulineo”. Justamente Yucatán es un bastión actual del PAN, y MORENA no ha tenido fortaleza notoria en este estado, es posible que ello orille al partido guinda a aproximarse a liderazgos de la oposición que están más segregados por sus dirigencias actuales, como lo es la dupla ya señalada e incluso el propio Rommel Pacheco, exclavadista olímpico y hasta hace poco critico de la gestión obradorista, pero que ahora es la principal ficha de la 4T para la alcaldía de Mérida.

Esto último ha llevado a varios analistas a indicar que el movimiento de la 4T está pretendiendo emular hasta cierto punto al antiguo PRI al permitir a exmiembros recientes ingresar a las filas del partido guinda para obtener cargos con la única condición de manifestar apoyo al partido del presidente. Sin embargo, hay múltiples razones para refutar esta consideración.

En primer lugar aunque López Obrador se formó políticamente en el ala izquierda del partido tricolor y por razones generacionales adoptó ciertas formas de conducción política de dicho partido, tales como el centralismo en la toma de decisiones, el hiper presidencialismo y la predilección de resoluciones políticas más que jurídicas para las problemáticas sociales, el actual presidente de la república no creó un partido que de facto pudiese emular al que alguna vez fue el partido hegemónico de México.

MORENA, a diferencia del PRI, no cuenta con una estructura política sólida, es más bien un cúmulo de liderazgos políticos reunidos en torno a la figura de López Obrador quién es el líder moral y fáctico del partido, cuyas decisiones son acatadas prácticamente sin cuestionarse. Si bien esto último podría asimilarse a la clásica disciplina partidaria del PRI, donde se acataba la decisión de quién estaba al frente del partido, la realidad de MORENA difiere en un aspecto clave: solo son las decisiones de Obrador las que pasan sin cuestionamiento.

Esto último se refiere a que solo el fundador del partido tiene esta “inmunidad” ante los cuestionamientos políticos en la toma de decisiones, el resto de los líderes no son obedecidos a rajatabla, hay hasta cierto punto resistencia y rebelión cuando no se trata de una orden directa de AMLO. Esto puede explicarse porque en general la izquierda mexicana ha carecido de obediencia disciplinaria hacia la toma de decisiones de sus dirigentes, lo cual no es necesariamente negativo, la discusión y cuestionamiento son parte también del ejercicio democrático, pero eso necesariamente es una diferencia clave con el viejo esquema priista.

Otro elemento central en la diferencia entre MORENA y el PRI es el hecho de que el partido de la 4T no ha pretendido el establecimiento de un nuevo corporativismo, como en su momento tuvo el partido tricolor, si bien ha tenido el respaldo de organizaciones sindicales y gremiales corporativas, como la CATEM, por sí mismo eso no basta para indicar que MORENA está reviviendo este tipo de esquemas, ni siquiera parece haber un intento de cooptar a las corporaciones priistas para sumarlas al bando de Obrador, aun cuando el PRI parece estar teniendo su peor desempeño electoral en toda su historia.

De parte de la precandidata oficialista, Claudia Sheinbaum, tampoco parece haber intenciones de reclutar elementos del viejo corporativismo del PRI para su campaña, únicamente son los liderazgos políticos los que parecen importar, pero no se observan tentativas de revivir estos componentes de sectorización social que durante décadas formaron parte del sistema político mexicano.

Finalmente, la composición jerárquica de MORENA poco tiene que ver con la estructura priista. Más bien la composición partidista del partido guinda es más parecida a la del PRD que a la del partido tricolor, no hay una jerarquización tan visible, la escuela de formación de MORENA ha sido más retórica que práctica, a diferencia de la escuela priista; justamente hay un escepticismo de diversos analistas sobre qué sucederá con MORENA una vez que Obrador ya no sea presidente, ya que la estructura del partido parece poco definida y articulada.

Pero esto último solo exhibe que la propia composición del partido jamás pretendió ser una réplica del viejo PRI, si eso es algo positivo o negativo es y será difícil saberlo. Lo que sí puede decirse es que aun con las adiciones de elementos priistas, que de todos modos no dejarán de ser criticables, MORENA no se convertirá en un símil del PRI de antaño, toda vez que sus propias condiciones internas no lo permiten, e incluso las propias condiciones del sistema político actual, sobre todo por el componente de competencia electoral, incentivan a que ello no ocurra.

Ciertamente MORENA tendrá sus políticas e instituciones internas con severos cuestionamientos, especialmente respecto a cuestiones como la democratización interna y la transparencia en la toma de decisiones, al igual que casi cualquier otro partido político en México, pero de lo que puede tenerse como certeza absoluta, es que no ha sido, no es y jamás será el PRI. Esto último debe entenderlo tanto el oficialismo como la oposición, especialmente aquellos exmiembros del PRI que busquen oportunidad de futuro político en el partido de la 4T, en el cual tal vez podrán obtener algún cargo público de relevancia, pero no deben hacerse las ilusiones de que están regresando a su vieja nave política.