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Movimiento, sinónimo de aprendizaje

Psicólogas y maestras de educación especial también me han dado oportunidad de entender mejor la importancia del movimiento en el aprendizaje en los pequeños. | Fotografía: psichiatriamilano.it

Nuestra amiga Lupita Carmona, historiadora y activista social, en algún momento de la preparación de talleres que hace más de cinco lustros ofrecíamos, para hablar y entender lo que es “Perspectiva de Género”, nos recordó de manera contundente: “tengan presente, queridas, que quien no se mueve, se entume; lo que no se usa se atrofia y lo que no circula, se pudre”.  Hoy, habiendo pasado ya tantos años, desde la lejanía escucho su voz amable, cuando se presenta la ocasión de transmitir o compartir (sobre todo entre niñxs) historias, saberes y conocimientos heredados de tantas generaciones.  Hoy es mi intención compartir para quienes esto lean, algo que me ha sido de tanta utilidad en mis años de existencia.

       Afirman, quienes de esto saben, que el movimiento y la respiración juegan importantísimo papel en nuestro desarrollo humano; desde el seno materno, hasta la edad adulta, cada movimiento, desde la infancia, resulta decisivo en la creación de redes neuronales que se encargarán de formar la esencia del aprendizaje.  Por supuesto que no se refieren a ese tipo de movimiento compulsivo y sin sentido, producto con frecuencia de una inestabilidad emocional, al abuso de aparatos cibernéticos, o a la excesiva ingesta de azúcares que alteran el sistema nervioso de niños, niñas, adolescentes y adultxs por igual.

       En esta era de tan importantes descubrimientos, los científicos no dejan de asombrarse y asombrarnos con todo lo que nuestro cuerpo y organismo contienen, permitiéndonos ser equiparados a estructuras maravillosas, capaces de generar y regenerar no sólo las células necesarias para hacer funcionar cada uno de los órganos que las contienen, sino de operar cambios conductuales, mentales y espirituales que logran producir auténticos milagros, para los que la misma ciencia no encuentra explicación.

       Por amistades que practican la naturoterapia y por mis instructoras de Chi-Kung, Ana y Liz, a través de estos últimos dieciséis años he podido experimentar cómo nuestra correcta respiración puede llevarnos a un estado de bienestar verdadero e integral.  El nombre de la disciplina milenaria denominada Chi-Kung, que todavía poco se conoce en Occidente, proviene de “Chi”, que es la energía o fuerza natural que llena y penetra a todo el Universo, y “Kung”, que significa “práctica, voluntad, experiencia, maestría”.  Así que Chi Kung es la práctica o maestría en el manejo de energía de vida o vitalidad.

       Esta práctica, que se especializa en el buen manejo de nuestra energía mediante la respiración, acompañada por movimientos corporales, resulta de eficaz importancia para impulsar al cuerpo al movimiento constante y con ello, evitar que huesos, tendones y músculos se atrofien.  Y es a través del movimiento, como experimentamos el potencial que poseemos para aprender, pensar y crear, porque en nosotrxs se encuentran todos los recursos que esperan ser activados.  Estudios científicos afirman que el sistema nervioso es cambiante y se organiza por sí mismo; es flexible, adaptativo y nunca estático: siempre está desarrollando nuevas redes neuronales como respuesta a las experiencias y vivencias.  Así, el aprendizaje comienza cuando interactuamos con el mundo, como observamos que lo hacen niños y niñas.

       Amigas psicólogas y maestras de educación especial también me han dado oportunidad de entender mejor la importancia del movimiento en el aprendizaje de lxs pequeñxs.  Por algunas de ellas, sé que es a través de nuestros sistemas censo-motores, como tomamos experiencia del mundo que nos rodea, así que el pensamiento, la creatividad y el aprendizaje, nacen de la experiencia.  Sin duda que mucho cambiaría nuestra sociedad, si la educación escolarizada se diera en ambientes donde la experiencia sensorial fuese rica y libre, además de que se propiciara la creatividad y el pensamiento crítico o analítico.  Albert Einstein afirmaba que “el aprendizaje es experiencia; todo lo demás, es sólo información”.

       Volviendo a la respiración, que es una manera espontánea en la que nuestro cuerpo se desintoxica, por lo general es considerada un acto involuntario que nos acompaña desde que nacemos.  Refleja la manera como somos y cambia según los diferentes momentos y estados de ánimo.  No existe una respiración buena y otra mala: lo que existe es una manera de respirar propia de cada persona, que puede, no obstante, ser mejorada para lograr un mayor bienestar.

       La respiración superficial resulta una necesidad cuando nuestro organismo se encuentra en estado de alerta.  No es natural respirar profunda y pausadamente en una situación de emergencia, porque ésta nos exige esfuerzo físico inmediato: correr, esconderse, defenderse.  Pero las emergencias no son un estado natural de nuestro cuerpo.  Si vivimos en permanente estado de alerta, con temor, rabia o pena, nuestra respiración será agitada, forzada… y de ahí al estrés, no hay gran distancia.  Por el contrario, la respiración profunda nos ayuda a centrarnos, a aquietar nuestra mente y a calmarnos… a lograr estados de relajación completa.

       El primer paso para mejorar la forma de respirar y adecuarla a nuestras necesidades de cada momento, es prestarle atención, observarla.  Se sabe que, en la antigua China, en el siglo V antes de Cristo, un monje budista ya había desarrollado dos sistemas de Chi-Kung que ayudaban a ganar salud, a aumentar la energía en los individuos, así como a purificar la sangre y fortalecer el sistema inmunológico, combinando respiración y movimientos.

       Recientemente y luego de acudir a realizarme un chequeo médico, he podido darme cuenta de cómo mis prácticas dominicales (sobre todo porque lo hacemos en grupo) han logrado lo que ni la alimentación, ni otro tipo de ejercicio practicado en distintas etapas de mi vida, lo hicieron: sentirme capaz de manejar adecuadamente mi manera de respirar y con ello hacerme dueña de mis emociones; de percibir y disfrutar de manera plena mis sentimientos, sensaciones y acciones.

        También tengo el hábito de leer y buscar cuanta información científica me permita sustentar lo que en la práctica “he descubierto”.  Luz María Ibarra, filósofa y especializada en Programación Neuro-lingüística, escribe en su libro Gimnasia Cerebral: “Los niños actualmente pasan demasiado tiempo frente a la televisión, el Nintendo, computadoras y teléfonos móviles, por lo tanto, desarrollan estilos de vida sedentarios como algunos adultos que no realizan ningún ejercicio regular que les ayude a manejar el estrés, la salud, y a generar pensamientos creativos, innovadores e inteligentes”. Así, resume: “debilitan el gran potencial que poseen para aprender”.

       Ana, nuestra primera instructora, la que durante cinco años nos acompañó por esas primeras sendas de este valioso aprendizaje, nos invitó a adoptar esta práctica de manera permanente, aun realizando las tareas más sencillas… “simplemente -dijo- tomando conciencia de hacerlas de la mejor manera posible y respirando adecuadamente, acompañando nuestro movimiento”.  Entendiendo que “quien no se mueve… se entume”. 

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