Me pasa cuando leo

Una invitación a la lectura, a través del regalo de libros. | Fotografía: Pixabay

Me pasa cuando leo, que me encuentro. Encuentro mis recuerdos olvidados y hasta mis ganas de vivir…

Nada mejor que leer una novela para después conocer la cuidad que la historia nos contó. Es como tener un guía privado que nos dice por dónde transitar. Con la vida igual.

Me pasa cuando leo que a veces encuentro sin buscar o rebuscar, tan solo dejándome llevar por lo que me proponen las palabras, esas cositas mentirosas y devaluadas que aún son capaces de devolverme la esperanza en lo sigue y desconozco; ellas me dan una tranquilidad que me permite  continuar, me comunican que se puede sobrellevar el sufrimiento cotidiano de la existencia aligerando la dificultad implícita en la carencia de un puerto seguro que no sea otro que el de la muerte como horizonte que impulsa mis ganas de ser.

Encuentro en la lectura muchas cosas que pienso tan sólo para adentro sin atreverme a decirlas para afuera. No vaya a dar yo una mala imagen o alguien a descubrir lo que soy verdaderamente.

Encuentro en las páginas que leo mis dudas irresueltas sobre el sexo, el amor y la muerte expresadas como yo no soy capaz…

No son sólo asuntos sexuales los que encuentro en la lectura sino todo aquello que secretamente realizo en mis fantasías cuando no hay testigos de por medio. Me doy cuenta de que puedo matar sin matar. Morir sin morir. Sufrir sin sentir. Entregar sin perderme en la realización simbólica que el relato ofrece a todo aquello sobre lo humano que más bien miro de reojo.

Encuentro en la lectura la verdad de mi ser puesta al descubierto.

Encuentro que no estoy tan solo en el mundo como imaginaba y que al menos hay otro igual de jodido que yo y que tuvo el valor de transformar su vergüenza en una obra digna de admiración.

Y tal vez vivir la vida se trate de algo cercano a cómo se construye una novela: hacer algo con lo más íntimo de la historia infantil que nos atraviesa y de la que nunca saldremos del todo; una historia en lo que otros puedan también reconocer algo de su camino y si bien nos va, reencontrar las ganas de vivir que a veces se pierden y otras se olvidan en el ajetreo de la vida cotidiana.