Los votos del agua

Siempre ha habido sequías, eso les ha enseñado el pasar de los decenios. Había años de sequedad. Pero ahora es distinto. (Foto: especial)

Casi nunca coincidía el tiempo de la naturaleza con el tiempo de la política. Los tiempos de la política son trianuales y sexenales, los tiempos de la naturaleza no conocen acotamientos ajustados al ego humano, son caóticos, impredecibles, pero en sus consecuencias pueden ser brutales, apocalípticos.

Los gobiernos, al ajustar sus acciones y presupuestos al objetivo de la elección en el calendario, excluyen la atención a la naturaleza porque han venido creyendo que la naturaleza no paga electoralmente, es decir, no produce votos en el tiempo que los necesitan.

Y tienen razón, en el horizonte de la captura de votos la inversión presupuestal en la problemática ambiental no se ve y no se puede capitalizar como la inversión en un concierto gratuito, o la entrega de dinero en efectivo a cierto sector social.

En la perspectiva de la inmediatez política la inversión para atender problemas medio ambientales no paga, sus resultados escapan a la idea de tiempo y la cronografía que ha construido el poder para alimentarse.

Que históricamente la política ambiental haya venido de más (aunque ese más en realidad fuera bien poco) a menos ilustra con claridad el desencanto de los políticos por la cuestión ambiental. El franco desmantelamiento de las instituciones ambientales y la reducción extrema de sus presupuestos ha sido la consecuencia pragmática de ese desencanto. Si no da votos para qué invertir en ello.

El menosprecio gubernamental por la naturaleza en los últimos 40 años, no obstante, ha engendrado con lentitud (según el tiempo humano) pero con consecuencias inexorables, distintas crisis que en el presente y futuro inmediato también ocasionarán crisis sociales.

Una tala ilegal de 10 hectáreas en la sierra, un incendio de 200 hectáreas allá muy lejos, un arroyuelo seco en una barranca anónima, no son noticia ni tampoco perturban la certeza del voto político. Pero, talar la mitad de los bosques michoacanos, privatizar el agua de los pueblos en huertas aguacateras, consentir el incendio de decenas de miles de hectáreas de bosques anualmente y con ello provocar la modificación de los patrones climáticos y profundizar así la crisis climática global y por ello ocasionar una sequía que deje sin agua a las ciudades y a los pueblos, entonces ahora sí la crisis ambiental es una amenaza en las urnas.

Jugar con los tiempos de la naturaleza es la peor estupidez que comete la humanidad; seguir creyendo que nuestra especie debe estar en el centro de la voluntad de la naturaleza y que ella misma debe estar de rodillas, como instrumento y servidumbre de la codicia humana es un acto de soberbia que lleva a consecuencias catastróficas.

Si lo que hemos destruido a través de decenios son los factores biológicos que propiciaban el agua, desmontando bosques, erosionando la tierra, destruyendo ecosistemas, acaparando el agua en ollas plastificadas, eso no lo vamos a revertir con más represas y ollas plastificadas. Por sentido común se entiende que la política gubernamental deber ir a las causas, es decir, frenar y revertir el cambio de uso de suelo, recuperar decenas de miles de hectáreas que fueron bosques, abatir la mayoría de la inmensa cantidad de ollas que no tienen estudio de impacto ambiental y que han matado ecosistemas.

Pero, recuperar bosques, reactivar la vitalidad del ciclo del agua, regenerar ecosistemas, es asumir los tiempos de la naturaleza y eso lleva años, no acumula votos. Construir ollas y represas, aunque solo se llenen de aire porque el agua ya está privatizada en represas y ollas ilegales, eso sí lo ve el elector, eso sí deja votos, eso sí se ajusta a los tiempos de la política.

La crisis de sequía que enfrentaremos este año, con presas a la mitad de su capacidad, calor extremo, lluvias escasas, desaparición de escurrimientos serranos porque hace tiempo fueron capturados ilegalmente para huertas de aguacate, está siendo menospreciada y se quiere creer, como en el pasado, que un mejoral ambiental basta para curar un cáncer que ha evolucionado a metástasis.

Por primera vez podrían coincidir los tiempos de la política con los tiempos de la naturaleza. Con la política porque en su cronograma este año habrá elecciones, las más grandes de la historia de México, con la naturaleza porque está en cursos uno los efectos más dramáticos de la crisis climática: la sequía y la carencia de agua para la mayoría de los mexicanos.

La crisis ambiental derivada de una naturaleza agraviada llegará a las urnas. El bien más preciado, el más vital, el agua, modificará los humores electorales y desnudará la irresponsabilidad y el pragmatismo ruin de los gobernantes y políticos que le apostaron a “patear el bote hacia adelante” creyendo que el tiempo, el de su política era infinito.