LOGOS: Conciencia putrefacta rumbo a la DEA

Andrés Manuel López Obrador. | Fotografía: Archivo

El actual presidente de México es todo un personaje. Se ha convertido en un prototipo de mágico surrealismo macuspano.

Su pensar, su decir y su hacer desafían a la lógica y a la realidad; obvio, lo estoy calificando en forma literaria.

Lo describiré, también, con riguroso realismo.

Nuestro presidente es un redomado mentiroso que, bajo una superficial apariencia de líder popular y honrado, ha sabido vivir, como millonario, en una estructura subyacente tan corrupta como eficaz.

Aseguró Amlo: “Siempre he hecho de mi vida pública una línea recta. Tengo tres principios, que me guían: No mentir, no robar, no traicionar al pueblo. Y así voy a continuar, por el resto de mi vida hasta que muera”.

Y hasta el momento de escribir estas líneas, el presidente López no ha muerto; deseándole, por mi parte, que sobreviva a su mandato presidencial, para el efecto de que responda jurisdiccionalmente a sus incumplimientos.

A la observación de todos, la vida pública de López ha sido una línea quebrada, chueca, retorcida, a veces hecha a saltos, y con direcciones turbias.

El presidente, en su ejercicio, lleva dichas más de 125 mil mentiras, según la contabilidad de Luis Estrada.

Las corruptelas del presidente (o sus robos) siempre han sido a trasmano; él, nunca mancha sus dedos con ese dinero sucio, y López tiene sus bolsillos vacíos de dinero mal habido.

Las manos de otros, sacrificadas y lacayunas, realizan esas corrupciones; y los productos de estos ilícitos los poseen esos mandaderos, en espera de lo que su amo ordene.

Por ello, las manos y las bolsas del presidente están vacías; empero, su conciencia se encuentra asquerosamente sucia.

Las traiciones al pueblo son un denominador común en su ejercicio presidencial. Él mismo confesó: “Decir que se ayuda a los pobres es parte de una estrategia política; así los indigentes respaldan a la cuarta transformación”.

En noviembre del 2020, declaró el presidente López: “Decidí, para no anegar a la gente rica de Villahermosa, Tabasco, inundar a los más pobres, a la gente indígena”.

De las 100 promesas que hizo el presidente López, sólo le faltan cumplir tres: No mentir, no robar, y no traicionar al pueblo; y en menos de ocho meses deja la presidencia

Para colmo y vergüenza de todos los mexicanos, ahora resulta que desde los Estados Unidos de América, Tim Golden, quien fuera escritor de The New York Times, ganador dos veces del Premio Pulitzer, incriminó a nuestro actual presidente como receptor de dinero de narco en el 2006, a través del famosísimo chofer de Amlo, conocido como Nico, quien de pobre se ha convertido en millonario, en compañía de su familia, según datos publicados recientemente.

Ésa, es otra operación a trasmano, estilo del obradorato.

La escritora Anabel Hernández también enfoca sus baterías al caso, afirmando que López Obrador “conocía el origen ilícito de esos millones de dólares que le envió el grupo narcotraficante” más cercano a sus abrazos, a su corazón y a sus intereses.

Y el acabose, el presidente López recién afirmó: “Anabel Hernández es una mujer que ha hecho trabajos de investigación de primer orden, profesional en el periodismo, valiente, excepcional”.

A esa conciencia putrefactamente sucia, el engrudo se le está haciendo bolas.

Nadie, más que él, construyó su futuro hacia la DEA.