Acción Vecinal | Cuando el ruido afecta

Son los ciudadanos quienes deben acometer una campaña contra los altos volúmenes que saturan y no permiten escucharnos.

Ilustración: Pixabay

Morelia, Mich.- El ruido es un fenómeno cada vez en aumento, en el que se consideran “normales” los altos volúmenes que alcanzan desde el campanero que anuncia el arribo del camión de la basura o el sonido trepidante de los distribuidores de gas, por ubicar los ruidos más cotidianos.

Aún y cuando hay índices recomendables y que se suponen deben ser vigilados por las autoridades, los mayores riesgos se ubican en afectaciones a la salud física y emocional, es decir, afecta la calidad de vida.

De acuerdo con vecinos del barrio de la Soterraña en esta capital, la ciudadanía debe asumir conscientemente los daños por el elevado volumen y no esperar a que sean las autoridades quienes impongan límites.

En la propia casa, afirman, se deben tolerar solamente volúmenes bajos, regulados, de manera que permitan escucharse entre sus miembros y no “hablarse a gritos”, al igual que en reuniones familiares o festejos, no consentir que la música o el uso de micrófonos saturen los ambientes.


“Se llama contaminación acústica o contaminación sonora al exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona. Si bien el ruido no se acumula, traslada o perdura en el tiempo como las otras contaminaciones, también puede causar grandes daños en la calidad de vida de las personas si no se controla bien o adecuadamente”, señala un comunicado del Consejo Ciudadano de Seguridad de Jalisco, instancia que reconoce que el ruido se ha convertido en un factor de conflicto vecinal.

“Con frecuencia, esta molestia va acompañada de escándalos y peleas”, señalan la información que los vecinos morelianos muestran como referencia ante la escasez o nulas campañas en la ciudad capital para promover ambientes libres de excesivo volumen.

En los últimos años, refieren, sobre todo en el Centro Histórico o el primer cuadro de la ciudad, son ya varias las negociaciones, no sólo los antros que ofrecen bebidas para un público nocturno, que utilizan como promoción bocinas a pie de banqueta para promover ofertas y productos.

Igual sucede, agregaron, con los cafés, negociaciones que anteriormente se caracterizaban por ser lugares para el reposo, la plática o el estudio y que ahora también usan sonidos ambientales que en ocasiones limitan la escucha o un entorno amable.

Pero, insisten los ciudadanos que optan por no dar su nombre –“no se trata de ser protagonistas y seguir desgastándonos en puras quejas, hay que hacer algo y eso no requiere que identificación, lo hago y punto”, dijo uno de ellos-, a nivel local pareciera no haber una regulación sobre el control de los decibeles (dBA) que llegan a taladrar los oídos o alejarse de determinadas zonas.

¡¡No se oye!!

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) “reconoce al concepto de decibel como sinónimo de decibelio: una unidad de intensidad acústica. Un decibel o decibelio equivale a 0,1 belios (la unidad que surge del cociente entre la presión que produce una onda y una presión tomada como referencia). El término belio deriva de Bell, apellido de un notable físico escocés que se nacionalizó estadounidense: Alexander Graham Bell (1847-1922).”

“Es importante tener en cuenta que un decibel -cuyo símbolo es dB– no refiere a una cantidad, sino a una razón entre cantidades: se trata de una expresión logarítmica”, refiere la RAE.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los 70 dB sería el límite máximo deseable, ya que por encima de este nivel, “el sonido resulta pernicioso para el descanso y la comunicación”.

En la Unión Europea, se calcula que 80 millones de personas están expuestas diariamente a niveles de ruido ambiental superiores a los 65 dBA y otros 170 millones lo están a niveles entre 55 y 65 dBA.

Para dimensionar un poco los impactos del ruido en decibeles, la respiración tiene 10 dBA, inaudible para la mayoría; una conversación normal en la casa, 50 dBA; el audio de la televisión, 70 dBA, ya resulta molesto para muchas personas; un concierto en directo genera 110 dBA, la media del dolor humano, o 16 veces más intensidad que 70 dBA.


Efectos auditivos

La contaminación acústica, además de afectar al oído, puede provocar efectos psicológicos negativos y otros efectos fisiopatológicos.

Aún y cuando no parecen perceptibles, los efectos psicopatológicos del ruido a más de los 60 dBA generan:

-Dilatación de las pupilas y parpadeo a nivel acelerado.

-Agitación respiratoria, aceleración del pulso y taquicardias.

-Aumento de la presión arterial y dolor de cabeza.

-Menor irrigación sanguínea y mayor actividad muscular. Los músculos se ponen tensos y dolorosos, sobre todo los del cuello y la espalda.

A más de 85 dBA:

-Hay disminución de la secreción gástrica, gastritis o colitis.

-Aumento del colesterol y los triglicéridos con el consiguiente riesgo cardiovascular; los ruidos fuertes y súbitos pueden llegar a causar hasta un infarto.

-Aumenta la glucosa en sangre. En los enfermos de diabetes, la elevación de la glucemia de manera continua puede ocasionar complicaciones médicas a largo plazo.

Efectos psicológicos:

-Insomnio y dificultad para conciliar el sueño.

-Fatiga.

-Estrés (por el aumento de las hormonas relacionadas con el estrés como la adrenalina), depresión y ansiedad.

-Irritabilidad y agresividad.

-Histeria y neurosis.

-Aislamiento laboral.

Efectos sobre el sueño

Se ha comprobado que sonidos de aproximadamente 60 dBA reducen la profundidad del sueño, aumentando esta disminución a medida que crece la amplitud de la banda de frecuencias, las cuales pueden despertar al individuo, dependiendo de la fase del sueño en que se encuentre y de la naturaleza del ruido.

El ruido genera también efectos sobre la concentración, ya que la atención no se localiza en una actividad específica.

Efectos sobre los niños

Se considera que el ruido repercute negativamente sobre el aprendizaje y la salud de los niños.

Cuando los niños son educados en ambientes ruidosos, éstos pierden su capacidad de atender señales acústicas, sufren perturbaciones en su capacidad de escuchar, así como un retraso en el aprendizaje de la lectura y la comunicación verbal, lo que genera aislamiento del menor, lo hace poco sociable. | Raúl López Téllez